Los migrantes centroamericanos obligados a recorrer rutas aún más peligrosas
Cada año, desde hace los menos cinco, una caravana de migrantes centroamericanos ingresan a México, siguiendo la ruta que miles de compatriotas suyos, en especial de Honduras, Guatemala y El Salvador, siguen a través del país para alcanzar la frontera e internarse a Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida.
A esta caravana, por celebrarse en tiempo muy cercano a la Semana Santa, la han llamado “El Viacrucis del Migrante”.
Entre 200 y 300 migrantes, que representan a los cerca de 400 mil que cada año cruzan la frontera sur de México, marchan por el país cargando cruces de madera que significan tanto el dolor de sus hermanos al tener que enfrentarse a vejaciones, secuestros, malos tratos, extorsiones y la muerte misma a manos de bandas criminales o, incluso, de policías corruptos, como la condición “migrante” de Cristo.
Pero en este año 2015, las cosas han cambiado y las autoridades mexicanas de migración, en especial los agentes del Instituto Nacional de Migración, impidieron que la caravana siguiera adelante “por cuestiones de seguridad” y ésta tuvo que detenerse, la Semana Santa y la de Pascua, en un lugar emblemático: el albergue de “Hermanos en el Camino”, situado en Ixtepec, en el Estado sureño de Oaxaca, que alienta y defiende el padre Alejandro Solalinde.
Que vuelva “La Bestia”
Los cerca de 200 migrantes centroamericanos, sin embargo, esperan reanudar el viaje de protesta no obstante las autoridades migratorias, según el padre Solalinde, tengan instrucciones de arrestar a los dueños de los autobuses rentados para la protesta, bajo cargos de contrabando de personas. Amnistía Internacional había pedido, también, a las autoridades mexicanas garantizar la seguridad de los migrantes en el viaje.
El objetivo principal del “Vía Crucis del Migrante” de este año es presionar a las autoridades mexicanas y que detengan las redadas que les impiden subirse a un tren de carga –el llamado “La Bestia”- que los llevaba (en condiciones sumamente precarias) hasta la frontera con Estados Unidos.
El padre Solalinde dijo que las operaciones policiales que comenzaron a mediados del año pasado para impedirles subirse al tren han obligado a los migrantes a usar rutas más peligrosas.
Dijo que cerca del 15 por ciento de los migrantes eran víctimas de robo, extorsión, asalto y otras formas de maltrato anteriormente, y que ahora la cifra de victimización es del 90 por ciento.
“Ya no suben al tren, antes se cuidaban y llegaban más rápido”, dijo Solalinde. “Lo que hacían en 12-13 horas, lo están haciendo en un mes. Están yendo por caminos más peligrosos, más largos, en donde finalmente también son asaltados, son extorsionados”.