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Nuestra era cristiana despega con la increíble actividad de un puñado de judíos que aprovechan la estructura del Imperio Romano y la red de sinagogas judías para implantarse en las regiones circundantes del Mediterráneo.
Después de cuatro siglos de persecuciones, esos cristianos fuerzan a que el Emperador Constantino tenga que reconocer oficialmente el cristianismo.
A partir de entonces y, durante muchos siglos, gran parte de Europa y Oriente Medio constituyen la Cristiandad que a partir del siglo XVI se abre camino en el continente americano.
En ese mismo siglo, Lutero con el interés de príncipes europeos de la época, inicia otra versión del cristianismo, no católico y, sobre todo, no romano. Pero Europa y su expansión colonial por los otros continentes, sigue siendo cristiana en una u otra versión.
La ciencia, el arte, la música, la pintura, la arquitectura,…toda la cultura europea es cristiana; hasta la propia Declaración de los Derechos Humanos es la versión laica de los diez mandamientos de la Biblia judeo-cristiana.
Por eso, Europa es un continente consagrado a María desde los tiempos de Clemente V (siglo XIV) y, por eso, Juan Pablo II criticó la Constitución Europea por no recoger la idea de sus «raíces cristianas» como fuente de inspiración.
Cuando Europa sale de sus dos guerras mundiales comienza a abrirse camino la idea de unificación y solidaridad europea.
Desde sus inicios, la Unión Europea se encuentra tintada de sus raíces cristianas. Los llamados padres fundadores de Europa Jean Monet, Robert Schuman, Honrad Adenauer y Alcide De Gasperi, defendieron un proyecto de compromisos y recursos compartidos para crear una unidad en un entorno próspero y pacífico llamado Europa.
Shuman y Adenauer, con profundos y conocidos idearios católicos, rezaron en la Catedral de Estrasburgo ante la imagen de la Inmaculada Concepción (coronada por 12 estrellas sobre un fondo azul) antes de proponer el proyecto europeo al órgano político que dio luz verde a la propuesta.
La bandera de Europa (que inicialmente era del Consejo de Europa) y sus 12 estrellas sobre fondo azul es uno de los símbolos más representativos y conocidos de la UE.
Está presente en los edificios públicos, en las matrículas de los coches, en los billetes y monedas, en los colegios e, incluso, en las paredes de algunos despachos.
En 1950 el Consejo de Europa convocó un concurso para la creación de una bandera que sirviera para representar a Europa. Hubo 101 proyectos, entre los que se encontraban varias propuestas de Arsène Heitz, quien finalmente ganó con uno de sus bocetos: 12 estrellas amarillas sobre un fondo azul.
Por coincidencia entre las agendas de los asistentes, el 8 de diciembre de 1955, día de la Inmaculada Concepción, se produjo el fallo del concurso, de nuevo, otro fino hilo mariano estuvo presente.
El jurado eligió el símbolo ganador del concurso, sin tener conocimiento de que fue el mismo ante el que rezaron los padres fundadores en las vidrieras de la Catedral de Estrasburgo.
A Arsène Heitz le encantaba contar su proeza: ¡haber diseñado la bandera de Europa y haber hecho de ella la bandera de la Santa Virgen!
El 21 de octubre de 1956 la bandera ondeó por primera vez en un edificio. El lugar elegido fue sin duda el idóneo por su afinidad al símbolo cristiano y mariano que es el encargado de representar la unión de los pueblos europeos: la Catedral de Estrasburgo.
Heitz ha desveló a la revista francesa Lourdes Magazine cuál fue el motivo de su inspiración. En aquellas fechas, dice él, leía la historia de las apariciones de la Santísima Virgen en la Rue du Bac de París, que hoy es conocida como la Virgen de la Medalla de la Milagrosa. Y según el testimonio del artista, concibió las doce estrellas en círculo sobre un fondo azul, tal como la representa la iconografía tradicional de esta imagen de la Inmaculada Concepción.
En principio Heitz lo tomó como una "ocurrencia", entre las muchas que fluyen en la imaginación del artista; pero la idea despertó su interés, hasta el punto de convertirse en motivo de su meditación. En el alma de Heitz habían estado presentes las palabras del Apocalipsis: Una gran señal apareció en el cielo: La Mujer vestida de sol y la luna bajo sus pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas
Es cierto que ni las estrellas ni el azul de la bandera son propiamente símbolos religiosos, lo que respeta las conciencias de todos los europeos, sean cuales sean sus creencias.
En este sentido, cuando Paul M. G. Lévy, primer director del servicio de Prensa e información del Consejo de Europa, tuvo que explicar a los Miembros de la Comunidad Económica el sentido del diseño, interpretó el número de las doce estrellas, como "guarismo de plenitud", puesto que en la década de los cincuenta no eran doce ni los miembros de dicho Consejo, ni los de la Comunidad Europea.
Hay que tener en cuenta que cuando el Consejo de Europa aprobó ese diseño de la bandera, dejó atrás otras propuestas ciertamente cristianizantes. La mayoría de aquellos proyectos de bandera mostraban una cruz porque consideraban que esa idea, además, no era ajena al espíritu europeo.
Por eso no es de extrañar que, en varias ocasiones, la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, definió a Europa como una «conspiración católica». Tuvo, por tanto, sus razones para recelar del proyecto común. Sabía que muchos de los padres de la moderna Unión Europea (Adenauer, Delors, Schuman...) fueron católicos confesos. Tenía miedo, como los príncipes europeos de la época de Lutero a la romanización de Europa.
Robert Bichet, político democristiano y vicepresidente del Consejo de Europa en 1955, reconoció implícitamente el origen mariano de la bandera en un libro de su autoría.
En Le drapeau de l'Europe , Bichet justificó el simbolismo de la corona estrellada citando a cierto Gaetano G. di Sales: es el símbolo de la perfección y de la plenitud -escribió-, como los 12 apóstoles, los 12 hijos de Jacob, las 12 horas del día, los 12 meses del año, los 12 signos del Zodíaco».
Lo que Bichet no dijo entonces es que Di Sales fue un conocido autor de obras piadosas, marianas por más señas. Ni tampoco que tres días después de que fuera aprobada la bandera azul por el Consejo de Europa, este organismo inauguró, el domingo 11 de diciembre de 1955, un vitral en la catedral de Estrasburgo con la Virgen coronada por la corona stellarum duodecim del Apocalipsis. El vitral muestra, aún hoy, un inequívoco guiño al significado oculto de nuestra enseña común.
Pero,… hay más todavía, el himno oficial de la Unión Europea es el último movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven que se llama oda a la alegría y cuyo texto traducido al español dice:
¡Abrazaos, Millones de seres!
¡Este beso para el Mundo entero!
Hermanos, sobre la bóveda estrellada
Habita un Padre Amante.
¿Os prosternaís, Millones de seres?
Mundo, ¿presientes al Creador?
¡Búscalo por encima de las Estrellas!
¡Allí debe estar su Morada!.