La ciudad de los santos es, en efecto, la celeste, aunque aquí da a luz a sus ciudadanos, en los cuales es peregrina, hasta que llegue el tiempo de su Reino #SanAgustin (La Ciudad de Dios 15,1,2).
La Epifanía es una segunda Navidad, ya que en ella celebramos la manifestación de Dios entre nosotros. La comunicación de la Verdad a los hombres de buena voluntad, que son capaces de escucharla y hacerla suya. La presencia del Logos, que es la Palabra que nos llena de sentido y nos da razones para vivir día a día.
En España, los regalos de Navidad se reparten tradicionalmente en la fiesta de Reyes y esto oculta la importancia de lo que celebramos. Dios no se ha hecho hombre de forma oculta y reservada para unos pocos. Dios ha acampado entre nosotros de forma pública. Ha anunciado su llegada para que todo el que tenga oídos la oiga.
A los Sabios de Oriente, los signos en el cielo, la ciencia y las profecías, le llevaron a realizar un viaje peligroso. Un viaje que realizaron llenos de humildad y amor por Dios. Dios envió a los ángeles a comunicar a los sencillos, los pastores, que había nacido el Señor. Incluso quienes conspiran contra la Voluntad de Dios, conocieron el nacimiento por medio de los Sabios de Oriente. ¿Quienes no se enteraron?
Los que no se dieron cuenta de nada son los tibios, los que no les importan las cosas de Dios. A ellos la presencia de Dios les resulta indiferente (Ap 3, 20). La llamada a la puerta de Cristo, queda ahogada por el ruido que hacen ellos mismos en sus vidas (Ap 3, 16).
El Ángel de la Iglesia de Laodicea nos aconseja que compremos el : " oro refinado por fuego para que te hagas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se manifieste la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos para que puedas ver." (Ap 3, 18),
- Para poder ver a Dios necesitamos el colorio que lava el corazón y abre los ojos para ver a Dios. Un colorio que se realiza mediante el incienso que los Sabios de Oriente regalaron al Señor. La Fe que nos permite ver más allá de lo evidente y cotidiano.
- Necesitamos vestir de blanco que es la pureza que cubre nuestra frágil y herida naturaleza humana. Las vestudiras de la Gracia de Dios. Las vestiduras blancas que utilizan la mirra para estar blancas incólumes. La Esperanza que blanquea el alma, fija el ánimo y nos permite ser felices, incluso cuando las lágrimas del dolor nos ahogan.
- Necesitamos el oro que es el gran tesoro escondido y que los Sabios de Oriente trajeron al Señor. El tesoro que es la Caridad, el Amor de Dios que le impulsó a entregar su propio Hijo por nosotros.