Necesitamos una buena teoría económica de la confianza y medidas empresariales para recuperar la confianza de trabajadores y clientes
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La confianza es también un bien económico. Sin ella nuestra vida estaría llena de contratos y no estaremos en condiciones de idear políticas de regeneración y salvaguarda de este capital fruto de las relaciones. Lo señala en esta entrevista a Ciudad Nueva el profesor Vittorio Pelligra, de la Universidad de Cagliari (Italia), quien lleva años estudiando el tema.
Otro “pilar” de la perspectiva de la economía social y solidaria (o economía civil, como usted prefiere llamarla) es la confianza. Usted ha escrito un libro sobre este fértil tema, que parece no tener mucho que ver con el mundo de las relaciones “frías” típicas del mercado, sino más bien con el de las relaciones “cálidas”, afectivas… ¿Por qué considera este bien tan fundamental para la vida económica?
Porque la confianza está implicada en todas las relaciones sociales y, en consecuencia, también en las económicas. En cierto sentido es como el aire que respiramos. Es transparente, no nos damos cuenta de su presencia e importancia, está en todas partes, pero también es delicada, frágil y se puede contaminar. Es más, diría que cuando empezamos a darnos cuenta de su importancia, como ocurre con el aire, es cuando escasea o se contamina.
Hoy tal vez la confianza ha adquirido un puesto central en el debate público precisamente porque empieza a escasear, porque la hemos explotado, traicionado y contaminado demasiado.
En el ámbito económico esto puede comprobarse con facilidad si pensamos, por ejemplo, en los grandes escándalos financieros, como el caso Enron, Bernard Madoff, Parmalat, Cirio, o los bonos argentinos.
Hay quien sostiene que la crisis de las hipotecas subprime, que dio origen a la crisis que seguimos viviendo hoy, no es más que una consecuencia directa de la traición de la confianza de los ahorradores americanos por parte de los grandes bancos.
No hay duda de que el tema es relevante, pero hay otro aspecto sobre el que merece la pena reflexionar, también desde el punto de vista económico, y es que no tenemos, como economistas, una buena teoría de la confianza. Estoy convencido de que de ahí nacen muchos de los problemas anteriores.
No conocemos la confianza, no tenemos palabras para describirla y por eso, paradójicamente, la destruimos. Esta es la lógica a la que están sujetos todos los bienes comunes y con ellos también la confianza.
¿Qué ocurre cuando la confianza se desmorona en la vida de una empresa? ¿Y cómo se puede reconstruir?
El premio Nobel de economía Kenneth Arrow, decía que la confianza es el lubricante del sistema social y en consecuencia también de las empresas y otras organizaciones.
Cuando en una empresa falta la confianza ocurre lo mismo que cuando un motor se queda sin aceite: sigue funcionando un tiempo, pero después se calienta y finalmente se funde y se para.
Intentemos pensar cómo sería la vida en general sin confianza: no podríamos siquiera levantarnos de la cama por la mañana, estaríamos aterrorizados y paralizados. Lo mismo ocurriría en el trabajo, en una empresa: estaríamos obligados a recurrir incluso para las cosas más pequeñas a contratos, intercambios, a la lógica de los premios y los castigos, los cuales por una parte son imperfectos e incompletos y por otra pueden tener efectos contraproducentes. En definitiva, una pesadilla. La empresa implosionaría.
Sobre esto hay interesantes estudios empíricos que ponen en relación la confianza extendida en la dirección y en los responsables y trabajadores de las empresas y su desempeño económico. Después, si falta la confianza, reconstruirla se hace extremadamente difícil, pero se puede hacer.
Hace falta, por ejemplo, una gran coherencia y rectitud por parte de los responsables de la toma de decisiones; ésta se percibe como una señal de compromiso y genera confianza entre los empleados.
Cuidar las relaciones y valorar la dimensión humana es otro elemento. La decisión de evitar niveles demasiado altos de competición entre los empleados y limitar el recurso a incentivos monetarios, son otros elementos que ayudan.
Pero la verdad es que mientras no entendamos que la confianza es (también) un bien económico, no estaremos en condiciones de idear políticas de regeneración y salvaguarda del capital de confianza.
Artículo originalmente publicado por Ciudad Nueva