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El verdadero amor no esclaviza

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 17/12/14
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¡Cuántas personas usan el chantaje emocional para esclavizar a otros!
Pensaba en las esperanzas, en los sueños, en la liberación que trae Jesús. Pensaba en la película Enredada. En ella, la protagonista, una princesa capturada en un castillo por el poder de su pelo, vive esperando.
 
Siempre, el día de su cumpleaños, ve por la ventana de su torre, unas luces que ascienden al cielo. No son estrellas, porque estas están fijas. Son luces que parecen señalar algo.
 
Ella, cada año, espera esas luces y sueña con poder salir un día e ir a verlas. No sabe bien por qué, pero intuye, en el fondo de su corazón, que esas luces tienen que ver con ella.
 
Cree, sin saberlo, que las luces ascienden el día de su cumpleaños, precisamente por ella, esperándola a ella. Es precisamente el deseo de verlas de cerca lo que le da el coraje suficiente para abandonar la torre y desobedecer a su presunta madre.
 
Ese vínculo enfermo entre las dos la esclaviza y le niega la posibilidad de la libertad. El don precioso de su pelo la hace esclava. Tiene un don y ese don la convierte en prisionera, sin una vida propia. Ella no valora tanto su don.
 
El poder surge de la luz del sol. Una flor nacida de la fuerza solar le devolvió la salud cuando ella era bebé. Es así como hereda sus poderes. Por eso, cuando alguien canta mientras peina su pelo, el pelo se vuelve mágico. Devuelve la juventud perdida al que lo toca.
 
De ese poder se aprovecha una mujer mayor, que la rapta y se convierte en su madre. Una mujer que quiere ser joven siempre. Retiene por un fingido amor, a la persona que le da ese poder. Se aprovecha de los poderes de su pelo.
 
La torre es esa cárcel inalcanzable. Si el pelo es cortado pierde todo su poder. Los reyes, padres de la princesa, cada cumpleaños de la niña, acompañados por todo el pueblo, dejan elevarse al cielo cientos de luces que señalan el día en que esa niña nació.
 
Guardan en su corazón la secreta esperanza de que ella, un día, descubrirá que esas lucen son por ella. Me impresiona la película. Me impresiona un amor egoísta que esclaviza.
 
¡Cuántos amores egoístas hay a nuestro alrededor! ¡Cuántas personas usan el chantaje emocional para esclavizar a otros! Queremos que nos dediquen todo su tiempo. Nos molesta compartir su vida con otras personas. Nos cuestan otras amistades.
 
Queremos retener a las personas con el argumento del amor exclusivo. ¡Cuánto daño nos hace! Un amor que no libera es un amor enfermo. No queremos vivir enfermos.
 
Me asustan esas personas que continuamente pretenden maniatar la vida de los demás. El amor que no libera al amado se acaba muriendo y acaba matando. ¡Cuántas veces escuchamos hablar de la violencia doméstica! Violencia familiar. Amores que acaban provocando odio.
 
Esa niña inocente prisionera en la torre, esa niña que se deja engañar, representa la pureza que hay en todo corazón. El deseo del alma de salir de la torre que la esclaviza a veces.
 
Queremos ser libres y volar más alto. Las estrellas nos hablan de lo que podemos llegar a ser. Las luces encendidas que se elevan. ¿No es cierto que hay veces que nuestra alma vibra y se apasiona con la vida?
 
¿No es verdad que el amor, el deseo de lograr lo que nos atrae, es una fuerza impresionante?
 
¿No es cierto que a veces vemos luces que tienen que ver con nosotros, luces que hablan de lo que somos, de nuestros talentos, de lo que Dios quiere para nosotros?
 
A veces amamos con un amor inmaduro y podemos dejarnos llevar por lo que el corazón nos dice. Cuando nuestro amor no es maduro, podemos llegar quién sabe dónde.
 
Le pedimos a Dios que nos enseñe a querer con un amor maduro, orientado por Dios, por unas luces que sacan lo mejor de nosotros. Un amor que busque las estrellas, que no se conforme y sueñe con realizar la voluntad de Dios.
 
Tenemos un poder muy grande en nuestro corazón y no lo sabemos. Cristo viene a decirnos que no podemos ser esclavos. Que Él nos ha creado para ser libres. Es Navidad. Se hace carne para mostrarnos el camino.
 
Para decirnos que podemos salir de nuestras torres. De nuestros amores a veces poco libres. Que podemos creer en el poder que tenemos en nuestro corazón. En el poder del amor que nos libera y nos hace buscar la luz de Dios.

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