Ariel Ramírez creó, en simultáneo con la Misa Criolla interpretada el 12 de diciembre en San Pedro, Navidad Nuestra. El resultado de una “noche de milagros” con el historiador Félix Luna dio la vuelta al mundo.
Obras inseparables que completan un legado musical religioso quizá insuperable en la cultura argentina, Misa Criolla y Navidad Nuestra fueron las dos caras de un disco emblema de la cultura religiosa contemporánea latinoamericana. Cuando Ariel Ramírez, compositor de la Misa Criolla, se vio en la necesidad de completar el disco con otro lado dedicado a villancicos, pensó en quién podría darle la letra a la narración de la Navidad. Y pensó en el historiador y escritor Félix Luna.
Tras el llamado a la redacción del diario Clarín, donde estaba Luna, se dio el encuentro entre los dos referentes de la cultura argentina en la casa de Ramírez, en Belgrano. Una madrugada de 1963, según narraría tiempo después Félix Luna (LUNA Félix, Encuentros, Editorial Sudamericana, 1996), vivieron una “noche de milagros”:
“Era como la una de la mañana y yo estaba todo lo cansado que puede estar un periodista que entró a trabajar a las seis de la tarde. Pero esa noche era noche de milagros. Todos los recuerdos del colegio de monjas de mis primeros grados, las memorias de una religión que mi madre y mis hermanas me habían hecho vivir intensamente durante mi infancia, una vibración espiritual que nunca dejé de sentir aunque no era un católico practicante, esa emoción estética que transmiten los ritos y las ceremonias que tantas veces presencié y en las que participé, todo eso afloró repentina y arrolladoramente en aquel momento.
“Le dije a Ariel que, mejor que varios villancicos, lo que teníamos que elaborar era un retablo criollo; trasladar a nuestra tierra el misterio universal de la Navidad, poner los episodios evangélicos que rodean la Encarnación en clave de leyenda telúrica con situaciones, personajes y lenguaje nuestros. Y los paneles de ese retablo, que se llamaría Navidad Nuestra ( lo dije de entrada, con total seguridad) serían la Anunciación, la Peregrinación de José y María, el Nacimiento, la Adoración de los Pastores y la de los Reyes Magos y, finalmente la Huida a Egipto.
“Cuando recuerdo esa noche, me parece que alguien nos dictaba lo que íbamos haciendo. En el tiempo que transcurrió entre mi llegada y la madrugada, cuando volví a mi casa, quedó definida la obra en su totalidad y virtualmente terminadas cuatro o cinco de las seis que la integrarían. Todo fue saliendo con una rapidez y facilidad increíbles, como si nos hubiéramos preparado durante años para esa creación.”
De ese diálogo evocado por Luna surge que Ramírez veía al “Nacimiento” como la gran canción de navidad argentina, como “Jingle Bells” o “Noche de Paz”. Los distintos estilos musicales del rico folclore argentino en sus distintas geografías fueron articulados esa misma noche con poesía que incorporaba con naturalidad el gran acontecimiento cristiano con personajes criollos. El resultado, que dio vueltas al mundo como testifica la interpretación en un templo italiano que acompaña esta nota, fue descrito así por Luna:
"“Navidad Nuestra” fue surgiendo con excitación y naturalidad, alegremente, como si lo único que hiciéramos fuera desbrozar de nuestra imaginación todo lo que estuviera ocultando melodías y poemas instalados allí desde siempre: sacábamos malezas y aparecían completos, perfectos, esos temas que trasladábamos rápidamente al papel o al piano. Ciertamente, fue una noche prodigiosa, y lo más raro consiste en que Ariel ni yo nos dimos cuenta entonces de lo que estábamos haciendo; él creía que estaba completando una obra que necesitaba para llenar las dos caras de un disco long-play, y yo salí de allí con la idea de que habíamos solucionado un problema. No percibimos la real dimensión de una elaboración musical y poética que- no voy a ser falsamente modesto- forma parte inseparable de lo mejor de la cultura argentina."