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Solteros: ¿cuál es su sitio en la Iglesia?

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David Mills - publicado el 10/11/14

Lo que los católicos podrían ofrecer a los "singles"

Una amiga soltera emocionada publicó un comentario en Facebook: “Estaba probando una nueva parroquia el domingo cuando el sacerdote anunció que sus sermones en noviembre serían sobre el matrimonio. ‘¿Y si no estás casado?’ nos preguntó. ‘Bueno, dicen las Escrituras “Que el matrimonio sea considerado un honor entre todos, y que el lecho matrimonial sea inmaculado”’.

No es la manera más acogedora de decirlo. “¿Perdón?” respondió mi amiga. “En otras palabras, los solteros que se aguanten. No volveré más”.

Muchas de las reacciones al comentario fueron comprensivas, como lo esperarías de los amigos, pero muchas otras fueron de rechazo, o le decían, de distintas maneras, que se aguantara y dejara de quejarse.

Otros amigos solteros, incluidos los viudos y madres solteras que estaban solteras porque sus rústicos esposos las dejaron por la Señorita Perfecta, me han dicho que no hablan sobre sus dificultades porque las probabilidades de ser rechazadas o tratadas condescendientemente o incluso condenadas son muy altas.

Hablando con un amigo soltero, mencionó las dificultades de ser personas solteras, diciendo que gente que antes era cariñosa ahora ni le presta atención o se ríe de ellos, como si fueran adolescentes preocupados por una mancha casi invisible.

Personas rodeadas de su querida familia inmediatamente darían testimonio sobre las dificultades matrimoniales y a veces sermonarían sobre la bendición de ser soltero. La educación debería llevarles a escuchar o al menos fingir simpatía, pero no es así.

Al día siguiente de que mi amiga colgara el comentario, una bloguera católica, Katrina Fernandez, escribió una emotiva nota sobre la soledad de ser madre soltera. “La Iglesia puede ser un lugar increíblemente solitario. Fue el motivo por el que dejé de ir durante algún tiempo. Es la razón de que algunos domingos me arrastre a la iglesia para sentarme sola en el banco”.

“Rodeada de familias. Y matrimonios. Muchas familias y parejas”.

Una madre soltera trabajadora de unos treinta años, observó: “Soy muy mayor para los Ministerios de Jóvenes Adultos, estoy muy divorciada para los Ministerios Matrimoniales, con demasiado trabajo para encontrarme durante el día con el Grupo de Mamás, y no tengo tiempo libre disponible para ser voluntaria. En términos de servicio, siento que como madre soltera no tengo literalmente nada que ofrecer a la Iglesia, por lo tanto no soy ni siquiera un parpadeo en su radar. Insignificante, sin importancia, no contribuyente, monoparental”.

Escuchando sermones, leyendo escritos cristianos en la web, y oyendo hablar a los demás sobre solteros católicos (cuando lo hacen), a veces pienso que los únicos solteros de interés para otros cristianos son los homosexuales, y sólo porque son vistos como una amenaza.

Pero, hay poca evidencia de preocupación pastoral seria hacia aquellos que no están casados, fuera de formar asociaciones de solteros, que ayudaría, pero también los “marginaría”. Podría ser un gesto de interés, pero puede parecer también una invitación a que se vaya – todo el grupo.

Incluso el extraordinario Sínodo de la Familia falló en tratar el tema de las familias monoparentales, o el de los solteros en general (quienes son a su particular manera un tipo de “unidad familiar”), a pesar de que se suponía que debía dirigirse “a los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”.

Como escribió Fernández de la Relatio, “todos los católicos divorciados y vueltos a casar, homosexuales con sus ‘dones especiales’”. La declaración final del Sínodo dice sólo que “debería darse una atención especial al acompañamiento de las familias monoparentales, de manera particular para ayudar a las mujeres que tienen que llevar solas la responsabilidad de la casa y la educación de los hijos”. ¡Guau! Y las viudas y sus hijos, aquellos de quien Santiago dijera “la religión que es pura e inmaculada ante Dios, el Padre, es esta: visitar los orfanatos y a los viudos en su aflicción”, ¿nada?

En la Iglesia, oímos mucho sobre el matrimonio, se felicita a aquellos que llevan casados mucho tiempo, se compadece de aquellos con problemas matrimoniales, se les apoya para que sigan adelante. Casi nada de esto se ha hecho por los solteros.

Pero el problema no es la ignorancia general de los solteros o la atención especial y frecuente a los casados. Es la versión desconsiderada del matrimonio que oyen los casados. La lección que se transmite no es que todos tenemos nuestras vocaciones y nuestras dificultades, sino que los casados son especiales y privilegiados.

¿Cuántos de esos sermones sobre matrimonio realmente desafían a los casados hasta el punto en que duela?

En las iglesias católicas, ¿acaso se suele oír a un sacerdote decir que, además de recibir la vocación y la bendición, el matrimonio es un deber, y que uno de esos deberes es estar abierto a la vida?

¿Se habla a menudo sobre el significado pleno de la castidad tanto a los casados como a los solteros? Se les dice que no tengan relaciones sexuales.

A los casados se les debería recordar que pueden tener sexo, pero sólo de una manera completamente entregada que producirá hijos, probablemente más de los que originalmente planearon, o pensaron que podrían mantener.

La familia vende. Ahí está gran parte del problema.

Cuando yo era episcopaliano, escuché a un ministro episcopal, pastor de una exitosa parroquia provinciana, decir a un grupo que deberían predicar sobre la familia y lanzar programas familiares porque los padres y los hijos eran su “objetivo demográfico”.

Mencionó que esto podría apartar a otras personas, pero no le importaba. Haz lo que tienes que hacer para “hacer crecer la Iglesia”.

Esto representaba una combinación tóxica de la creencia establecida en la iglesia como comunidad, pragmatismo evangélico, y comercio eclesial, las víctimas eran personas que no ofrecían suficiente “cuota de mercado”.

Los sacerdotes católicos no son tan insensibles, pero sin embargo, debe ser difícil que la mayoría de parroquianos no se inclinen ante tus predicaciones y programas y no digas lo que ellos quieren oír.

Predicar una homilía sobre las maravillas del matrimonio y que la gente responda felizmente; predicar sobre ser soltero y que sólo los solteros digan algo; predicar sobre uno de los requisitos del matrimonio, particularmente la apertura a la vida, y que la gente se enoje.

Las dinámicas de la vida parroquial tienden hacia un desequilibrio entre los casados y los solteros.

El abandono de los solteros es un problema que necesita una respuesta más sistemática por parte de nuestros pastores.

En otra columna, Fernández pidió “un poco más de reconocimiento”: un anuncio en el boletín, una mención sacerdotal en las intenciones de oración durante la misa, una homilía o dos sobre santos que fueron criados por familias monoparentales o eran padres solteros ellos mismos, y finalmente, cuando se hable de la familia en general, reconocer que los padres solteros y sus hijos son, de hecho, verdaderamente familias.

El resto de los que estamos casados podemos hacer algo también por los solteros que nos rodean: hacerlos verdaderos amigos, especialmente si el escenario de su vida es – como usualmente es – pasar tiempo con otras personas casadas.

Te topas con personas en encuentros escolares, por ejemplo, y tienes un tema inmediato de conversación que puede continuar cuando te encuentras después de misa. Es un camino natural hacia la amistad y te mantiene alejado de otros caminos de amistad con otros.

La familia es una bendición, y las bendiciones se nos dan para compartirlas, aunque no tipo “hola, estoy siendo amable con esos pobres solteros”.

Incluir a solteros en fiestas y barbacoas, o tenerlos en cuenta. Invitarlos a ver los partidos de fútbol o sentarse al aire libre en un lindo día. Hacerles saber que pueden visitarnos cuando quieran. Quitarse el hábito (si se tiene) de decir “deberíamos invitar a los Gómez y a los Pérez” porque juntar matrimonios es el modo en que tus cenas funcionen.

Contratar a una canguro para que cuide a los hijos de tus amigos solteros cuando vienen. Si viven en apartamentos, invitarlos a usar la lavadora y la secadora si lo necesitan, y usar tu casa cuando estás fuera. Y así sucesivamente.

No es mucho, y podrías recibir más de lo que das. Es lo maravilloso de hacer amigos: serán para ti no “estas personas solteras”, sino Juan y María y José.

Por David Mills, ex editor ejecutivo de First Things, escritor y autor de Discovering Mary. Su Weblog se encuentra en www.patheos.com/blogs/davidmills

Fuentes: http://www.patheos.com/blogs/thecrescat/2014/10/insignificant-members-of-the-church.html

Ver también: http://www.patheos.com/blogs/thecrescat/2014/10/overlooked-and-dismissed-during-the-synod-how-single-parents-continue-to-be-regarded-in-the-church.html

Tags:
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