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¿El psiquiatra cree en el diablo?

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Gelsomino del Guercio - publicado el 04/08/14
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También la ciencia admite no saber explicar el comportamiento de una persona en presencia de fenómenos vinculados a presuntas presencias demoníacas. El parecer de los expertosEn 2008, el doctor Richard E. Gallagher, un psiquiatra y profesor asociado de Psiquiatría clínica en el “New York Medical College”, documentó el caso de un paciente apodado “Julia”, diciendo que se encontraba frente a un caso real de posesión diabólica. Es más bien raro que un científico y psiquiatra reconozca tal posibilidad, visto que en general los médicos consideran que se trate de un tipo de enfermedad mental. El doctor Gallagher observó personalmente objetos volar y observó que Julia era capaz de levitar, hablar lenguas desconocidas, y saber cosas sobre las personas cercanas a ella de las que no podía tener idea.

También la ciencia se tambalea frente a episodios que se presentan como inexplicables. Uno de estos es, por lo tanto, la posesión diabólica, definida como ese proceso mediante el cual una alma demoníaca toma “posesión” de un cuerpo mortal “echando fuera al alma viviente en ese cuerpo”. Un proceso no inmediato y radical, pero que se manifiesta en tres fases, la última de las cuales (posesión de tercer grado) devastadora para el físico de la persona, pues el demonio altera fuertemente los rasgos somáticos, la temperatura corporal sube y baja y la piel emite olores nauseabundos.

Aleteia ha preguntado a expertos competentes en psiquiatría, psicología clínica y psicoanálisis si y cómo la medicina enfrenta este tipo de “vía diabólica”.

La doctora Donatella Pace, especializada en Psiquiatría y en Psicología Médica, ha seguido en varias ocasiones a personas víctimas de plagio y personas que querían huir del dominio de sectas de varios tipos. “En calidad de psiquiatra – explica – valoro si es indicado para los pacientes un tratamiento de psicoterapia, un tratamiento psicofarmacológico o, eventualmente, ambos. La diferencia entre un psiquiatra católico, ateo o agnóstico, está sólo en el hecho que el primero no excluye a priori la verificación de fenómenos preternaturales”. En algunos casos, de hecho, se verifican fenómenos inexplicables a nivel científico. “Tengo que subrayar que eso no sucede frecuentemente. Por ejemplo: un paciente muy agitado no responde de ninguna manera a la acción de fármacos sedativos, o si tiene el efecto opuesto con el notable aumento de la agitación psicomotora”.

Pueden presentarse, uno después del otro, síntomas físicos acompañados de exámenes clínicos absolutamente normales: “Se inflaman los ganglios linfáticos en varios distritos algunas horas – declara la psiquiatra – luego todo desaparece seguido de la aparición de un eritema cutáneo, que a su vez desaparece poco después, dejando un espacio a un dolor en las piernas que impide caminar. Y podría continuar. Repito que todo esto se manifiesta acompañado de visitas médicas, idas al hospital, visitas a urgencias, sin posibilidad de llegar a un diagnóstico”.

Existe además otra serie de síntomas que no se pueden atribuir a trastornos psíquicos. “Se habla de trastorno bipolar – continúa Pace – cuando en una paciente se alternan periodos de excitación – marcado por la hiperactividad, irritabilidad, delirio de omnipotencia, entre otros – y periodos de profunda depresión. Esta es una perturbación prevalentemente psiquiátrica. En algunos casos, en cambio, se tienen cambios de humor, que no son cíclicos como en el trastorno bipolar – meses de excitación, seguidos por meses de depresión – pero absolutamente repentinos y que se alternan en el curso de pocas horas: la persona puede estar tranquila y durante una hora ponerse progresivamente agitada, furibunda, profundamente angustiada, campechana y así sucesivamente”.

Otro episodio que ha marcado profundamente a la psiquiatra fue “el cambio repentino del color cutáneo en una persona. El cutis había adquirido una tonalidad indescriptible y nunca antes vista clínicamente. A ello se asociaba una deformación del rostro y un timbre de voz más bien sin descripción, acompañados de una fuerza hercúlea”. En este caso sólo la fatigosa intervención del exorcista fue eficaz. “La tez readquirió su color. El rostro aparecía dulce y diminuto y así la voz recobró su timbre normal”.

“En estos casos que he resumido, yo me detengo”, sentencia. “Pero antes de llegar a una conclusión de este tipo, el médico debe visitar a una persona muchas veces, valorar la serie de síntomas físicos y psíquicos, las visitas efectuadas y confrontarse con otros colegas. A veces, por lo tanto, sucede que la tarea del psiquiatra termine aquí. Subintra entonces el exorcista: será él, y sólo él, quien sacará las conclusiones, usando el discernimiento entre fenómenos naturales y preternaturales, aquellos que se relacionan con situaciones de vejación, infestación, posesión o posesión diabólica”.

El profesor Giorgio Codarini, psicoanalista y estudioso de demonología, subraya que durante los siglos hubo constantemente el intento de representar la fuerza del mal. Desde finales del ‘800 la neurosis demoníaca se volvió objeto de estudio, de la mano del desarrollo de la psicología y el psicoanálisis. “La tarea del psicoanalista – afirma Codarini – es volver lingüística, transformar en una narración, esa experiencia que raya en el delirio y buscar elementos donde se origina el estado de neurosis. No es una lectura ontológica, no cree en la presencia de seres que encarnan el mal, pero estudia lo que es simbólico. Y hay casos en que admite ser impotente y se detiene”.

Según el psicoanalista existen al menos dos fases que podrían ser demoníacas: las histerias, que son neurosis, en que se registran cambios en la voz, hablar en lenguas desconocidas, y las esquizofrenias, que son psicosis, caracterizadas por disturbios mentales con ataques muy peligrosos, oír continuamente voces o emitir risas anormales. En este caso es como si se tuviera de frente a más de una persona. “No tengo elementos para demostrar que sean posesiones diabólicas – dice Codarini – pero en esas personas percibo algo anómalo en el ritmo al hablar, en la tipología del lenguaje adoptado y en el discurso en su conjunto. El mundo externo es como si no existiera, y existe un goce lejano a él”.

“La voluntad de estas personas se achica, va desapareciendo. El yo ya no es el dueño de la propia casa”. En la histeria, por ejemplo, se tiene amor por seres no humanos, personajes vencedores que vienen del más allá. El ídolo de la histérica es aquel Don Juan que seduce y enamora a las mujeres sin jamás comprometerse con ellas, terminando su vida en el infierno, con el demonio, arrastrado por la estatua de mármol que reproducía al hombre que había asesinado.

El yo que se vuelve incontrolable se ha manifestado también en dos situaciones que recuerda bien el profesor Codarini. “Se trata de dos inmigrantes. Una rumana en estado de neurosis, decía que algunas mujeres la golpeaban y quería lanzarse por la ventana. Muchas veces se le impidió hacerlo gracias a la ayuda de otras personas que la detenían. Un afgano musulmán, era agarrado con dificultad, muchas veces, incluso por seis o siete personas para evitar que se hiciera daño y golpeara la cabeza contra la pared”.

En muchos casos es posible curarse, transformando el estado neurótico o psicótico en un relato, expulsando así, poco a poco, esta “presencia” oscura, inexplicable, que anula el yo. “En otras situaciones, puede decidirse no curar a la persona y, en ese momento, subintra el exorcismo para sacar a la persona de esa especie de prisión”.

Es mucho más radical el pensamiento del padre Raffele Talmelli, psiquiatra y exorcista, autor del libro “Ecco io vedo i cieli aperti”, en el que desenmascara muchas obras del diablo, más actuales que nunca, y muy disimuladas en la posesión diabólica, entre las cuales los falsos misticismos. “La demonología concierne hechos extraordinarios, con personas, a menudo sanas de mente, que se hunden en el mal y lo siembran. Todo esto no tiene nada que ver con la psiquiatría. Y desde la segunda post guerra en adelante, hubo mucha confusión entre las dos cosas”.

En cambio un exorcista “no debería ni siquiera comentar el diagnóstico de un psiquiatra”. En breve saldrá un documento de la Conferencia Episcopal a tal efecto. “Será útil referir la demonología fuera del marco de los fenómenos curiosos”. Una “disciplina” que no tiene nada que ver con sintomatologías como graves saltos de humor, trastornos de la personalidad. Ni es correcto encerrarla a sólo a una fuerza extraordinaria de tipo muscular que podría, en cambio, provenir de una fase maníaca, o a la grosolalia, es decir, hablar lenguas desconocidas que podrían haber sido adquiridas en cualquier circunstancia de la vida “Es necesario prestar atención a otros signos, sobretodo de orden moral, que revelan bajo otra forma, la intervención diabólica”, sentencia el psiquiatra exorcista.

“No digo nada nuevo – prosigue el padre Talmelli – puesto que es el Magisterio de la Iglesia quien habla de posesión diabólica en estos términos. Basta leer el ritual del exorcista, hoy fácilmente localizable en Internet, para darse cuenta que existe una dimensión no únicamente física, que da testimonio de la presencia del demonio”. El sacerdote da el ejemplo de una persona anciana, pero con una enorme vitalidad, poseída por el demonio de los 75 a los 90 años. Era una clarividente, y en quince años escribió 20 mil páginas sin ningún error ortográfico, todas seguidas, durmiendo sólo una hora al día. Una persona que manifestaba dentro de sí una maldad increíble. Buscaba teorizar el mal, a pesar de tener una cultura de base muy limitada y se sentía movida por una fuerza que le garantizaba una energía sin fin.

“Y, sin embargo, piensa el sacerdote – no he sabido que levantara objetos pesados o cometiera otros gestos que comúnmente son asociados a una posesión diabólica. Quiero recordar a todos que cuando Jesús encontró al demonio, éste le leyó un salmo, dando una interpretación distorsionada de la Palabra de Dios. No cometió ningún acto físico contra Jesús o contra sí mismo. Doy otro ejemplo: Hitler era una persona movida por el demonio, un convencido defensor de la pureza de la raza aria, un germen difundido con una maldad indecible a millones de personas.

Por eso estoy convencido que la posesión es algo que entra en una esfera no clasificable por la ciencia, y pertenece a la extraordinariedad de los hechos”.

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