La explotación laboral y la prostitución bajo la lupa de la Iglesia y del Estado
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El pasado 30 de marzo fue una día importante para Rosa. No era su cumpleaños ni la fiesta patronal de su pueblo en el Cusco. Tampoco tendrá feriado ni podrá descansar… Pero lo que le consolaba era recordar una fecha que la hacía visible: el "Día Nacional de los Trabajadores y Trabajadoras del Hogar".
Rosa pertenece a ese calificado grupo de personas que son contratadas por las familias "para que realicen labores de aseo, cocina, lavado, asistencia, cuidado de niños y demás propias de la conservación de una residencia o casa-habitación y del desenvolvimiento de la vida de un hogar, que no importen lucro o negocio para el empleador o sus familiares”, como reza la Ley 27986 que los ampara recién desde el año 2007.
A esta identificación y segmentación de su trabajo, hoy le puede sumar un horario laboral justo, así como la posibilidad de acceder a la educación básica, tener seguridad social, vacaciones y gratificaciones, mientras acumula años para una merecida jubilación.
Sin embargo, Rosa y su familia no olvidan los años aciagos en que vivió casi como una esclava, alejada de su entorno y explotada por un traficante que la engañó con el paraíso soñado…
Ella se convirtió así en una víctima de la Trata de Personas. Fue aquella tarde cuando a los 13 años le arrebataron sus muñecas y se la llevaron por una de las "rutas de la muerte".
La inocencia perdida
Un reporte del Instituto de Criminalidad del Ministerio Público del Perú informó que el 57,3% de las 457 víctimas de trata de personas detectadas en todo el país en el año 2012, tenían entre 13 y 17 años. Los menores eran explotados en diversas actividades laborales, lo que incluye la prostitución.
“Al existir demanda de mano de obra barata o de servicios en trabajos en clubes nocturnos, muchos adolescentes son captados por diversos medios, desde el ofrecimiento de un buen sueldo hasta amenazas o coacción”, detalló a la Unidad de Investigación del diario El Comercio Juan Huambachano, Gerente Central de dicho observatorio.
El Código Penal Peruano en concordancia con los lineamientos del Protocolo de Palermo, tipifica la trata de personas en la Ley Nº 28950: Ley contra la Trata de Personas y el Tráfico Ilícito de Migrantes como un delito contra la libertad en los siguientes términos:
“El que promueve, favorece, financia o facilita la captación, transporte, traslado, acogida, recepción o retención de otro, en el territorio de la República o para su salida o entrada del país, recurriendo a: la violencia, la amenaza u otras formas de coacción, la privación de libertad, el fraude, el engaño, el abuso del poder o de una situación de vulnerabilidad, o la concesión o recepción de pagos o beneficios, con fines de explotación, venta de niños, para que ejerza la prostitución, someterlo a esclavitud sexual u otras formas de explotación sexual, obligarlo a mendigar, a realizar trabajos o servicios forzados, a la servidumbre, la esclavitud o prácticas análogas a la esclavitud u otras formas de explotación laboral, o extracción o tráfico de órganos o tejidos humanos”.
Una retahíla de hechos conforma esta cadena de horror, que va desde la captación a través de amenazas y coacción, hasta el transporte con engaños y la recepción y retención de personas mediante el abuso de poder, o mediante una situación de concesión de pagos o beneficios.
Prohibida la entrada
En el Perú, hay lugares que deben ser analizados con lupa. Si bien algunos funcionan como se debe, otros son instrumentos de fachada para ocultar perversos propósitos de explotación y muerte.
Los tratantes de personas utilizan las agencias de empleos para captar jóvenes con anuncios de trabajo como empleadas del hogar, meseras o las llamadas "ficheras" (personas encargadas de hacer que los clientes de los bares y night clubs consuman licor, y sus ganancias están en función del licor consumido).
Hay que sospechar también de aquellas agencias matrimoniales que se dedican a unir a peruanas con extranjeros, para que luego ellas sean llevadas fuera del país y sometidas a situaciones de esclavitud.
Es triste ver cómo apelan a la vanidad de las jovencitas para "aceptarlas" en agencias de modelos, ofreciéndoles una oportunidad laboral en el mundo del modelaje, cuando lo único que tienen para ellas son noches como damas de compañía que luego derivan en la prostitución.
Las incontables páginas web y redes sociales, junto a chats y blogs, se han vuelto hoy los lugares favoritos donde también se contactan a posibles víctimas mediante todo tipo de engaños orientados a ganarse su confianza.
Ir por ellos
Ante esta realidad, las diversas instituciones gubernamentales, así como civiles y eclesiales han dado un paso adelante para atenuar en parte el daño causado por la Trata de personas.
No solo la promulgación de leyes más drásticas buscan detener y encarcelar a los culpables, sino que hay notables acciones que consiguen rescatar y reinsertar a los jóvenes que ya ejercen la prostitución o el turismo sexual. Es un hecho palpable que algunas agencias de turismo responden a esta demanda y atraen turistas con relativa impunidad.
También se previene la explotación laboral, que supone el aprovechamiento injusto de la labor de una persona para el beneficio de otra, sea en la agricultura, la tala de madera, la minería o el trabajo doméstico.
Se denuncia también la compra y venta de niños, niñas y adolescentes, a los que se explota a través de la mendicidad en calles y plazas, sometidos a altas o bajas temperaturas y al escarnio público.
Hay que ponderar por ello la iniciativa –por segundo año consecutivo–, de la Conferencia Episcopal Peruana a través de la "Campaña Compartir", que mantiene vigente la reflexión en la agenda pública, mientras busca fondos económicos para ayudar a agunas instituciones que contribuyen en el alivio y posible solución de este problema a nivel local.
Importantes proyectos en las ciudades de Chimbote, Cajamarca, Cusco, Piura y Tacna, solo por nombrar algunas, son las que dan hoy una esperanza a mujeres que como Rosa, huyeron del infierno en pos de "la Vida en abundancia" (Jn. 10,10).