Una diócesis española crea una delegación para este ministerio dedicado al servicio de la Palabra, la liturgia y la caridad
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La realidad del diaconado permanente todavía sorprende, incluso entre los católicos. “No se sabe muy bien cuál es nuestro sitio en la Iglesia”, afirma Josep M. Gómez, el diácono que está al frente de la primera delegación diocesana en España para el Diaconado Permanente, recién creada en Sant Feliu de Llobregat.
¿Por qué han creado esta delegación diocesana tan poco habitual?
Es una posibilidad que ya se planteó desde los inicios de la diócesis, hacia el año 2005. La idea era crear un ente dentro del obispado que reuniera a los diáconos y pudiera ser reconocido.
El obispo Agustí Cortés acogió la propuesta con interés y después de algunos años de discernimiento y reflexión ha pensado que la mejor manera de integrar a los diáconos permanentes en la Curia diocesana es mediante una delegación.
¿Ayudará a normalizar la figura del diácono permanente?
Así lo esperamos. Fijándonos en la evolución del diaconado y en la manera como ha ido restableciéndose, nos damos cuenta de que todavía no hay plena conciencia de esta realidad ministerial.
Es una realidad que todavía sorprende. Surgió espontáneamente del Concilio Vaticano y todavía no se sabe muy bien cuál es nuestro sitio en la Iglesia.
En el camino de normalización hemos creído importante que dentro de la institución hubiera un espacio reconocido para quienes tienen una labor concreta dentro de la Iglesia. El objetivo es hacer el trabajo del mejor modo posible, de manera más coordinada con el conjunto de la diócesis y teniendo en cuenta la realidad de nuestra Iglesia local.
Hagamos pedagogía… ¿Cuál es la labor específica del ministerio diaconal?
El servicio de la Palabra, la liturgia y la caridad. Esta triple dimensión es el núcleo de nuestra vocación y debe cuidarse mucho. En primer lugar desde la vida y espiritualidad de los propios diáconos. Formamos parte de un ministerio ordenado y por tanto tenemos que ser una gran cantera.
Son importantes nuestras actitudes, nuestras palabras, para reflejar la belleza de la Iglesia.
Entre los diáconos permanentes no gusta mucho el adjetivo «permanente»…
No es diferente un diácono transitorio de uno permanente. Ni en su vida, ni en su espiritualidad, ni en su ministerio. La esencia del diaconado es el espíritu de servicio. Que el ministerio sea transitorio o permanente es un algo circunstancial.
De todas maneras, actualmente, el reconocimiento canónico es el de diaconado permanente. Por eso es lo que empleamos para el nombre de la delegación.
Fragmento de una entrevista publicada en el semanario Catalunya Cristiana
