Una figura que hay que redescubrir más allá de los compromisos sociales y familiares
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Recuerdo con alegría y gratitud mis tiempos de párroco. Hubo momentos muy gratificantes y hasta emotivos. Cuando hablaba con los padres que venían a pedir el bautismo para su hijo recién nacido, veía en ellos la emoción de ser padres y, a veces, no encontraban palabras para expresar lo que sentían.
Procuraba que la acogida fuera lo más cálida posible, pues éste es un momento cumbre para la familia. Además de darles la enhorabuena les presentaba el plan de preparación que la Parroquia tenía para preparar a los padres y padrinos a un momento tan decisivo en la vida de los hijos. Casi todos aceptaban la propuesta y resolvían las dificultades de horario que a veces hay para asistir a las reuniones.
Pero también había alguno que no entendía la necesidad de una preparación de los padres y menos de los padrinos. A veces habían previsto unos padrinos que no estaban confirmados o carecían de la indispensable experiencia de fe para desempeñar la misión que la Iglesia confía a un padrino de Bautismo, y había que esforzarse para que lo entendieran.
Cuando los sacerdotes y catequistas me habláis de las dificultades que encontráis en la pastoral prebautismal, os comprendo perfectamente. Con esta carta quiero animaros a seguir cuidando esos momentos de evangelización, que lleváis a cabo con ocasión de las catequesis de preparación a éste y a otros sacramentos.
Conviene tener presente los criterios y orientaciones que la Iglesia ha señalado para recibir los sacramentos y, de un modo particular, lo que significa ser padrino del Bautismo. Los padres garantizan solemnemente, en la celebración bautismal, su decisión de transmitir la fe a sus hijos, y de hacerlo ayudados por los padrinos. Padres y padrinos habrán de dar ejemplo de vida cristiana al que va a ser bautizado, dentro de casa y participando en la vida de la Iglesia, sobre todo, en la Eucaristía dominical. Para ello la Parroquia ofrece ese medio de formación, que son las catequesis prebautismales, y recuerda a los padres que han de elegir unos padrinos idóneos, tanto por su madurez humana y cristiana como por su disposición a colaborar con ellos en el crecimiento de la fe del bautizando.
Esta idoneidad de los padrinos se concreta en: pertenecer a la Iglesia Católica, estar confirmados, haber recibido la Eucaristía, llevar una vida congruente con la fe y la misión que asumen, y no haberse apartado de la Iglesia por un acto formal de apostasía.
Recomiendo a los padres que notifiquen a la Parroquia su deseo de bautizar a los hijos con la antelación suficiente como para que puedan organizarse y participar en las catequesis prebautismales. Sería muy hermoso y les ayudaría mucho a vivir el nacimiento del hijo como un don de Dios, si participaran en estas catequesis antes de nacer el hijo que ya esperan.
Estoy seguro de que los sacerdotes seguiréis acogiendo cordialmente a los padres y les ayudaréis a superar las situaciones conflictivas que a veces existen. E invitad a los feligreses adultos que no estén confirmados a recibir este sacramento, que completa el Bautismo y proporciona el don del Espíritu Santo para crecer en la vida cristiana.
Por monseñor Alfonso Milián Sorribas, obispo de Barbastro-Monzón. Artículo publicado originalmente por SIC