Se enteró de su vocación a los 17 años y pastorea una de las zonas más despobladas de Europa, incluso más que Siberia
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Con aguzado sentido común pegado a su tierra, el sacerdote Manuel García Sánchez sufre por el deterioro de su zona, el Norte de Guadalajara, donde hay pueblos habitados por 6 ó 7 personas y en otros se turnan las familias “para no dejarlos solos y que les roben”, dice.
Descubrió su vocación a los 17 años y sigue fiel a ella pastoreando a su grey, repartida por varios enclaves, “para acompañar a morir y enterrar”, aunque también hace de “consejero, porteador de encargos y ayudador de no sé qué cosas…: ¡multiuso!”, entre “ateos, agnósticos, musulmanes, greco-ortodoxos y católicos”. En este sentido, valora la labor de las carteras, “pues conocen y hablan con todos”. Vaticina que ellos serán “los últimos curas” que atenderán esta zona, dado su deterioro generalizado.
-¿Cuándo y por qué te hiciste sacerdote?
En 1978. ¿Por qué?: por la vocación. Empecé en el seminario a los 9 años y a los 17, el primer año que se hizo el COU, “me enteré”: una vez que lo tienes claro vas dando pasos.
-¿Siempre has estado por esta zona del Alto Tajo de Guadalajara?
Al principio estuve en Sacecorbo, después dos años de formador en el Colegio Diocesano de Guadalajara, luego varios años en Campillo de Dueñas, que está entre Zaragoza y Teruel; más tarde dos años en otro pueblo y luego por aquí.
-Actualmente, Manuel ¿qué pueblos atiendes?
Entre dos párrocos y dos vicarios, llevamos catorce pueblos. Voy mayormente a Ablanque, La Riba de Saelices, Saelices de la Sal, La Loma y Ribarrendonda, pero luego me desplazo también a otros sitios.
-Aparte de oficiar la Misa e impartir los sacramentos, ¿qué labor haces en estos lugares?
El cura rural es hoy cura, consejero, acompañante, ayudador de no se qué cosas…: ¡es multiuso! Esta zona es como Teruel y Soria; está desierta en población: ¡2,1 habitantes por kilómetro cuadrado! Son pueblos muy pequeños, con comunidades escasas, con una religiosidad muy propia de cada lugar, en la que quieren conservar sus tradiciones; pero, por otra parte, es todo distinto a épocas anteriores.
Por ejemplo, en un pueblo como Saelices de la Sal, que en invierno tiene cerca de 50 personas, te encuentras con ateos y agnósticos declarados, protestantes, greco-ortodoxos y católicos. Hablas con todos, pero luego cada uno a “su cosa”, te dicen. No es una cultura rural monolítica, como antes que era oficialmente católica, aunque en algunos sitios los de izquierda entraban por una puerta y los de derechas por otra, sin juntarse.
-¿Cómo conviven estas religiones?
No hay ningún problema, porque se hace más fuerte lo personal que las adherencias. Es decir, el boticario puede ser alcalde y ser protestante, pero es la persona la que salva cualquier tipo de confrontación.
-¿Cuál es tu día a día?
Es muy variado. No tiene nada que ver un domingo por la mañana con otro día que te llaman para un entierro. Con mucho tiempo, a veces, entre semana y con épocas en que no tienes tiempo para nada. Es una pastoral muy desigual, porque sólo acompañas a morir, enterrar y apenas otras cosas. Hay pueblos que se quedan dos en invierno; otro en el que se tienen que turnar las familias para que el pueblo no se quede vacío y les roben. Luego, como el médico viene una vez por semana o cada quince días, te piden que les lleves aspirinas. Por ejemplo, una de las mejores labores que están haciendo las carteras es que conocen, hablan con la gente y les traen las cosas que les piden.
-¿Te sientes acompañado en esta misión?
Tenemos el arciprestazgo con un retiro al mes y un día de formación. Los curas que están solos viven la soledad como pueden, aunque cada vez hay menos curas en los pueblos que estén solos: hay un grupo en Molina, otro en Sigüenza… En toda la zona de Molina, hay sólo cuatro que estén en los pueblos, los otros, hasta 18, estamos agrupados.
-¿Cómo definirías ahora la religiosidad de los católicos?
Yo diría que antes parecía que todo iba hacia un sitio y lo que está repuntando ahora en las ciudades aquí ya no se ve, porque no hay jóvenes ni comunidades fuertes. Entonces es muy sui géneris; o sea, el que es católico, es católico convencido y actuante, y el que no lo era, sigue así. A la hora de ir a Misa: igual que en todos los sitios, es decir, tienes cuarenta personas en un pueblo y van cuatro.
-¿Crees que hay alguna solución para este despoblamiento rural?
Tal como está la economía montada, no, porque no da ninguna oportunidad. Es decir, los pueblos tienen ahora definido hasta donde tienen que construir el polígono industrial (ninguno lo tiene por aquí). Quieres poner unas ovejas y te dicen en tal sitio y con tales cosas: tienes que hacer una inversión tal que es imposible. Si alguien viene a vivir aquí no tiene posibilidad de ganar algo. Por ejemplo, los montes, que antes se cuidaban, ahora no los cuidan. Todo lo que han subvencionado lo han hundido.
-¿Nos puedes explicar mejor esto?
Esa es una ley económica clarísima: lo que te subvencionan te lo hunden. ¿Por qué te lo hunden?: porque te llevan del ramal y ya no mandas tú. Al agricultor le dicen ahora “Pipas” y pone pipas para coger la subvención y seguir rulando. Cuanto más han subvencionado las ovejas, menos ovejas hay (quedan tres pastores en toda la zona), con muchas ovejas, pero sólo tres.
El problema no es plantar o no plantar, es que te dicen qué cantidad tienes que producir o debes disponer de un montón de tierra para ser agricultor. Esta zona estaba programada para que no se sembrara nada a partir de 800 metros de altura. Son las leyes que pusieron para quitar la agricultura y la ganadería, para que haya ciervos y caza. Lo de volver a los pueblos, es una utopía. ¿Se puede llamar pueblo donde viven seis personas? Ya no hay pueblos. Nosotros sabemos que somos los últimos curas que vamos a estar por aquí, si no cambia mucho la historia.
-¿Crees que el ingreso en la Unión Europea perjudicó el campo?
Desde el ochenta y pico decidieron que España fuera un país de servicios y qué zonas iban a potenciar y cuáles tenían que hundirse. ¡Y lo están haciendo! Los que hemos decidido quedarnos por aquí contemplamos como vamos lentamente a pique. Nos vamos tan a pique que ahora a la Unión Europea les fastidia que se hayan despoblado tantas zonas como la nuestra y quisieran que hubiera algo más de gente en algunos pueblos, pero ya no hay solución. Yo fui a Cetina, un pueblo que tenía tres mil y pico habitantes y ahora tiene setecientos, y me hice una idea de cómo se quedará Molina de Aragón.
-¿Y cómo lo vives tú que eres de la tierra?
Me costó mucho aceptarlo. Yo monté las primeras huelgas agrarias que hubo en el ochenta y pico y llegué a la conclusión de que hasta eso lo tenían programado.