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El 1 de diciembre se conmemora el aniversario de la muerte violenta de Carlos de Foucauld en Tamanrasset (Argelia) donde vivía en medio del pueblo tuareg.
Si tuviéramos que referirnos en pocas palabras a la relevancia de Foucauld, diríamos que ha sido un hombre que siguiendo a su querido Señor Jesús, se ha enraizado en el corazón de la misión de la Iglesia, ha sabido captar la paciencia de Dios en la realización de sus planes, y, en medio de un mundo que no conoce a Jesús, ha querido ser un Evangelio viviente, encarnándose plenamente en su ambiente, interesándose por el progreso humano y practicando el apostolado de la bondad.
Apostolado de la bondad
Carlos de Foucauld va descubriendo el plan de Dios en el hoy concreto de su existencia y nos ofrece a todos nosotros una llamada "misionera", ya en tierras de otras creencias, ya en tierra de total increencia.
No tanto al estilo de Francisco de Asís, que gritaba el Evangelio por las calles y plazas, o como Jesús en Palestina, sino al estilo de Jesús en Nazaret, siendo Evangelios vivientes, practicando el apostolado de la bondad y colaborando en el desarrollo integral de las personas con las que compartimos comunidad de destino.
Así lo hizo Foucauld con su trabajo científico al realizar el diccionario tuareg-francés y recoger las tradiciones del pueblo con el que se identificó, a sabiendas de que ahora vamos abriendo caminos nuevos, en medio de terrenos inhóspitos, con la confianza y la esperanza de que "quizás tras siglos" nazca la Iglesia allí dónde estamos encarnados, al estilo de Jesús de Nazaret.
¿Quién era Carlos de Foucauld?
Carlos de Foucauld nació el 15 de septiembre de 1858 y murió asesinado el 1 de diciembre de 1916 cuando tenía poco más de cincuenta y ocho años. Se puede decir que estaba en la etapa de madurez de su vida.
Ya a los 43 había iniciado su opción fundamental instalándose en Beni-Abbés, en el corazón del Sáhara argelino. Allí se da cuenta de que hay una multitud de personas por evangelizar y un ministerio muy importante que realizar.
Pero durante los años que pasa en este oasis del desierto va experimentando una nueva transformación. Sale de su clausura.
Acepta con sencillez los acontecimientos que van contra lo que siempre había creído que era la voluntad de Dios y se deja llevar por las circunstancias, que son manifestación de la voluntad divina.
Un tuareg más
Así, esta obediencia al momento presente le conduce a los tuareg, "los hombres azules del desierto", instalándose en medio de ellos el año 1905 en Tamanrasset.
Once años convivirá con ellos, siendo uno de tantos, aprendiendo su lengua, sus costumbres, etcétera con ánimo evangelizador, aunque apenas sea realizando gestos de bondad.
Foucauld se decidió pronto por el léxico, reuniendo los elementos para realizar una gramática y un diccionario.
Recogió textos en prosa, poesías, y preparó un gran diccionario, una verdadera enciclopedia del Hoggar y de los tuareg.
Tuvo una gran alegría haciendo este trabajo, pero su móvil profundo era su amor al mundo tuareg y el deseo de favorecer la comunicación entre estos y los franceses.
Su vida no ha sido, como algunos han dicho "una sucesión de movimientos dispersos", sino un movimiento siempre más profundo que le hace ir adaptándose e inventar.
No hay diferentes carismas de Foucauld. Su carisma es uno, y muchos lo viven acentuando más el Evangelio, la Eucaristía o la Evangelización pero todos a la manera de "Nazaret".
El principio
Carlos de Foucauld nace en Estrasburgo el 15 de septiembre de 1858 en el seno de una familia rica y cristiana. Desde los seis años conoce lo que es ser huérfano de padre y madre.
Como consecuencia de esto ha de ir a vivir con su abuelo, el coronel Morlet, que lo quiere con ternura.
De él recibirá los dones de la simpatía y de la generosidad, el amor por la familia, el país y también el amor al estudio, el silencio y la naturaleza.
Conoce el padecimiento de la guerra de 1870 y la invasión de su ciudad. Con su familia se refugia en Nancy, donde prosigue sus estudios y donde, con gran fervor, realiza su primera comunión.
Le sostiene la fe de su familia, sobre todo de su abuelo y su prima María, a quien admira mucho.
En 1874 se matricula en Santa Genoveva de París para sus estudios, viviendo en régimen de pensionado en los Jesuitas. Como quiere ser militar, entra en la escuela de Saint Cyr.
En búsqueda
Son años de despreocupación. No trabaja, trae una vida solitaria, pierde el tiempo, anda vagando, se entretiene con obras literarias y no encuentra sentido a la vida.
Con gran pesar, a los 19 años pierde su abuelo, a quien admiraba mucho por su inteligencia y su ternura. Algo se rompe en él y su vida va a la deriva.
De desesperación se abandona, se deja estar, va de fiesta en fiesta, malgastando la herencia de su abuelo. Su familia está muy triste.
A pesar de todo, acaba sus estudios en la escuela de Caballería de Saumur. Tiene veinte años y hace una carrera corta en el ejército, porque a los 24 años renuncia a este para ir a explorar Marruecos.
Para este viaje se prepara estudiando el árabe en Argel (Argelia) y aprende todo lo que ha de utilizar para este proyecto. Se pone en contacto con el rabí Mardoqueo, que acepta guiarlo disfrazado de judío.
Realiza una verdadera expedición científica, de tres mil kilómetros de recorrido, con mucho éxito, y la Sociedad de Geografía de Francia le concede la medalla de oro.
El gran giro de su vida
El viaje a Marruecos lo conquista. Le conmueve la hospitalidad de la gente, su fe en Dios manifestada públicamente y su oración. Pero interiormente no se siente satisfecho.
De vuelta en París, empieza a entrar a la iglesia, donde pasa largas horas repitiendo esta oración: "Dios mío, si existes, haz que te conozca".
Su prima le aconseja ir a visitar al padre Huvelin, vicario de la parroquia de san Agustín, que resultará un encuentro decisivo en la vida de Foucauld.
Este le pedía lecciones de religión y Huvelin le hizo arrodillarse y confesarse, para después darle la comunión.
Unas palabras del padre Huvelin, pronunciadas durante uno de sus sermones, le impactaron: "Nuestro Señor tomó de tal manera el último lugar, que nadie se lo puede arrebatar".
A partir de entonces tan sólo piensa en seguir a Jesús pobre.
Huvelin le aconseja una peregrinación a Tierra Santa, que le ayude a descubrir el rostro concreto de Jesús.
Lo encuentra en Jerusalén y en el Calvario. Pero en Nazaret toma conciencia de la importancia de la vida oculta de Jesús que vivió la mayor parte de su vida como un pobre artesano de pueblo.
A partir de entonces Nazaret permanecerá como una búsqueda constante de la imitación de Jesús que lo irá llevando cada vez más lejos. En una carta a su amigo Henry de Castries afirma:
"Tan pronto creí que había un Dios, entendí que no podía hacer otra cosa que vivir en Él: mi vocación religiosa nace en el mismo momento que mi fe: Dios es tan grande. Hay tanta diferencia entre Dios y todo el que no es Él...".
El 15 de enero de 1890 entró a la Trapa de la Virgen de las Nieves en Francia, tomando el nombre de Mará-Alberico. Meses más tarde, fue enviado a la Trapa de Akbés, en Siria.
Allí se encuentra muy bien, apreciando el trabajo manual que le acercaba a Jesús de Nazaret.
Pero empujado por la búsqueda apasionada por imitar Jesús de Nazaret, dejó la Trapa en febrero de 1897.
De Nazaret al Sáhara
Animado por el padre Huvelin, marcha a Tierra Santa al lugar dónde Jesús vivió, por llevar una vida escondida.
Durante tres años fue servidor del Monasterio de las Clarisas de Nazaret, viviendo pobremente en una cabaña.
Allí pasó muchas horas de adoración silenciosa meditando las Escrituras. Hasta ahora no había querido ser sacerdote, porque temía alejarse de la pobreza y del último lugar.
Pero acepta ser ordenado a los cuarenta y tres años, por llevar a Jesús a los más abandonados.
En una carta escrita a Henry de Castries, le dice:
"No se trata, por ahora, de convento; mucho menos de predicación, ni de idas y venidas, sino de establecerme en un lugar francés del Sáhara sin sacerdote, vivir allí sin título oficial de ninguna clase, como sacerdote libre, yendo cada día a la enfermería a consolar los enfermos, traerles los sacramentos, velarlos y enterrarlos cristianamente si mueren".
Va al Sáhara y se instala en Beni Abbés (Argelia), cerca de la frontera en Marruecos, país en el que pensaba residir cuando las circunstancias fueran propicias.
En una carta a Monseñor Guerin cuenta como transcurren allí sus días:
"Los pobres soldados vienen siempre a mí. Los esclavos llenan la casa que se les ha construido. Los viajeros vienen derechos a la 'Fraternidad'. Los pobres abundan... Todos los días hay huéspedes para comer y dormir, etc.".
Durante el año 1902 no cesa de denunciar ante las autoridades la injusticia de la esclavitud. En una carta al padre Martin afirma:
"Hace falta querer la justicia y odiar la iniquidad, y cuando el gobierno comete una gran injusticia contra aquellos que tenemos a nuestro cargo, hace falta decírselo... no tenemos derecho a ser centinelas dormidos o perros mudos o pastores indiferentes".
En junio de 1903, su amigo el coronel Laperrine, le cuenta el bello testimonio de una mujer tuareg que, tras una batalla, se opuso a que mataran a los soldados heridos, cuidándolos ella misma, y haciendo que los repatriaran a Trípoli.
Carlos de Foucauld, sorprendido por este gesto y pese a que le cuesta dejar Beni-Abbés, siente la llamada hacia los tuareg, que para él son los más abandonados.
Al país tuareg del Hoggar en el sur de Argelia
Atento a los acontecimientos, parte hacia el Hoggar el 13 de enero de 1904.
Después de un largo viaje por el desierto, descubre a los tuareg y es aceptado por Moussa Ag Amastane, jefe de la tribu del Hoggar, instalándose en Tamanrasset, donde crecerá la amistad entre ambos a lo largo de los años.
Hace grandes recorridos conociendo a la gente en su vida y participando en ella. Aprende su idioma e inicia un gran trabajo lingüístico por respeto y amor a su cultura.
El hermano Carlos transcribe los poemas que se cantan durante la noche alrededor del fuego, y en donde se transmite el alma del pueblo tuareg.
Mira a todos como hermanos, conviviendo con ellos y formando parte de su familia. De todas partes vienen a pedirle consejo.
Comprende que sus amigos aspiren a tener mejores condiciones de vida y trata de ayudarlos.
Durante el hambre de 1906/1907, comparte todo lo que tiene y cae muy enfermo. Los tuaregs lo cuidan ofreciéndole algo de leche de cabra, que han de ir a buscar muy lejos.
A partir de este cambio de situación, la amistad entre los tuaregs y el hermano Carlos se profundiza.
Fundador
Hacía mucho tiempo que quería fundar una familia religiosa, pero está solo. En su diario de 1909 encontramos este texto:
"Mi apostolado tiene que ser el apostolado de la bondad. Viéndome tienen que decirse: Puesto que este hombre es tan bueno, su religión debe ser buena. Y si me preguntan por qué soy manso y bueno, debo decir: porque soy el servidor de alguien que es más bueno que yo. ¡Si supieran qué bueno es mi maestro Jesús!...
Yo querría ser lo suficiente bueno para que se diga: si así es el servidor, ¿cómo tiene que ser el Maestro?".
El hermano Carlos va a Francia tres veces. Ve su familia y constituye una asociación denominada Unión de hermanos y hermanas del Sagrado Corazón, que tenía los siguientes objetivos, tal y como se puede ver en el texto que Foucauld dejó con el nombre de Consejos Evangélicos o Directorio:
1. Vida evangélica imitando al “Modelo Único”
2. Vida Eucarística, desarrollando el sentido del sacramento del amor
3. Vida apostólica, por la vía de la bondad en medio de los más necesitados.
Si el grano de trigo no cae en tierra...
Las repercusiones de la primera guerra mundial llegan hasta el Hoggar. La violencia y la inseguridad dominan estas regiones. Durante la mañana del 1º de diciembre de 1916 escribe a su prima:
"Nuestra abyección es el hecho más poderoso que tenemos para unirnos a Jesús y hacer bien a las almas".
Al atardecer del mismo día, durante una operación de los rebeldes sinusitas, se deja coger sin resistencia y lo matan al ver llegar a dos soldados franceses que traían el correo.
En contra de su propia voluntad, ya que quería ser enterrado donde muriera, algunos años después, el 18 de abril de 1929, los restos del "tuareg universal", excepto el corazón depositado en un cofre que quedó a Tamanrasset, fueron trasladados a El Golea, a los pies de la primera iglesia de los Padres Blancos en el Sáhara.
A más de mil kilómetros de distancia, hacia el norte, y a 950 kilómetros de Argel.
El domingo 13 de noviembre de 2005 fue beatificado en Roma por el papa Benedito XVI, quien dio gracias a Dios por el testimonio del padre de Foucauld con estas palabras:
"A través de su vida contemplativa escondida en Nazaret encontró la verdad de la humanidad de Jesús, invitándonos a contemplar el misterio de la Encarnación. Descubrió que Jesús, vino para unirse a nosotros en nuestra humanidad, invitándonos a la fraternidad universal, que vivió mas tarde en el Sáhara, dándonos ejemplo del amor a Cristo".
"Como sacerdote -continuó diciendo- puso a la Eucaristía y el Evangelio en el centro de su existencia".
El nacimiento de las Fraternidades
Luis Massignon, amigo de Carlos de Foucauld, hace que René Bazin publique la biografía de Foucauld, que será un texto clave, cargado de fuego, aunque imperfecto por su estilo y visión de la época.
Además Massignon publica Los Consejos Evangélicos o Directorio de Carlos de Foucauld y sigue sus consejos casi al pie de la letra, de una manera eremítica, si se puede decir, como solitario en el mundo.
Aquellos y aquellas que se reúnen de una manera secreta y callada alrededor del Directorio tendrán la misma actitud.
Durante diez años se dirigen a Massignon numerosos lectores de Bazin que se interesan por los diversos proyectos de Foucauld.
Sorprende que el primer grupo que surge del padre Foucauld bajo la guía de Suzanne Garde, el Grupo Carlos de Foucauld, sea una fundación que es estrictamente laica, cosa que en aquel momento, 1923, era revolucionario.
La primera congregación religiosa que nace del padre Foucauld fue la de las Hermanitas del Sagrado Corazón.
Fue fundada gracias a una viuda de cuarenta y tres años, Macoir-Capart, que habiendo leído a René Bazin y tras la muerte de su marido en 1928, quiere poner en práctica la regla indicada por Foucauld en una congregación femenina.
El 8 de septiembre de 1937, el padre René Voillaume, que también se había encontrado con Massignon, tomó el hábito, con otros cuatro compañeros, en la basílica de Montmartre.
Dejan París hacia La Abiodh Sidi Cheikh, en el Sur argelino, donde establecen su fraternidad. Al principio se denominan Hermanitos de la Soledad y pronto se llamarán...
Hermanitos de Jesús
El 7 de mayo de 1947 René Voillaume fundó con tres hermanos la primera fraternidad obrera en Aix-en-Provence.
Cuatro años más tarde se publicó el libro En el corazón de las masas, que sobrepasó los 100.000 ejemplares.
Las Hermanitas de Jesús nacieron el 1939, gracias a la hermana Magdaleine de Jesús, y hoy en día están repartidas por todo el mundo en trescientas veintiuna fraternidades, manifestando el amor gratuito de Dios a través de la amistad y la solidaridad.
El año 1956, René Voillaume fundó también los Hermanitos del Evangelio extendidos por todo el mundo.
La gran familia del hermano Carlos de Foucauld
Hoy en día la Asociación Carlos de Foucauld reúne a un numeroso número de grupos que se llaman y son discípulos del hermano Carlos de Foucauld.
Además de los ya mencionados hace falta citar a las Hermanitas de Nazaret, fundadas en Bélgica, los Hermanitos de la Cruz (Canadá), los Hermanitos de la Encarnación (Haití), las Hermanitas del Corazón de Jesús (República Centro Africana), la Fraternidad Jesús Caritas, (Instituto Secular Femenino), Fraternidad Sacerdotal Jesús Caritas, la Fraternidad Secular Carlos de Foucauld, la Comunidad de Jesús, nacida en Barcelona gracias a Pere Vilaplana Puntí, la Comunità Jesus Caritas (Italia), la Fraternidad Carlos de Foucauld (Asociación de fieles: laicas con celibato), el Grupo Charles de Foucauld, otro en Vietnam, etcétera.
La Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld es una unión espiritual, más allá de espacio y tiempo, entre hermanos y hermanas seguidores de Jesús de Nazaret.
En el carisma del hermano Carlos, vivimos de un modo especial la llamada al desierto, al "silencio interior", ya sea en la ciudad o en lugares apartados con el ecumenismo, el diálogo interreligioso y el compromiso por la paz como misión.
Esta llamada especial no impide que vivamos en plenitud nuestro propio Nazaret (vida de familia, trabajo, compromisos sociales, políticos, sindicales y eclesiales) en favor de la justicia y de la solidaridad, o nuestra propia Palestina, predicando que el mundo que Jesús nos propone es posible, gracias al testimonio amical de la propia vida.
Por José Luis Vázquez Borau, fundador de la Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld.