Marcho lleno de recuerdos felices que se convertirán en oración
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Señor Vicepresidente de la República,
Distinguidas Autoridades nacionales, estatales y locales,
Sr. Arzobispo de San Sebastián de Río de Janeiro,
Sres. Cardenales y Hermanos en el Episcopado,
Queridos amigos:
En breves instantes dejaré su Patria para regresar a Roma. Marcho con el alma llena de recuerdos felices; y éstos –estoy seguro- se convertirán en oración. En este momento comienzo a sentir saudades [nostalgia]. Saudades de Brasil, este pueblo tan grande y de gran corazón; este pueblo tan amigable. Saudades de la sonrisa abierta y sincera que he visto en tantas personas, saudades del entusiasmo de los voluntarios. Saudades de la esperanza en los ojos de los jóvenes del Hospital San Francisco. Saudades de la fe y de la alegría en medio a la adversidad de los residentes en Varghina. Tengo la certeza de que Cristo vive y está realmente presente en el quehacer de tantos y tantos jóvenes y de tantas personas con las que me he encontrado en esta semana inolvidable. Gracias por la acogida y la calidez de la amistad que me han demostrado. También de esto comienzo a sentir saudades.
De modo particular agradezco a la señora presidenta, aquí representada por su Vicepresidente, por haberse hecho intérprete de los sentimientos de todo el pueblo de Brasil hacia el Sucesor de Pedro. Agradezco cordialmente a mis hermanos obispos y a sus numerosos colaboradores que hayan hecho de estos días una estupenda celebración de nuestra fecunda y gozosa fe en Jesucristo. Doy las gracias especialmente a don Orani Tempesta, arzobispo de Río de Janeiro, a sus obispos auxiliares y Don Raimundo Damasceno, presidente de la conferencia episcopal; a todos los que han participado en las celebraciones de la eucaristía y en los demás actos, a quienes los han organizado, a cuantos han trabajo para difundirlos a través de los medios de comunicación. Doy gracias, en fin, a todas las personas que de un modo u otro han sabido responder a las exigencias de la acogida y organización de una inmensa multitud de jóvenes, y por último, pero no menos importante, a tantos que, muchas veces en silencio y con sencillez, han rezado para que esta Jornada Mundial de la Juventud fuese una verdadera experiencia de crecimiento en la fe. Que Dios recompense a todos, como sólo Él sabe hacer.
En este clima de agradecimiento y de saudades, pienso en los jóvenes, protagonistas de este gran encuentro: Dios los bendiga por este testimonio tan bello de participación viva, profunda y alegre en estos días. Muchos de ustedes han venido a esta peregrinación como discípulos; no tengo ninguna duda de que todos marchan como misioneros. Con su testimonio de alegría y de servicio, ustedes hacen florecer la civilización del amor. Demuestran con la vida que vale la pena gastarse por grandes ideales, valorar la dignidad de cada ser humano, y apostar por Cristo y su Evangelio. A Él es a quien hemos venido a buscar en estos días, porque Él nos buscó primero, nos ha enardecido el corazón para proclamar la Buena Noticia, en las grandes ciudades y en las pequeños poblaciones, en el campo y en todos los lugares de este vasto mundo nuestro. Continuaré alimentando una esperanza inmensa en los jóvenes de Brasil y del mundo entero: por medio de ellos, Cristo está preparando una nueva primavera en todo el mundo. Yo he visto los primeros resultados de esta siembra, otros gozarán con la abundante cosecha.
Mi último pensamiento, mi última expresión de saudade, se dirige a Nuestra Señora Aparecida. En aquel amado Santuario me he arrodillado en petición por la humanidad entera y en particular por todos los brasileños. He pedido a María que refuerce en ustedes la fe cristiana, que forma parte del alma noble de Brasil, como de tantos otros países, tesoro de su cultura, voluntad y fuerza para construir una nueva humanidad en la concordia y en la solidaridad.
El Papa se va, les dice "hasta pronto", un "pronto" con nostalgia (saudadoso) y les pide, por favor, que no se olviden de rezar por él. Este Papa necesita la oración de todos ustedes. Un abrazo a todos. Que Dios les bendiga.