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El Papa Francisco y las claves de Aparecida (II)

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©ALESSIA GIULIANI/CPP

Jaime Septién - publicado el 18/07/13

Susana Nuin explica lo que significó el trabajo de Bergoglio para la Iglesia en América

Esta segunda parte de la intervención de la doctora Susana Nuin Núñez, secretaria ejecutiva de Comunicación y Prensa del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), extractada de una conferencia en Washington sobre las relaciones entre las iglesias latinoamericanas y del Caribe con la Iglesia de Estados Unidos, centra su atención en el encuentro de Aparecida y en el texto final que de la Asamblea de obispos emanó.

Llamado por muchos actores iberoamericanos como un “Pentecostés” para la Iglesia del continente que concentra la mitad de católicos que hay en el mundo –también participaron obispos de Estados Unidos y Canadá—Aparecida cuenta en la doctora Nuín Núñez con un testigo de excepción y con una divulgadora extraordinaria del cimiento de la Misión Continental que hoy se lleva a cabo en cada diócesis y parroquia de América.

La primera parte de esta entrevista puede leerse aquí

– ¿Qué hay en su recuerdo de Aparecida?

Tuve el regalo de participar como asesora en la Quinta Conferencia de Aparecida. Fue una experiencia muy especial.

– ¿Por qué muy especial?

Porque era una experiencia donde participaron más o menos 300 obispos. En total éramos unas 390 personas. Había laicos y consagrados, consagradas, obispos, sacerdotes, personas de otras iglesias y de otras religiones. Fue una Asamblea y la característica que tuvo fue que estuvo tan bien preparada Aparecida, con un documento de participación previo. Por lo cual muchas de las iglesias que desearon participar de América Latina lo pudieron hacer. Y esa participación permitió que se llegara a la Asamblea de la Quinta Conferencia con elementos y un camino hecho en el concebir qué era lo que se estaba sintiendo especialmente en América Latina y el Caribe.

– ¿Cuál fue la experiencia más fuerte?

Una experiencia fuerte de comunión.  Me acuerdo que un día vino un periodista y me dice: “¿Pero usted no cree que esto está siendo un poquito light?”. “¿Ah, sí? – le digo. ¿Por qué?”. “Mire, porque en realidad yo veo que al final llegan a una conclusión, digamos, siendo tan distintos”. Entonces, yo le digo: “No, esa es justamente la clave, que siendo tan distintos…”.

Había obispos que venían de experiencias… algunos amenazados, en el Amazonas. Otro que, quizás venía de su oficina, detrás del escritorio y que nunca habían conocido esa realidad. O sea, el Cuerpo de Cristo está formado por las personas más variadas, también por los señores obispos más variados. En medio de esa diversidad se llegó a una experiencia muy fuerte de comunión. Un día le digo a un obispo: “Monseñor, veo que usted ha faltado estos días, ¿no estuvo bien de salud?”. Y me dice: “Claro m’hija, yo nunca viví veinte días en esta intensidad de comunión, tengo la presión por el techo”.

– Totalmente comprensible…

Son experiencias nuevas, son experiencias fuertes. Yo también hice la experiencia de sentir como que algo de mi corazón se tenía que rasgar para poder abarcar esa realidad, que para mí era nueva por lo que suponía de diversidad y de comunión en simultáneo.

– ¿Y el documento final?

Sobre esta experiencia, el documento no fue que salió porque se reunieron los obispos y dijeron “vamos a hacer un documento”. Eligieron hacer un documento aparte de la Asamblea. Por lo tanto, se dice que Aparecida es un texto en contexto. O sea, que fue un texto hecho en un contexto. En un contexto de vida, en un contexto de comunión surge Aparecida. Ahí se elige también quién iba a ser el presidente de la Comisión que redactaría el documento. Se elige una Comisión, de la cual participaron al menos diez obispos. Muy reconocidos todos ellos de América Latina. Y se elige el presidente.

Y eligen entre ellos al cardenal Jorge Mario Bergoglio, para ser presidente de esa Comisión de redacción del documento. Se dice que, en realidad, el trabajo del cardenal Bargoglio, en ese momento, fue un trabajo de filigrana. Lo pudimos ver también, porque evidentemente no era un documento escrito por teólogos. No era un documento escrito por teólogos, fue un documento hecho por una Asamblea de obispos y eso es, quizás, la novedad más grande que reúne Aparecida.

– ¿Cuál es el gran salto de Aparecida?

Aparecida con una palabrita que saca, cambia sustancialmente todo. Porque habla de discípulos misioneros. No dice discípulos “y” misioneros. Una “y” puede cambiar el significado rotundo de algo.

– ¿Qué quiere decir con eso?

Que todos somos discípulos y no somos discípulos sino somos misioneros. Y no somos misioneros sino somos discípulos. Es constitutivo que yo sea discípula y a su vez sea misionera. Que la vida que emerge de mí ser discípula me haga misionera. No es algo que se me agrega, no me pongo la mochila para salir a ser misionera. Mi vida tiene que ser misionera, mi vida de discípula. Este es el gran paso.

– ¿Es como que no hay un adentro y un afuera en la Iglesia?

…es como que nuestra vida es o no algo. O sea, no podemos tener doble faz, para el domingo, para el lunes o para el día que vamos a la Iglesia y para las veinticuatro horas, otra. Es un paso enorme, enorme. Y otro elemento fundamental es que allí se habla de conversión de todos. Todos tenemos necesidad de convertirnos. Y esto es impresionante, porque yo lo veo trabajando en el Celam. Es algo que los obispos han hecho suyo, el sentir que todos estamos llamados a convertirnos.

– ¿Por qué?

Porque estamos todos en la escuela y en el seguimiento de Jesús de Nazaret.  Aparecida tiene sus raíces teológicas muy fuertes puestas en la vida trinitaria, en la relación del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo como fundamento teológico bíblico. Esto es muy hermoso porque da sentido a toda la dimensión comunitaria. No es sólo: estemos juntos para ser un equipo intimista de personas que se reúnen para alimentarse y estar en sí. Es justamente una comunidad a imagen y semejanza de la comunidad trinitaria, la comunidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pero esto lo plasma Aparecida de una forma muy tangible, muy cercana a todos nosotros. Hace un análisis muy interesante.

– El documento comienza agradeciendo…

Esto a mi me parece muy bueno, porque todos nosotros, no obstante las miles de dificultades que vivimos, podemos agradecer a Dios por la vida y por todo lo que la vida nos da.

– Uno de los elementos transversales del documento es, justamente, la vida, ¿no es así?

Pero la vida no sólo cuando recurrimos y hablamos de la vida que se debe proteger del aborto o de la eutanasia. La vida digna para todas las personas, quiere decir, nacimiento, quiere decir casa, quiere decir familia, trabajo para la familia, educación. Quiere decir una serie de elementos que constituyen una vida digna. Eso es como un elemento transversal.

– ¿Otro elemento transversal de Aparecida es la comunicación?

En sí el párrafo que habla de comunicación casi le diría que es muy sencillo. Pero, en cambio, todo el resto habla de comunión, de testimonio, habla del paso que debemos dar de vivir una Iglesia afuera y otra dentro, sino de ser la Iglesia que va hacia todos. En realidad, el documento es de una riqueza muy grande.

Y también detecta muy bien cuáles son los rostros dolorosos de América Latina y del Caribe, que muchos de nosotros los conocemos porque los tenemos en nuestras propias familias, en nuestros barrios, en nuestras parroquias, en las comunidades eclesiales de base. Donde vivimos encontramos esas situaciones dolorosas, rostros de pobreza, rostros de miseria, rostros de distinto tipo. Y Aparecida no deja de nombrarlos por su nombre.

– ¿Es una propuesta muy fuerte?

… y yo diría, en términos muy callejeros, una propuesta a que nos arremanguemos. A que nos subamos las mangas y pongamos las manos en la pasta. Realmente no puede haber una evangelización que no lleve a una transformación de la realidad, sino queda en algo espiritual que no logra transformar la realidad.

Cuando se habla en las Escrituras de “cielos nuevos y tierras nuevas” no se está hablando de algo que algún otro, que no seamos nosotros, debe construir. Es una invitación, justamente, a que podamos construir cielos nuevos y tierras nuevas con nuestra vida comunitaria, con nuestra vida personal, con nuestra vida grupal, con nuestra vida social. No hay evangelización real si no parte de un cambio de la realidad en que vivimos. Es una evangelización parcial. Y esta es una de las grandes propuestas de Aparecida.


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