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Los movimientos pentecostales y carismáticos, un reto para la Iglesia

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Aleteia Team - publicado el 25/04/13
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Para salir a su encuentro y dialogar es necesario conocerlosPara el cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, en el sur del mundo, el “problema primario” de hoy de la Iglesia católica no es ya el diálogo con las Iglesias cristianas históricas, sino la relación con la galaxia de movimientos “evangélicos,  pentecostales y carismáticos”, que consideran las divisiones de los cristianos una rémora europea e incluso “colonial”, a menudo ignorándolas o considerando que los límites entre las diversas confesiones no son determinantes, y promoviendo por tanto conversiones y proselitismo.
 
El purpurado participó en un congreso organizado en Roma del 9 al 11 de abril por los obispos alemanes sobre este fenómeno, que se debe “tomar seriamente en consideración”, y plantea una pregunta; “¿qué hacemos? ¿Porque la gente que pertenece a nuestras Iglesias, no sólo la católica sino también las protestantes, se aleja?”
 
El congreso de Roma constituía la conclusión provisional de un vasto proyecto de investigación del “Grupo de trabajo científico para tareas relacionadas con la Iglesia universal” del episcopado alemán. El crecimiento de los nuevos movimientos representa un fenómeno difundido en todo el mundo, aunque Europa se ve aún poco afectada. La Iglesia católica sufre por el florecimiento de las comunidades pentecostales y evangélicas sobre todo en América Latina y en África occidental, y donde hay escasez de sacerdotes y religiosas (Explizit, 11 abril).
 
Se calcula que los miembros de las Iglesias pentecostales en el mundo son más de 400 millones. Desde el año 2000, explicó uno de los mayores expertos, el profesor Philip Jenkins, carismáticos y pentecostales en todo el mundo están aumentando al ritmo de casi 19 millones cada año. El Centro de Investigación “para el Estudio del Cristianismo Global”, de EE.UU., afirma que en 2000 los creyentes carismáticos/pentecostales eran ya casi 582 millones; para el 2025 se prevé que llegarán a 800 millones (Vatican Insider, 11 de abril).
 
El punto de partida para estudiar el fenómeno ha sido constatar que la globalización y la secularización no han llevado, como se preveía en los años 60 y 70, al final de la fe. El profesor alemán Karl Gabriel, que habló más bien de un “verdadero y auténtico boom de religiones”, presentó una investigación realizada en cuatro países modelo – Costa Rica, Filipinas, Hungría y
Sudáfrica – explicando que las formas carismáticas del cristianismo están creciendo por varios factores, como los “desajustes sociales y económicos del Sur del mundo”, frente a los cuales los nuevos movimientos ofrecen a sus propios seguidores “identidad y significado”, “refuerzan la autoestima” y permitiendo “sentirse en casa”. Muy fuerte es también el factor “milagros” y “curaciones”, sobre todo en contextos en los que prevalece la pobreza.
 
La Iglesia católica puso en marcha en 1972 el diálogo internacional católico-pentecostal, que para monseñor Juan Usma Gomez, experto del movimiento pentecostal para el dicasterio vaticano, ha permitido “superar prejuicios e ideas preconcebidas” pero también “afrontar temas difíciles como el proselitismo y la conversión”. La “demonización” del fenómeno, ha constatado, ha impedido a los católicos comprender la fuerza de estas realidades y ha hecho subestimar su poder de conseguir adeptos.
 
El congreso de Roma, en el que han participado cardenales, obispos y expertos de cuatro continentes y 20 países, fue inaugurado por el arzobispo de Bamberg (Alemania) Ludwig Schick, presidente de la Comisión de la Iglesia universal de la Conferencia episcopal alemana, para quien es necesario “entrar en diálogo ecuménico también con estos movimientos”, dialogo posible “sólo si se los conoce de verdad” (Dom Radio, 11 abril).
 
Estas realidades, indicó, cuestionan a los católicos en muchos sentidos, por ejemplo por el fuerte peso que dan a temas como el pecado y la culpa, la condena y el perdón, el paraíso y el infierno, la imagen de Dios y de Cristo, así como por la vivaz liturgia. Respecto a esta última, se nos plantea “hasta qué punto las iglesias locales pueden organizar sus celebraciones según sus necesidades específicas y al mismo tiempo permanecer unidas a la gran Iglesia católica”. Si en América Latina la mayor parte de los grupos se ha separado de la Iglesia católica, en Filipinas, por ejemplo, se ha quedado dentro, mientras que en África se mezcla a menudo con la creencia en los espíritus y en los ritos de curación.

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