Hayan pasado o no por su primera comunión, aquí hay algunas ideas para ayudar a los niños a profundizar en su fe en Jesús-Eucaristía y vivir con una mayor proximidad a Él
Ludovic, de 10 años, sale de la iglesia después de misa. Ante los ojos atónitos de uno de sus primos, se saca una hostia del bolsillo y, entre risas, dice: “El cuerpo de Cristo” y se la come.
En el momento de la comunión, había colocado la hostia consagrada en el bolsillo a escondidas de todos y creía hacer gala de osadía al mostrar esta “proeza” a su primo.
Triste proeza, ciertamente, que muestra sin duda que Ludovic no ha comprendido gran cosa de la Eucaristía. Este tipo de comportamiento no es tan raro como podría pensarse, y debería motivarnos a tomar la firme decisión de educar a los niños con respecto a la Eucaristía.
La respuesta es –o debería ser– evidente: el pan y el vino consagrados ya no son pan y vino, sino el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Dice el Catecismo:
“Por la consagración del pan y del vino se opera la conversión de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre (…). La presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y dura todo el tiempo que subsistan las especies eucarísticas”.
Los gestos de adoración expresan y sostienen nuestra fe. Respetamos las Santas Especies porque creemos que Jesús está realmente presente en ellas.
Pero lo inverso también es cierto: los gestos de adoración nos ayudan a creer que la hostia consagrada es Jesús.
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