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¿Sueñas con un mundo mejor? Sigue este consejo de Santa Teresita

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Edifa - publicado el 09/12/19

¿Quieres construir grandes proyectos, cambiar tu vida y la de tu familia, tal vez incluso el mundo, pero no sabes cómo hacerlo? Déjate guiar por Santa Teresa del Niño Jesús.

En la última página del último cuaderno que escribió, Santa Teresita del Niño Jesús hizo una observación que no debe pasar desapercibida. Esta observación es aún más preciosa cuando la Hermana Teresa de Lisieux, sin apenas fuerzas, extrae energía para anotarla. Escribe que le está pidiendo a Jesús que la atraiga a su amor de la misma forma que las limaduras de hierro son atraídas por el imán. Luego, meditando con el evangelio de Marta y María, se maravillaba de la actitud de María a los pies del Señor que “escuchaba su dulce y ardiente palabra”.

Teresa anota: “(Esto), todos los santos lo han entendido y más particularmente quizás aquellos que llenaron el universo de la iluminación de la doctrina evangélica. ¿No es en la oración que los santos Pablo, Agustín, Juan de la Cruz, Tomás de Aquino, Francisco, Domingo y tantos otros ilustres amigos de Dios, han dibujado esta ciencia divina que deleita a los más grandes genios?” Fue la oración lo que les permitió hacer grandes cosas.

La clave del éxito de los grandes proyectos es…

“El Todopoderoso ha dado su apoyo: Él mismo y sólo Él, subraya Santa Teresa de Lisieux. Como palanca, Él dio la oración, la cual se enciende con amor. Y así es cómo podemos levantar el mundo. Así es como los santos que todavía son militantes lo levantan y cómo, hasta el fin del mundo, los santos que vendrán también lo levantarán.”

Pero, ¿cómo se pueden llevar a cabo estos grandes proyectos? Santa Teresa da la clave del éxito: ¡Confía en la oración! En otras palabras, cuanto más quieres hacer, te ayudará sumergirte en lo que te dará la impresión de no hacer nada: orar. Cuanto más quieres actuar, más tienes que descansar en Dios. Cuanto más prisa tienes, más urgente es pasar tiempo con el Señor.

El fervor da sabor a la oración

¡Pero ten cuidado de no olvidarte de orar con fervor! Quien ora fervientemente, además de la alegría que tiene de pasar un momento con “Aquel que nos ama”, experimenta que sin Él no puede hacer nada, porque saca su fuerza de Él. Aprende, en silencio, que es inútil dirigir el mundo o construir grandes proyectos, si no se ha tomado el tiempo de confiar en Aquel sin quien nada es posible.

A menudo, lo que falta a los que se embarcan en grandes proyectos es el fervor en la oración y la perseverancia en la acción. Porque el fervor da a la oración esa intensidad sin la cual corre el riesgo de convertirse en una obligación sin gusto, en una rutina sin alma, o peor aún, en un tiempo muerto.

El fervor anima la oración. Hace de la oración un aliento indispensable, un acto de fe, un momento de felicidad. Sin ella, existe un alto riesgo de abandonar la oración porque a nadie le gusta molestarse en orar, nadie quiere perder su tiempo.

El fervor es uno de los rostros del amor que tenemos al Señor. Es lo que nos empuja a contemplarlo en la oración, a adorarlo y a confiar en Él, para que nos muestre su voluntad.

En la oración maduran las grandes ideas

De la oración nace la valentía para afrontar los peligros y para afrontar el futuro, siempre incierto.

Santa Teresita quería cambiar el mundo, y lo hizo mejor que los demás. No hizo mucho discurso sobre la necesidad de un cambio estructural. Ella no convocó a una comisión para considerar lo que haríamos si hiciéramos algo. Se sumergió en el corazón del Señor, en lo más profundo. Ella respondió a su amor. Ella lo amaba. En las pequeñas cosas de su vida diaria, ella puso todo su amor en ello, ese amor del que sacó fuerzas a través de la oración. Ella puso igual fervor en orar al Señor y amar a sus hermanas.

Este es el camino que nos muestra. No puedes dejarlo. Si conduces demasiado rápido, te arriesgas a perder el cruce de caminos y a perder la vida sin realizar los sueños de tu juventud. Una cosa que hay que pedirle al Señor: fervor en la oración. El resto se da como complemento.

Alain Quilici

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