Quien más quien menos mira con recelo a sus gobernantes para comprobar que aquellos que representan al pueblo son capaces de tomar medidas que promuevan un más que necesario cuidado por el planeta y que reviertan los graves daños causados a éste en las últimas décadas. Parece claro, pese a que a muchos les pese, que el modelo de sociedad imperante en los países más poblados e influyentes destroza nuestra casa común. Ahora bien… ¿no estaremos mirando demasiado a las leyes y muy poco a lo que cada uno estamos dispuestos a aportar?
Ayer y hoy pude comprobar en mi propia familia lo mucho que nos cuesta cambiar hábitos. Todos queremos que baje el nivel de CO2, que el aire que respiramos sea más limpio, parar la deforestación, que en los polos vuelva a haber hielo y que haya agua para todos… pero ese deseo, ¿va seguido de una real voluntad de cambiar cada uno aquello que favorezca ese cambio? ¿Estamos dispuestos a coger menos el coche, a consumir menos, a cambiar nuestros hábitos alimenticios, a tener una vida menos global y más sencilla? Esta es la pregunta.
Cuando el Papa Francisco decidió publicar su encíclica “Laudato Sii”, puso encima de la mesa una reflexión profunda que abarca esferas morales, éticas, teológicas… El Papa quiso dar una palabra como líder mundial y también como padre espiritual de la Iglesia Católica. Es una pena que la valoración haya sido tan alta y la implicación personal para todos, sobre todo para los creyentes, tan poca. Realmente creo que estamos desconectados del cuidado de la creación. Si hubiéramos estado en el paraíso, en los comienzos, no sé si hubiéramos cogido la manzana, lo que si parece es que hubiéramos dejado el paraíso sin árboles, sin animales, sin belleza, y, además, nos creeríamos mejores que Eva por haber “salvado” la gran tentación de la manzana.
En mi familia, sin duda, no somos perfectos y tenemos un ámbito de mejora importante. Podríamos separar mejor los residuos, podríamos reciclar más, ahorrar más agua… pero hay otras cosas que, en mi opinión, van por buen camino. Nos hemos trasladado a vivir a una ciudad pequeña y eso nos permite caminar y desplazarnos a pie en la práctica totalidad del tiempo de nuestro día a día. Intentamos tener la casa a una temperatura suficiente en verano y en invierno pero no ponemos la calefacción a más de 20º C y, en verano, no solemos poner el aire acondicionado. No somos grandes consumidores de casi nada y solemos esperar a que se nos rompan las cosas de manera irremediable para sustituirlas. Solemos gastar poco papel y, en general, reciclado. Y así podría decir unas cuantas cosas más. Pero muchas cosas nos quedan por hacer.
Cuando tenemos 2017 a la vuelta de la esquina, es buen momento para revisar nuestro estilo de vida y tomar medidas en nuestra casa que empujen en la buena dirección ecológica. ¿Te apuntas?
Un abrazo fraterno – @scasanovam