Acabamos de ver en casa “Esencia de Mujer”, una película antológica en la historia del cine y, sin duda, una de mis favoritas. Trabajo brutal de Al Pacino y Chris O’Donell y momentos para el recuerdo y de gran carga emocional.
“Esencia de mujer” pone encima de la mesa muchos asuntos, temas, palabras, realidades, que me vienen muy bien para hablar con mis hijos de la vida y, sobre todo, del sufrimiento y de la bondad, de los que están heridos y de la manera idónea para ayudar a que esas heridas cierren.
La película es un “acompañamiento” en toda regla. Charlie acepta acompañar a Frank durante un fin de semana. Esa, aunque uno lo va percibiendo según la película avanza, es la primera clave para ayudar a alguien que sufre: estar dispuesto a acompañarle. Charlie aguanta las embestidas de Frank una y otra vez. Su bondad, su alma limpia, sus principios, impiden abandonarle una vez que ha adquirido el compromiso. Insultos, desdenes, salidas de tono, incluso el riesgo de la propia vida… Todo “aguanta” Charlie. Todo lo soporta. Su mirada ve más allá. Esa incondicionalidad será clave, es clave.
Otro aspecto importante que ayudar a sanar heridas es mirar lo mejor de alguien, resaltar la luz sobre la oscuridad: “Usted no es malo, usted está sufriendo…” llega a decirle el chico al insoportable y herido coronel. “Usted es atractivo, usted es divertido… seguro que encuentra a alguien a la vuelta…”. Charlie le abre a Frank un escenario que ni él mismo se permitía y que, posiblemente, nadie le había abierto: el escenario de la segunda oportunidad, el escenario de la esperanza, el escenario de la redención, el escenario que presenta un cielo todavía alcanzable. Charlie le propone a Frank perdonarse…
La frase del coronel “todo es una porquería” refleja su universo vital. Su herida ya huele. Todo emite un asqueroso tufo a podrido. Pero la oscuridad de Frank es, a la postre, su salvadora. Sólo cuando Frank decide ponerse en manos de otro, sólo cuando decide mirar la vida a través de otros ojos, sólo cuando deja que le toquen… sólo ahí empieza a dar un giro a su existencia. No hay herida que se sane sin el otro. El otro nos confronta, nos devuelve, nos refleja, nos ama, nos apoya, nos sostiene… Así es Dios también. El Otro en mayúsculas.
Me voy a la cama más que satisfecho. Me voy emocionado. Vibrar con lo más profundo del ser humano, con lo más profundo de cada uno de nosotros, es volvernos a sentir vivos. Esa es la esencia de toda mujer y de todo hombre.
Un abrazo fraterno – @scasanovam