Termina febrero y no ha sido un buen mes.
Tengo la sensación de haber ido con la lengua fuera desde que comenzó y he tenido varios despistes gloriosos. Comencé confundiendo las fechas de unas actividades de mis hijas, lo que me costó una mirada “asesina” de una de ellas. Yo llegaba a buscarla tan feliz y a ella llevaba ya tatuado en el corazón que nadie había estado allí paria verla bailar. Nada grave. Sobrevivirá.
Esta semana un día a la salida del colegio, casi sin darle un beso a mi hijo mayor le dije: “¡Vuela hacia el dentista. Te espera a las cinco y cuarto! ¡Te espero a la salida!
El chiquillo no voló pero casi. Y sin necesidad, porque la cita no la teníamos esta semana, sino la que viene. Menos mal que mi trajín provoca cierta empatía y nos hicieron un hueco.
El último episodio lo viví ayer por la tarde. Le pedí a una maestra que me permitiera entregar una documentación que habían pedido para una actividad un día después de la fecha tope. “No llego a más”, le dije. Y me sonrió; menos mal.
Por la mañana Sara y yo (no voy a pensar que a los cuatro años la responsabilidad es solo de ella) nos dejamos en casa la bolsita con el almuerzo. Creo que he perdido puntos con esta maestra. Qué le vamos a hacer.
Menos mal que mi marido por la noche me dijo “abarcas demasiado”. Pues sí, desde luego. Y la única culpable de tener esta sensación de llegar tarde a todo es mía y solo mía. Por querer hacer demasiadas cosas y no saber decir “no” a tiempo.
Anoche me acosté rumiando todo esto. Pero hoy me he levantado pensando en que aunque me había despistado con algunas fechas, había recordado otras muchas. También me ha gustado caer en la cuenta de todos los frentes abiertos en los que creo que voy dando pasos. Y es que el poder de la mente es tremendo. Esta mañana lo veía todo más despejado.
En ello andaba mi cabeza, mientras camuflaba mis ojeras pegada al espejo, cuando Sara me ha gritado desde la cocina: “¡ Mamáaaaaaa, necesito un beso!”
Con el ojo a medio pintar he corrido hasta ella, muerta de la risa: “¿Cómo lo quieres gordo o chiquitito?”
Cuando digo que Sara es la que cada día nos salva, no exagero ni un poco. No me extraña que sus hermanos la busquen como locos para que los abrace.
No es solo una cuestión de edad. Sara tiene una ternura y una delicadeza especial. Espero que no la pierda con el tiempo.
Ha sido un momento tan rico, que al recordarlo me emociono.
“Sara… yo necesito más de uno”, le he dicho. Y ella despacito, me ha besado las orejas, la nariz y los dos ojos”.
Creo que “el febrero chungo” está acabando fenomenal. ¿No os parece? @amparolatre