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Conversión en el corredor de la muerte gracias a la Virgen

Calude Newman

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Anna Gebalska-Berekets - publicado el 10/03/24

Condenado a muerte por un cruel asesinato, en su celda experimentó una aparición de María y la conversión inminente antes de que se ejecutara su sentencia



Claude Newman nació en 1923 en una pequeña ciudad del río Misisipi, en Estados Unidos. Cuando cumplió cinco años, él y su hermano huyeron de su madre a casa de su abuela Ellen. Cuando tenía 19 años, vio cómo su abuelastro, Sid Cook, golpeaba y abusaba sexualmente de su querida abuela. No pudo controlar su ira y mató al anciano. Al cabo de unas semanas, lo atraparon y lo enviaron a la prisión de Vicksburg. Fue condenado a muerte en la silla eléctrica.

Apariciones de María en el corredor de la muerte

Una noche, mientras estaba sentado en su celda, vio que uno de los presos tenía una lata de forma ovalada colgada de una correa. Le preguntó qué era. El preso, alterado e incapaz de explicarlo, arrancó el medallón y, maldiciendo, lo tiró al suelo. Claude lo recogió y se lo colgó del cuello. Durante la noche, sintió que alguien lo tocaba. Se despertó. Una hermosa mujer estaba a su lado.

Si quieres ser mi hijo y tenerme como madre, haz llamar a un sacerdote católico”, oyó decir a la misteriosa mujer

Por la mañana, Newman contó a sus compañeros este insólito encuentro. Los presos decidieron llamar a un sacerdote. Ese mismo día se reunieron con el padre Robert O’Leary. El clérigo dudó de la veracidad de la historia. Cuando los otros cuatro presos pidieron lecciones de catecismo, el misionero accedió a darlas. La primera fue sobre la confesión. El tema de la segunda fue el Santísimo Sacramento. Newman explicó que ya había escuchado esta enseñanza de la Madre de Jesús.

Las enseñanzas de la Virgen

“La Virgen me dijo que la Santa Comunión a nuestros ojos parece un trozo de pan, pero que esta hostia blanca es en realidad el cuerpo más verdadero de Su Hijo. Me explicó que Jesús -que viene en la Sagrada Comunión- está en mí”, explicó Claude.

Las reuniones de catequización continuaron hasta el 16 de enero de 1944, día en que Newman y cuatro prisioneros de su celda fueron bautizados. El día de la ejecución era inminente.

Claude comunicó al alguacil que su sueño era organizar una fiesta conjunta para los presos y los guardias. La insólita celebración terminó con la celebración del Vía Crucis y una oración conjunta. Tras el oficio, el padre O’Leary trajo el Santísimo Sacramento y dio a Claude la Sagrada Comunión.

Pendiente de ejecución

Quince minutos antes de la hora prevista para la ejecución, ocurrió algo inesperado. El sheriff Williamson llegó a la celda con la noticia de que la ejecución se había aplazado quince días. Claude rompió a llorar. Pero no eran lágrimas de alegría.

“¡No entiendes nada! ¿Has visto alguna vez su rostro y la has mirado a los ojos? Si lo hicieras, no querrías vivir ni un día más. ¿Qué he hecho mal en estos últimos días para que Dios se niegue a dejarme volver a casa? ¿Por qué tengo que quedarme dos semanas más en la Tierra? – preguntó el misionero.

El sacerdote no sabía qué responder a Newman. Al cabo de un rato, añadió que tal vez había un propósito divino en la situación.

“Quizás la Virgen María te está pidiendo que ofrezcas este tiempo extra a Dios para la conversión de Hughs y para salvar su alma”, sugirió el clérigo.

Orar por un compañero

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El muchacho aceptó y pidió al sacerdote que le enseñara una oración que podía ofrecer por la salvación de James Hughs, un hombre que también estaba condenado a muerte. Mediante la oración, Claude perdonó a su colega cualquier disgusto que hubiera sufrido por su parte. También rezó por su conversión hasta el momento de su ejecución.

Newman fue ejecutado el 3 de febrero de 1944. El padre O’Leary dijo entonces: “Nunca había visto a nadie que caminara tan alegremente al encuentro de la muerte”. Justo antes de su muerte, el muchacho le dijo a su padre: “Estoy listo para partir”.

La gracia alcanzada en el último momento

Tres meses después, el 19 de mayo de 1944, James Hughs fue ejecutado. El médico del pabellón le sugirió que se arrodillara y rezara al menos la oración del “Padre Nuestro”. El hombre se negó, empezó a maldecir y escupió a la cara del médico. A los funcionarios les sorprendió su odio a Dios y su dureza de corazón.

Antes de que James fuera atado a la silla eléctrica, el sheriff le preguntó por última vez: “¡Si tiene algo que decir, por favor, hágalo ahora!”

Hughs volvió a maldecir, pero de repente se calló. Era como si algo le hubiera asustado. Su mirada estaba fija en la esquina de la celda. Al cabo de un momento gritó al sheriff: “¡Por favor, llame al cura!” El padre O’Leary estaba presente en la cámara mortuoria. Llamado, se acercó a Hughs.

Antes era católico, sin embargo, debido a la vida que llevaba, me alejé de la Iglesia. Ahora me gustaría confesarme”

Rescatado del infierno

Cuando todos volvieron a la sala, el curioso sheriff preguntó a James qué le había removido tanto la conciencia.

“¿Se acuerda de aquel negro, Claude Newman, al que tanto odiaba? Le vi de pie en aquel rincón y la Virgen Santa tenía la mano sobre su hombro. Me dijo: ‘Sacrifiqué mi muerte, en unión con Cristo en la cruz, para salvarte. Y la Virgen me dio la gracia de ver el lugar del infierno al que iba a ir a parar si no me arrepentía’. En ese momento pedí un sacerdote”, dijo un emocionado Hughs.

Fuentes: ncregister.com; michaeljournal.com; opoka.org, Facebook

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