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El oratorio no es un stand, es para orar como santa Teresita

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Tinnakorn jorruang | Shutterstock

Mathilde De Robien - publicado el 27/11/23

Con el tiempo, el rincón de oración puede dejar de ser un lugar para... rezar. Sin ponernos en plan Marie Kondo católico, algo de sobriedad en el oratorio es bienvenido

Es tentador acumular en el oratorio, a lo largo de los meses, imágenes piadosas, manualidades infantiles, la vela recibida en la profesión de fe del hijo mayor o ese hermoso icono, regalo de Primera Comunión del hijo pequeño, entre otros artículos religiosos.

De hecho, el rincón de oración parece el lugar ideal para albergar estos objetos sagrados, que nos ayudan a entrar en relación con el Señor. Pero al intentar reunirlo todo, el oratorio se convierte, a veces, en un vertedero, del que la oración lucha por salir.

Así pues, preguntémonos cuál es el objetivo principal del oratorio. ¿Fomentar la oración o coleccionar baratijas y objetos piadosos? El problema surge cuando la acumulación de objetos, por muy bonitos que sean, se convierte en una fuente de distracción o, peor aún, de irritación.

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Pequeño oratorio en casa

Todos estos son sentimientos que se interponen en el camino de la oración en un lugar dedicado a ella. Sin ponerte en plan Marie Kondo católica, un mínimo de sobriedad puede convertirlo en un lugar sencillo y armonioso, que inspire por su belleza e invite a concentrarse en la oración.

La pequeña Teresita se contentaba con poco para rezar. En su manuscrito autobiográfico, Historia de un Alma, cuenta cómo rezaba sin saberlo detrás de su cama. “Un día, una de mis amas de la abadía me preguntó qué hacía en mis días libres cuando estaba sola. Le contesté que iba detrás de mi cama a un espacio vacío que había allí y que podía cerrar fácilmente con la cortina y que allí ‘pensaba’. ¿En qué piensas?”, me dijo. Estoy pensando en Dios, en la vida… en la ETERNIDAD, ¡al menos estoy pensando!”

Hago lo que hacen los niños que no saben leer: simplemente le digo a Dios lo que quiero decirle”.

Santa Teresa de Lisieux tampoco tenía en mucha estima los libros de oraciones, que a veces se acumulan en nuestros rincones de oración, acumulando polvo. Al fin y al cabo, ¿no es la oración más hermosa la que sale del corazón? “Para ser escuchado, no es necesario leer en un libro una bella fórmula compuesta para la ocasión”, dice.

“Aparte del Oficio Divino, que soy bastante indigna de recitar, no tengo valor para buscar oraciones bonitas en los libros, me da dolor de cabeza, ¡hay tantas!… Y luego todas son más bonitas que las demás… No sabría recitarlas todas y al no saber cuál elegir, hago lo que hacen los niños que no saben leer, simplemente le digo a Dios lo que quiero decirle, sin utilizar frases rebuscadas, y Él siempre me entiende…”

Tres objetivos clave para le oratorio

Así que no es necesario tener un montón de objetos en tu rincón de oración. Pero tres cosas son esenciales: una Biblia, para leer y meditar la Palabra de Dios. Una vela, para simbolizar la presencia de Dios, que es Luz, entre nosotros. Y un icono, un cuadro, una estatuilla o un crucifijo -todos ellos objetos que representan a Cristo o a la Virgen María- que nos recuerdan la existencia de Dios y nos ayudan a (re)concentrarnos en nuestra oración si otros pensamientos la interrumpen.

Pero, ¿qué ocurre con todos los demás objetos de devoción? Una solución muy práctica es colocarlos en distintos lugares de la casa; est será una forma de fomentar la oración estés donde estés. Un icono en la cocina, una estatuilla de la Virgen María en el salón, libros de oración en la mesilla de noche, y ya está. Por un lado, el oratorio recupera una cierta sobriedad más propicia a la oración y, por otro, multiplicas las ocasiones de alabar al Señor en casa.

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hogar católicooraciónoratorio
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