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Padre e hijo unidos por el canto gregoriano: Impresionan a los que acuden a misa al Duomo de Florencia

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Benito Rodríguez/Aleteia

Michele y su hijo Michelangelo, en el órgano del Duomo de Florencia.

Benito Rodríguez - publicado el 07/07/23

No es un hobby. Es una pasión. Cada domingo cantan en la impresionante catedral de Florencia conectando a los fieles con Dios a través de esta música. "Es una alegría para el alma, pero también para el cuerpo", dicen Michele (54 años) y su hijo Michelangelo (14). Ellos ayudan a que la misa allí sea una experiencia inolvidable "que acerca a Dios a los corazones"

Sorpresa en la misa dominical. Era una escapada turística de fin de semana de este que les escribe con su mujer. Un deseado viaje a Florencia.

Con la agenda apretada para ver todo, programamos la visita al Duomo para poder subir a la cúpula de Brunelleschi, al campanario de Giotto, al tour de la catedral… y por supuesto, aprovechar para acudir a la misa dominical en ese imponente templo Santa María di Fiore.

Domingo, 10:30 de la mañana. Colas fuera para entrar a las visitas. En una pequeña puerta lateral se permite el acceso a los que acudimos al culto. Llegamos con diez minutos de antelación.

Había muy poca gente. Nos íbamos acercando al altar por la nave central. Nos acabábamos de sentar en el segundo banco cuando nos invitaron a sentarnos en los bancos laterales que colindan con el altar. Solo dos filas. No llegábamos a 30 personas. A nuestra derecha sólo quedaba un banco libre pegado a un órgano. Y justo antes de comenzar la misa, allí toman asiento tres personas. El coro. Tres adultos y un adolescente, con sus cuadernos en la mano. Y un organista.

Canto gregoriano

Uno de los adultos llevaba la voz cantante. Dirigía el coro. Comenzó a entonar canto gregoriano.

Apenas comenzaron a cantar, quienes acudíamos allí por primera vez nos sorprendimos gratamente. Fue una experiencia cautivadora.

Yo no podía quitarles ojo cuando cantaban, cómo el director marcaba con sus manos las notas y la entonación. Qué música más bella. Qué fácil era seguir la misa. Qué clima de oración. Entonces, me sorprendí del muchacho, no le echaba más de quince años. Pero tenía la misma cara que el director. Seguro que era su hijo. Se les veía perfectamente compenetrados.

Disfrutaban del canto. Estaban en armonía. Se les notaba la pasión por lo que hacían y sus ganas de transmitirlo. Disfrutamos tanto de la misa todos los asistentes, que no tuve más remedio que abordarles al terminar la celebración.

Michele y Michelangelo

Hablamos con el organista, que conocía parte de España, y con nuestros protagonistas. Michele (54 años) y su hijo Michelangelo (14) nos relataron que cada domingo, a esa hora, participan en la misa de esa hora, además de en otras celebraciones que le piden en la Catedral.

Lo hacen con responsabilidad y con el deber de quienes saben de primera mano “que el canto gregoriano es el repertorio más adecuado para la liturgia, es simplemente perfecto. Por eso, cuando se canta, no sólo hay alegría personal, sino que se suma la conciencia de que este canto es el instrumento más adecuado para transmitir las palabras de la Liturgia, es decir, para transmitir mejor el mensaje evangélico“.

Pasión compartida

Michele nació en Chianti, una región montañosa, en una casa que lindaba con un convento de frailes menores franciscanos. Allí le enseñaron gregoriano. Después estudió en el Pontificio Instituto de Música Sacra en Roma. Es compositor y director de innumerables obras. 

Hace 7 años le ofrecieron, como Maestro di Capella del Duomo, reconstruir el Coro de las Voces Blancas. Michelangelo comenzó a participar. Tenía 7 años. Pero desde los 4 ya se sentaba en el órgano cuando su padre actuaba. Y lo hacía con gusto.

Cautivado por el gregoriano, sigue con devoción los pasos de su padre. No como una afición compartida con su progenitor, sino como mucho más: “Difícilmente encontraremos el canto gregoriano en la televisión todas las tardes o en todo caso no es tan accesible como un partido de fútbol, ​​porque no es como cualquier afición que uno se decida a practicarlo”, comentaba el muchacho.

Recuerda feliz que la primera obra que le enseñaron fue la Misa de Angelis: “El estudio de este repertorio es sumamente fascinante, transmite continuidad con la historia de la música sacra y eclesiástica, pues el canto gregoriano conjuga su historia con la de la Iglesia, y a pesar de tener una tradición milenaria, siempre es muy actual, a diferencia de lo que se podría pensar. Esta pasión que comparto con mi padre sin duda nos une mucho”. Una unión que se afianzó especialmente durante los meses que el covid golpeó más duro, cuando Michele se vio obligado a cantar solo, sin el coro. Entonces su hijo se convirtió en su principal ayudante.

Ensayos en casa

Normalmente ensayan en la Capilla Musical, “pero sucede muy a menudo antes de una Misa, en casa hacemos la última revisión, es decir, el domingo por la mañana o domingo por la noche, antes de salir para la Catedral, hacemos una revisión general de todo, sobre todo de las cosas más difíciles”, cuenta Michele. En casa tienen para ello dos pianos, dos órganos y varios armonios, fortepianos, etc.

Al preguntar al padre si se sentía orgulloso de su hijo, respondió: “¡Sí, debo decir que estoy muy contento! Y no es una alegría relacionada sólo con el hecho de que el hijo quiere volver sobre los pasos de su padre, sino que es la alegría por el hecho de que Michelangelo se ha dado cuenta de la gran importancia del canto gregoriano. Una importancia que va más allá incluso del mero dato objetivo, que es el repertorio a cantar. Se dio cuenta de que el canto gregoriano es la base de toda la cultura musical europea, por no decir mundial.”

Reivindicación del canto gregoriano

Nuestros protagonistas reivindican el canto gregoriano en las celebraciones eucarísticas: “El repertorio gregoriano es ciertamente el repertorio más coherente con el rito, ya que es el rito mismo musicalizado. Las melodías que revisten los textos sagrados han sido moduladas con infinita sabiduría por nuestros padres y siempre evocan el sentimiento correcto en el oyente; en otras palabras, son el mejor medio para la transmisión de la palabra. Por eso cantamos, para que todos puedan participar en la celebración de la mejor y más auténtica manera“.

El joven Michelangelo también se suma a esa defensa desde la experiencia personal de cómo se prepara y aprende este tipo de canto.

Ambos sienten el canto gregoriano como parte de su vida, con un gran sentimiento de responsabilidad, entendiendo que su aportación durante la Misa y las celebraciones en las que entonan los cantos, se convierten en vehículo para vivir mejor la liturgia y transmitir el mensaje evangélico.

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