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No pagar las horas extras tiene un nombre: robar

WORK

Shutterstock | Ragne Kabanova

El trabajo ha de contribuir al florecimiento de las personas.

María José García Crespo - publicado el 13/03/22

Te sonará la expresión "falsos autónomos". De ellos y de muchas otras situaciones vamos a hablar en este artículo

Existen muchos empleados a tiempo parcial que realizan jornadas extras sin cobrarlas y empleados que tienen salarios bajos.  O empleados con 40 horas semanales pero que realizan más y no las cobran.

Esto no tiene otro nombre: es robar. Y es una realidad constante. Y el culpable, la mayoría de las veces, es su empleador.

La Iglesia Católica visualiza el lugar de trabajo como una oportunidad para el florecimiento humano. La espiritualidad católica del trabajo nos enseña que nuestras labores diarias son oportunidades para desarrollar todos los aspectos de nuestra humanidad.

Un lugar de trabajo “humano” requiere que los principios de justicia, respeto y responsabilidad fluyan en todas las direcciones: de los empleadores a los empleados y viceversa. Los empleados también deben tratarse unos a otros con justicia y respeto.

Los profetas del Antiguo Testamento se enfurecieron contra la explotación de los pobres y vulnerables. El profeta Jeremías, por ejemplo, proclama: “¡Ay del que edifica su casa sobre injusticia, sus terrazas sobre injusticia; que hace trabajar a su prójimo de balde y no le da salario!”.

En el Nuevo Testamento, la parábola de Jesús de los trabajadores de la viña (Mateo 20:1-16) destaca la determinación del terrateniente de pagar a todos los trabajadores “el salario diario habitual” sin importar cuántas horas trabajaron. Si bien la parábola es una enseñanza sobre la misericordia de Dios esencial para la salvación, los trabajadores dependen del “salario diario” como la cantidad mínima necesaria para atender las necesidades básicas de sus familias.

La Carta de Santiago (5:4) muestra este punto dramáticamente: “He aquí, el salario que retuviste de los trabajadores que cosecharon tus campos está clamando a gran voz, y el clamor de tus segadores ha llegado a los oídos del Señor de los ejércitos”.

Las violaciones de la justicia dan como resultado el “robo” de las posesiones materiales o del sentido de la dignidad y el bienestar.

Cuando el empresario no cumple con el séptimo mandamiento

Si bien en este artículo nos focalizamos en el “robo de salarios”, otras injusticias le roban al lugar de trabajo un ambiente necesario para promover el florecimiento humano. Los empleadores y gerentes tienen la obligación de proporcionar un lugar de trabajo que sea lo más seguro posible y libre de comportamientos indignos.

El acoso sexual, el ridículo o la discriminación roban a las personas su orgullo y la confianza en uno mismo. Las falsas acusaciones roban a las personas su reputación y su paz interior. Todos en el lugar de trabajo tienen derecho a su buena reputación y derecho a trabajar en un entorno seguro y respetuoso.

Además del robo de salarios, algunos empleadores se aprovechan de la fase de negocios de “contratista independiente”. Esto es especialmente cierto en los oficios de la construcción.

A menudo, los contratistas subcontratan legítimamente a plomeros, electricistas, carpinteros y otros para un proyecto. A estos subcontratistas se les paga una suma global por su trabajo y luego pagan a sus propios trabajadores con ese dinero.

Sin embargo, algunas empresas clasifican a muchos de sus propios empleados como “contratistas independientes” o “falsos autónomos”.  Luego, a cada uno se le paga una suma global, y de eso, no solo debe mantener a su familia, sino también pagar impuestos y gastos que normalmente son responsabilidad del empleador.

El resultado es un ingreso inadecuado, privándolos de un salario justo. Muchos trabajadores no denuncian estas prácticas, ya sea sin saber que son ilegales o porque se les presiona para que guarden silencio.

“La remuneración del trabajo debe ser tal que los trabajadores puedan obtener los medios para cultivar dignamente su propia vida material, social, cultural y espiritual y la de las personas a su cargo”.

Doctrina Social de la Iglesia

Esta práctica particular no solo les roba a los empleados salarios justos, sino que también crea una competencia desleal. Sin duda, una gran cantidad de empleadores honorables brindan salarios y beneficios justos a sus trabajadores, pero los contratistas que explotan a sus trabajadores pueden ofrecer precios más bajos por su trabajo.

El Papa San Juan Pablo II ordenó que la enseñanza social católica tuviera su propio catecismo. Es la única sección de teología moral que tiene su propio catecismo, expresando la centralidad de estas enseñanzas en su papado.

El Compendio de La Doctrina Social de la Iglesia aborda estos temas dentro de su cuerpo de enseñanzas:

“La remuneración es el medio más importante para lograr la justicia en las relaciones de trabajo. El salario justo es el fruto legítimo del trabajo. Cometen graves injusticias quienes se niegan a pagar un salario justo o no lo dan a su debido tiempo y en proporción al trabajo realizado…”

El simple acuerdo entre trabajador y empleador respecto del monto de la remuneración a recibir no es suficiente para que el salario pactado se califique como ‘justo salario’, porque un salario justo no debe estar por debajo del nivel de subsistencia del trabajador”.

La película “Una noche en la ópera” refleja con mucha ironía las subcontrataciones y los engaños abusivos

Recordarán la desternillante escena de los hermanos Marx sobre el contrato en la película “Una noche en la ópera”.

En ocasiones nos encontramos con algún ranking de corporaciones calificadas como “empresas en las que mejor se trabaja”. Las políticas laborales de la corporación son rectas y justas. Y es verdad.

Pero cuando esa empresa “tan estupenda” externaliza servicios, la subcontratación es a segundas, estas lo hacen a terceras, y esta a una cuarta.  La contrata de la subcontrata de la subcontrata. Las empresas van reduciéndose unas a otras el margen de beneficio. ¿Quién carga con el peso de ese margen? El eslabón más bajo y débil de la jerarquía, al que, además, se le reclama una hiperproductividad imposible de alcanzar. Así, se agrava no sólo la situación económica del empleado sino su salud. Porque esto, no hay cuerpo que lo aguante. Ni familia que lo soporte.

Así que, si eres un empresario que se ve reflejado en este artículo, háztelo mirar.

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