Jonathan Bryan es un muchacho cristiano de 15 años que vive en Wiltshire, Inglaterra. Jonathan nació con parálisis cerebral, tiene muy poco control sobre su cuerpo y no puede hablar.
En vez de utilizar su voz, habla y escribe indicando con la mirada las letras de un alfabeto pegado a una pantalla de metacrilato y deletreando todo lo que quiere decir. Gracias a este método de comunicación, ha escrito un libro, Eye Can Write(“El ojo puede escribir”), y fundado una organización benéfica llamada Teach Us Too.
Entre sus aficiones están la escritura, la cocina, escuchar música clásica y volar a diferentes partes del mundo usando el simulador de vuelo de Microsoft.
Jonathan es un ejemplo inspirador de fe, esperanza, alegría y gratitud. Escribió esta carta para Aleteia para compartirla con otros jóvenes con el fin de levantarles los ánimos durante esta época de pandemia.
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Nos ha cambiado la vida
Queridos amigos:
Somos la generación que habrá pasado la mayor proporción de nuestra vida afectada por la pandemia y, a medida que los países del mundo empiezan a emerger de las consecuencias de los sucesivos confinamientos, podemos empezar a pensar en cómo se verán alteradas nuestras vidas de ahora en adelante.
Pero primero, tenemos que observar el año que ha pasado y reflexionar sobre dónde hemos visto la mano de nuestro Señor escribiendo en el lienzo de nuestras vidas.
Para mí, los últimos 12 meses han sido todo un reto, ya que he estado protegiéndome, incapaz de asistir a la escuela, con las tareas del colegio reducidas a unas aburridas hojas de ejercicios, sin ver a mis amigos en persona durante meses, por lo que me he sentido solo…
Sin embargo, este tiempo también me ha aportado grandes oportunidades para aprender cosas nuevas sobre mí mismo y sobre mi fe.
A pesar del miedo
Durante el primer confinamiento había mucha incertidumbre porque el concepto de pandemia y sus consecuencias eran muy nuevos y desconocidos. Sin embargo, uno de los sentimientos que más inundó a las personas era el miedo. Invadió nuestra salud mental y paralizó nuestra capacidad para vivir bien.
De modo que, durante la primavera del año pasado, empecé el hábito de escribir algo por lo que me sintiera agradecido cada día y lo publicaba en Twitter con el hashtag #ThankfulNotFearful (Agradecido, no asustado).
Aunque me había planteado el reto, no estaba seguro de si sería capaz de encontrar cosas diferentes por las que dar las gracias cada día, en especial porque no estaba sucediendo gran cosa, pero el ejercicio fue toda una lección de humildad.
El contacto con amigos de cerca y de lejos a través de Zoom, cocinar con mis hermanas y la belleza del campo donde vivo suponían que, al terminar el día, siempre tenía mucho entre lo que elegir para tuitear mi agradecimiento. La bondad y la generosidad de nuestro Señor son infinitas.
Vivir sin resentimiento
En septiembre vi como todos mis amigos regresaban a la escuela, mientras que yo permanecía en casa sin clases online, otra vez solo. Ahora, el riesgo para mí no era el miedo, sino el resentimiento. Ese machacón sentimiento amargo de estar perdiéndome algo.
A medida que se asentaba el invierno, era fácil estar pensando siempre en un tiempo futuro en que la vida sería normal, cuando el invierno se convertiría en primavera.
Sin embargo, me di cuenta de que no vivir el momento presente es perder el valor y las lecciones que nos aportan cada estación. La satisfacción se encuentra en vivir en el momento en que estamos, con nuestro corazón abierto al Señor, con nuestros horarios libres de acumulaciones de actividades adicionales (y sin el tiempo perdido desplazándonos a esas actividades), con más tiempo para disfrutar estar juntos en familia: largos paseos, noches de películas, juegos de mesa… El invierno tiene su propia y única belleza.
Sean cuales sean las lecciones que te haya dado el pasado año, todos podemos dar testimonio de la bondad constante y dadora de vida de nuestro Señor, que carga con nosotros en sus amorosos brazos a través de estos tiempos difíciles.
Al haber experimentado esto en nuestra juventud, estaremos preparados para toda una vida llena de confianza en nuestro Salvador. Esta es mi oración para nosotros.
Vuestro hermano de amor en Jesús,
Jonathan