Martín Ríos Saloma forma parte de una nueva corriente de historiadores hispanos que vuelven la mirada a la historia de Hispanoamérica con normalidad, liberados tanto de tentaciones idealizadoras como de prejuicios indigenistas, con la conciencia clara de que españoles e hispanoamericanos formamos parte de una cultura común que comparte el rico patrimonio de una misma lengua.
Ríos Saloma es autor de varios trabajos sobre la Reconquista, así como editor de una obra colectiva ‘El mundo de los conquistadores’ que en breve tendrá prolongación en ‘Conquistas, actores, escenarios y reflexiones’. Además, es experto en la Edad Media, de modo que las diferencias entre aquellas epidemias y las modernas afloran en la conversación.
“La pandemia ha demostrado que somos mucho más débiles de lo que imaginábamos y que nuestras sociedades no son perfectas”
¿En qué medida esta pandemia nos ha encontrado como sociedad en un momento un tanto arrogante y prepotente?
Para las ciencias sociales estos tiempos que vivimos son fascinantes y ciertamente la pandemia nos ha mostrado que somos mucho más débiles de lo que habíamos imaginado y que nuestras sociedades no son perfectas. Y ha puesto sobre la mesa las enormes desigualdades que las atraviesan y que no han hecho más que acrecentarse con la pandemia.
Diferencia entre los trabajadores que sí han podido quedarse en casa porque tenían recursos para ello, o que podían trabajar desde allí, y los que no podían. O entre los que podían permitirse parar y aquellos que tenían que realizar esos otros trabajos, que hemos calificado como indispensables, y que finalmente son los que nos dan de comer. En el caso de nuestras sociedades, el hecho irrefutable es que los gobiernos de todos los países han invertido en sanidad pública menos de lo que deberían haber hecho.
¿Está primando la reacción emocional, visceral?
El ser humano es imperfecto, emocional. A veces cae en la irracionalidad. Y como sociedades debemos estar muy alerta frente a esos brotes de miedo y la tentación de buscar culpables exteriores, que es algo recurrente en la historia y que en la Edad Media los llevó a culpar a los judíos, por ejemplo. Por otra parte, hemos visto lo ineficaces que han sido las medidas de cierre de fronteras, especialmente las que adoptó la Unión Europea, que las aprobó cuando el virus ya estaba circulando dentro. Debe preocuparnos más el compartir y el ser solidarios con todas las poblaciones afectadas. Creo que el principal aprendizaje que vamos a tener de esta pandemia va a ser la solidaridad.
“El primer vínculo que hay que cuidar es el de las familias”
En nuestras sociedades contemporáneas la muerte ha sido en cierto modo ocultada. Ha desaparecido la conciencia de que somos mortales. La epidemia ¿nos la ha devuelto de golpe?
Creo que sí porque esa arrogancia humana, que se basaba en ver cómo la esperanza de vida se multiplicaba, de pronto vemos que se quiebra porque nuestros amigos, nuestros padres, los jóvenes, van enfermando y muriendo, y eso nos devuelve la conciencia de la fugacidad de la vida, que es un instante. Creo que uno tiene que prepararse para afrontar la muerte como algo que forma parte de la vida. En México tenemos esa festividad tan importante para nosotros que es el Día de Muertos, en la cual evocamos el recuerdo de amigos y familiares. Esta es una enseñanza también: hacer de la muerte parte de la vida y aceptarla, sin que eso implique minusvalorar el dolor de la pérdida.
Pero también creo que nos deja la enseñanza de aprovechar el presente. Vivir el día a día, tener una vida fecunda y feliz, compartida con los amigos y la familia. Al final, la pandemia nos recuerda que nunca sabemos cuándo va a llegar nuestro último día. Enferma gente que estaba muy bien de salud y que, en unos pocos días, muere, mientras que, al contrario, personas débiles finalmente se recuperan y pueden proseguir su vida. Entender que la vida es una oportunidad única que cada uno debe aprovechar conforme a su forma de pensar o actuar.
De repente hemos tomado conciencia de las palabras no dichas, y que a lo mejor ya no podemos decir.
La palabra es lo que diferencia a los seres humanos de otros animales y debemos recuperar la importancia de esas palabras que son cotidianas, que parecen menores, pero que no lo son. La pandemia nos recuerda la importancia de decirle a nuestros allegados que les queremos y que les echamos de menos.
Algo importante que hemos perdido como sociedad este último año es la posibilidad del contacto físico, y de poder mostrar a los otros el afecto de viva voz. Es fundamental. Todos los psicólogos coinciden en que ese contacto cercano es el que nos mantiene vivos y el que nos da sentido de pertenencia y de identidad. Tendremos que revalorizar esas pequeñas palabras. Y eso contribuirá a que, cuando esto pase, la reconstrucción sea un poco más llevadera y nos lleve a una mayor solidaridad que necesitamos.
“Hemos redescubierto la importancia de decirle a nuestros allegados que les queremos”
Insiste en la idea de que aprenderemos a ser más solidarios, pero existe un peligro real de que salgamos más aislados. La situación actual refuerza una tendencia que ya existía a encerrarnos en nuestro castillo personal, conectados con el exterior a través de internet.
No sé lo que va a ocurrir. Como humanista que soy me gustaría que todo esto nos llevara a la solidaridad, pero lo cierto es que la experiencia histórica nos muestra que, una vez pasado los peores momentos de las crisis, a menudo se instala en la sociedad una gran insolidaridad y un individualismo exacerbado. Y después de un año de encierro y de autosuficiencia sí que corremos riesgo de que se diluyan los vínculos sociales y que se refuerce el individualismo. Hay peligro de que los vínculos se fragmenten, si no se adoptan medidas adecuadas como sociedad y cultura.
Lo que pasó en los años treinta del siglo pasado, la irrupción de los totalitarismos, debe recordarnos que no debemos permitir que eso ocurra de nuevo porque las consecuencias son terribles.
¿Qué vínculos habría que cuidar para que no nos rompamos?
De entrada, los vínculos entre las familias, como vínculo prístino de la sociedad. En segundo lugar, los vínculos de proximidad, los vínculos vecinales, que en este caso pasan por el respeto de usar la mascarilla en los espacios públicos comunes, pero también por entender las condiciones de trabajo de los demás, para no perturbarles si podemos evitarlo. Y a partir de ahí los vínculos políticos en el sentido de la pertenencia a una comunidad. Búsqueda de acuerdos y de concordia para construir soluciones de manera conjunta. No tiene sentido que los partidos se peleen cuando se está muriendo la gente.
“La pandemia nos recuerda que nunca sabemos cuando va a llegar nuestro último día”
Nos hemos acordado mucho de la Edad Media en los meses de confinamiento.
Es que, en la primera fase de la enfermedad, cuando se decretaron los primeros estados de alarma, la respuesta que se dio fue, en efecto, medieval. Ante lo desconocido nos replegamos en casa, en el espacio más íntimo, donde nos sentimos protegidos.