Álvaro Serrano Bayan tiene 34 años. Nació en Talavera de la Reina (España), pero es de un pueblo cercano donde ni siquiera había hospital, llamado Castañar de Ibor.
Crece en una familia humilde y con fe. Y desde este pequeño pueblo, gracias a su esfuerzo y sus dones, acaba en un puesto de ensueño. Joven, con talento, muy arriba en una gran empresa, con dinero, una casa estupenda y la posibilidad de viajar a todas partes. ¿Un sueño verdad? Pues Álvaro renunció a todo.
De niño a Álvaro le encanta jugar con dos cosas: con aviones y con obleas. Su sueño es volar, pero por otro lado, juega a ser cura. Él mismo dice, que “la vocación está inscrita en nosotros desde que nacemos”.
Empieza disfrazándose de sacerdote y leyendo vidas de santos. Después es monaguillo, monitor de campamentos, catequista y acólito de mayor.
En un Camino de Santiago con 18 años empieza a tener claro que quiere irse al seminario, pero también quiere estudiar. “Saqué una buena nota y pude elegir estudiar Ingeniería aeronáutica en Madrid”.
Una carrera que no es poca cosa, una novia con la que está cinco años, ¿qué más se puede pedir? “Llegó un momento en el que le dije a mi familia que me quería ir al seminario. Pero mi familia me dijo que acabara la carrera. Porque podía parecer que huía del compromiso, que como era una carrera de alta exigencia trataba de escapar”.
Su vocación está presente también en la universidad. Continúa con las cosas claras, con su vida de fe de toda la vida, trata de ayudar en la Universidad, trabaja acogiendo a los nuevos alumnos… Hasta que llega el “sueño de cualquiera”.
El ‘sueño’
Que estudies aeronáutica y te contrate Iberia antes de terminar la carrera, es como si juegas en el equipo de tu pueblo y que te contrate el Atlético de Madrid. Siendo muy joven, sin haber acabado los estudios, trabaja en una de las compañías aéreas más importantes de España. Pero es que además, dos años después, entra en un proyecto de jóvenes talentos.
Álvaro aprueba y con nota, y le conceden un puesto dentro de la compañía. “Era un trabajo apasionante, tenía reuniones con el presidente de Iberia cada 3 o 4 meses, tenía un sueldo excelente, un piso de 130 m2, piscina… y encima tenía billetes gratis para viajar a cualquier parte del mundo”. En menos palabras: el sueño de cualquiera.
“Viajaba a menudo, en mi tiempo libre además era mago profesional, con una mánager y todo. Iba a teatros, salas de magia, tenía página web…”Con 30 años, Álvaro se encuentra que lo tiene todo: dinero, un hogar, un buen puesto y toda la vida por delante.
“Mi jefe confiaba en mí, tenía un montón de trabajo y yo disfrutaba con ello. Yo era de las personas que decía: ‘¡Por fin es lunes!’. Me encantaban los aviones, volar…” Uno de sus sueños de niño, se ha cumplido.
A pesar del éxito, Álvaro sigue con su vida normal: “Yo no derrochaba dinero y seguía mi vida normal. No era una vida de lujo, ayudaba a mi familia, si tenía que dar algo a la Iglesia se lo daba, seguía siendo monitor y monaguillo…”
Un día se reunía con el presidente de una de las compañías más importantes de España, y al siguiente estaba tirado en el barro jugando con los niños del campamento.
La decisión
Pero había algo que fallaba. “Yo sabía que no estaba haciendo lo que Dios quería. Todo era muy bonito y había cumplido lo que me había propuesto. Pero, ¿y el Señor que quería de mí? Yo me iba a la cama diciendo: ‘Genial, todo perfecto pero aquí falta algo’. Me faltaba el sentido. Yo sabía que tenía que compensar al Señor”.
Por eso con 30 años Álvaro empieza a tomar una de las decisiones más importantes de su vida -sino la que más-. Después de un año de dirección espiritual y de discernimiento, Álvaro decide renunciar a todo lo que tiene. Álvaro elige dejar los aviones, y ser sacerdote.
Un día, Álvaro entra en el despacho de su jefe -de Jesús- y le dice que se va al seminario. “Fue muy gracioso porque me dijo: ‘Ah vale, genial. ¿Cuántos días vas a estar? Pero, ¿de qué es el seminario? ¿De Airbus?’ Y le digo: no, que me voy al seminario, no a ‘un seminario’. Me voy a ser cura”. Cuando se lo dijo a los de recursos humanos le preguntan si ha hablado con su jefe. Él responde: sí, ya he hablado con Jesús. “Pero… ¿con Jesús Dios o con el jefe?”.