A raíz de la pandemia del covid-19, muchos países han echado el cierre confinando a sus ciudadanos como medida sanitaria para evitar la propagación del virus. Esto ha llevado a reconsiderar los sistemas de trabajo.
En España la cantidad de empresas que han pasado al teletrabajo ha pasado del 4% al 88%, según revela un reciente estudio de la EAE Business School.
Desde el punto de vista económico, la organización interna de las empresas persigue la optimización de los procesos para optimizar su cuenta de resultados. Esta visión implicaría, que si antes de esta pandemia, no optaban por el teletrabajo era porque consideraban que el trabajo presencial era el proceso que les permitía maximizar sus beneficios.
No obstante, desde un punto de vista menos teórico, desde la teoría del comportamiento, las organizaciones empresariales no siguen necesariamente dinámicas optimizadoras perfectas. Antes bien, suelen desarrollar prácticas que les otorgan resultados y las siguen por inercia.
No cambiarían por costes de adaptación, salvo que no adaptarse hiciera que la organización incurriera en pérdidas y pusiera, por lo tanto, en riesgo su supervivencia en el mercado. En este sentido, ciertos cambios en los procesos de las empresas y en su comportamiento organizador podrían darse gracias a ciertos empujones o situaciones sobrevenidas.
La pandemia podría constituir uno de estos empujones que alteraría el comportamiento organizador de las empresas. Muchas compañías se han tenido que adaptar la teletrabajo, cuando hasta ahora, trabajar desde casa era algo impensable. Y no porque fuera técnicamente imposible, como queda patente, sino por inercias, falta de confianza y conocimiento en sistemas no presenciales que parecen escapar a la supervisión directa.
Una de las cuestiones relevantes consistirá en evaluar si la pérdida de productividad supuesta por la dificultad de supervisión directa será mayor que el abaratamiento de los costes que supone la presencialidad en el puesto de trabajo.
En artículos de investigación como el de Harker y MacDonnel (2012) destacaron la gran cantidad de estudios empíricos que demostraban que el teletrabajo aumentaba la productividad, fortalecía el compromiso organizacional y mejoraba el desempeño dentro de la organización.
Las mejoras tecnológicas y el desarrollo de las Tecnologías de Información y Comunicación han permitido ir mejorando estas evidencias en los últimos años.
La comunicación e-mail, la mensajería chat, el desarrollo de las videollamadas y videoconferencias compartiendo pantalla, el uso de herramientas online para la gestión y planificación del trabajo o el acceso a recursos de almacenamiento en la nube se han instalado como prácticas habituales en el teletrabajo y actualmente se han convertido en las aliadas necesarias para no interrumpir no solo el trabajo sino también la educación de los hijos en estos complicados tiempos de confinamiento.
Las familias que se han visto abocadas a aprender rápidamente, salvando incluso problemas técnicos. Esta adaptación resultaba difícil de imaginar hace apenas unas semanas.
Esta forzada ocasión, ante la amenaza de la pandemia, nos permite una oportunidad sin precedentes: el planteamiento extendido de las ventajas del teletrabajo en la productividad y la conciliación familiar.
El teletrabajo permite ahorrar tiempos de desplazamientos, riesgos de accidentes y, en consecuencia, también costes importantes. De ese ahorro de tiempos, puede surgir una mejor gestión de la conciliación de la vida familiar y profesional. Ese compromiso en la gestión amplía el grado de responsabilidad individual sobre el trabajo para orientarlo a la consecución de objetivos.
De esa manera, tal vez esta amenaza actual sea ocasión para transformar la organización del trabajo basada en la presencialidad física y temporal en un tipo de organización basada en la consecución de metas y la autogestión responsable del tiempo.
De igual manera que la internacionalización y globalización alteró la forma de administrar la organización del trabajo y los tiempos de empleo durante el siglo XX, tal vez podamos aprovechar en convertir la amenaza actual en oportunidad de cambio hacia nuevas formas de empleo.
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