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Un sencillo juego para los más pequeños en casa

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Ignasi de Bofarull - publicado el 23/04/20

El juego dramático, clave es aprender a jugar concentrados durante hora

En estas fechas de confinamiento nos hemos encontrado en casa padres e hijos de un modo insospechadamente intenso. Todo el día en casa. Juntos a todas horas. Y sin embargo la tarea es más sencilla de lo que parece si lo que tenemos son hijos en edad preescolar.

Pienso en niños a partir de tres años que pueden entender el tinglado de construir juegos formativos. Y si hay niños menores es más difícil. Creo que no hay que complicarse la vida. Con tener lápices de colores, juegos de construcciones y libros infantiles grandes, de poco texto, de cartón grueso y de muchos colores es suficiente. Un muñeco y muñeca pueden ir bien. ¡Ah! Y la capacidad de convertir la habitación de los niños en un poblado con diferentes cabañitas (o una sola) hechas con mantas y sillas. Y mucha imaginación. Y mucha paciencia y ternura.

La clave es aprender a jugar concentrados durante horas. ¿Cómo? Haciendo casitas. Como padres hemos de admitir un cierto desorden para dejarles construir escenarios que hacen posible lo que se denomina el juego teatral. Se suele llamar técnicamente juego dramático, pero prefiero ser menos serio y llamarle teatral: juego teatral o juego fingido.

¿Qué se necesita?

Y el teatro necesita muy poco para desplegarse. Si a ellos no se les ocurre, lánzales la idea y déjales hacer. 

Si nos ponemos nerviosos no haremos nada. Si estamos tranquilos, todo es posible

Los niños necesitan vernos tranquilos, serenos. Este tiempo puede ser de sosiego, aunque parezca difícil conseguirlo.

Los niños se deben sentir queridos, arropados. El apego se hace básicamente en los dos primeros años de vida. Pero a los 3,4,5,6 hay que continuar siendo aquella madre, aquel padre asequible, reflexivo, sereno que da seguridad a su hijo.

Si nos ponemos nerviosos y les gritamos o vamos con prisas, o no les escuchamos: ellos pierden el norte. Deben ver que todas las propuestas que les hacemos nos las tomamos muy en serio y que ellos pueden ser protagonistas de aventuras muy intensas. Es mejor ser un par que un hijo único, pero con un solo hijo también hay recorrido. Quizá invitar al vecino.

Las cabañas

Existe un juego universal que consiste en hacer cabañas. Y partiremos de ahí. Hay que invitar a nuestros hijos a construir su casita en su habitación. Deberán contar con una alfombra para que no cojan frío. Si la alfombra es voladora ya depende de cada familia. El techo es muy importante y eso lo proporciona una manta que se puede sostener de muchas formas: con unas cuerdas o cordeles se puede crear un ambiente donde toda la habitación de jugar es una casa con muchas habitaciones que se pueden dividir con toallas. En esa casita habrá cuartos y camas pequeñas con sus correspondientes almohadas. Es muy interesante que se cuente con una lámpara manejable para que la casita esté encendida por dentro cuando la luz de la habitación se apague.

Personajes imaginarios

En esa cabaña existen personajes imaginarios.  Si el niño entra en estas dinámicas hay que invitarle a construir un relato. Al principio propondremos ideas y al final el niño, o niños, tirarán del hilo. Y en esta dirección los niños deberán crear personajes imaginarios que conviven con ellos.

En esta casita puede vivir una familia. Una familia que tiene que resolver algo. Por ejemplo, es una familia que prepara un viaje a un lugar muy lejano y está haciendo consultas. No hace falta que los niños lean. Pero los libros de lectura infantil pueden ser el hilo conductor. En el caso de la familia que prepara un viaje contar con un libro de los diferentes países del mundo puede ser ideal.

Y si solo hay libros de animales se puede imaginar un viaje a África.  Y si el objetivo es viajar, la casita se puede fácilmente convertir en un autocar con tal que contemos con algo que se parece a un volante. Un viaje: durante el viaje aventuras. Y regreso a casa.

Un teatro para papá y mamá

Este teatrillo en la casita exige una representación contemplada por los padres. Los padres que encargan este juego, llamémosle largo, deben comprometerse a comprar una entrada en el teatro Moreno, el apellido de la familia (u otras posibilidades). Ahí hay que crear una entrada que ya es un trabajo de lápices y papeles.

Además, la casa tendrá objetos que se representan también en dibujos. Pero estamos hablando de un juego-obra de teatro con espectadores: éxito seguro.

La experiencia dice que los preparativos de la obra de teatro de la familia Moreno son muy largos. Y la escenificación es muy corta. Preparativos largaos pues hay que crear el hilo de la historia y construir la casa. O también construir el coche. Los niños irán y vendrán por toda la casa buscando objetos para decorar su “casita”. Y ese es un buen síntoma. Iniciemos una reflexión más teórica.

Un juego hecho por ellos

El mejor juego es aquel que viene construido por los niños. Un juego no puede ser siempre un picoteo. El juego ha de durar y meter a los niños en procesos complejos de imaginación, creatividad, densidad simbólica, relatos, resolución de problemas, construcción de proyectos. Eso es aprender.

Construir juegos largos que exijan esfuerzo. Y que exijan usar muchas palabras (densidad simbólica) y ponerlas en acto. Y jugar al como sí, al juego fingido, dándole nuevo significado a objetos que originalmente tienen otro.

Una toalla es una pared, un salvamanteles es un volante. Una habitación con tejado infantil es una casa o un autobús. Y hablar con personajes imaginarios, siendo consciente de que son imaginarios, es permitir que el lenguaje que se va aprendiendo sea cada vez más dúctil, vivo, y capaz de abarcar lo real (exterior) y lo imaginario (interior).

El juego teatral protagonizado por tres niños o más incluso promueve la autorregulación: formar equipo, planificar, ponerse de acuerdo, en el respeto por los turnos, donde se espera a hablar cuando toca.

Libros para la inspiración

Y siempre los libros, en la lectura dialógica, son fuente de inspiración.

Los libros en nuestro juego teatral son fuente de inspiración. Hemos de leer con los hijos prescolares. Sentarnos con ellos. Sentarlos en nuestras faldas. Y comentar lo que se lee. Aunque ellos no saben leer van avanzando en la conciencia fonológica (sonidos de las letras y las palabras) y conciencia de lo impreso (grafismos de las letras y las palabras) que son pasos importantes para el futuro aprendizaje de la lectoescritura.

Hay que hablar con ellos y escucharles. Los libros, contarles cuentos. Y eso si se realiza 10 minutos cada día es una inversión en su futuro académico. Hacerles hablar y corregir con cariño su errores sintácticos, gramaticales, semánticos en sus producciones orales. Esta tarea es formar escolares para el futuro. Y trabajan (juegan) tanto o más que el aula escolar.

Sin pantallas

Y no hacen falta tanta tele, ni tabletas, ni móviles. Son un poco paralizantes. Un poco de tele o videos bien elegidos vale la pena. Y es bueno comentarlos con ellos: ¿Una hora al día para los mayores de 2 años? Suficiente.

Los móviles y las tabletas son exactamente eso: pan para hoy y hambre para mañana. Matan la creatividad, la iniciativa, la acción, la autorregulación, la atención. Y los niños acaban dando la lata más de, lo que nos imaginamos. Y en eso, nosotros también hemos de ser modelos.

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