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¿Qué pensaría hoy Humboldt sobre Laudato Si?

ALEXANDER VON HUMBOLDT

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Macky Arenas - publicado el 07/09/19

Reflexiones a 250 años del natalicio de Alexander von Humboldt

El sabio alemán Alexander Von Humboldt Berlín – 1769 – 1859- está en primer plano por estos días. Y no es para menos: el gran científico se aproxima a sus 250 años de haber entrado en el mundo cuya naturaleza le fascinó al que tanto se afanó en proteger.

Biólogo, naturalista y explorador, fue un apasionado de gran abanderado internacional del mundo natural, tarea por la cual dejó gran huella no sólo en su país natal Alemania sino en toda Europa, Venezuela, América Latina, Estados Unidos, Rusia, e incluso en todo el planeta. El Barón Humboldt ha sido catalogado como “el científico más famoso del siglo XIX”.

Empedernido libertario en lo personal, no vaciló en cambiar pronto sus credenciales de graduado en “geología minera”, una rama en boga en sus tiempos por la voracidad de los imperios de entonces en la búsqueda de yacimientos. Se mezcló con los humildes durante sus periplos por todo el mundo, a pesar de su origen de buena alcurnia, en su afán de conocer la verdad de las cosas, dedicando además la mayor parte de su considerable heredada fortuna personal al financiamiento de sus soñadores descubridores viajes a lo largo de todas su vida.

Recibió una excelente educación en el castillo de Tegel y se formó intelectualmente en Berlín, Frankfurt del Oder y en la Universidad de Gotinga. Acompañado por el botánico francés Aimé Bonpland, con quien ya había realizado un viaje a España, recorrió casi diez mil kilómetros en tres grandes etapas continentales: las dos primeras en Sudamérica, desde Caracas hasta las fuentes del Orinoco y desde Bogotá a Quito por la región andina, y la tercera por las colonias españolas en México.

Humboldt amaba el entorno tropical. Dicen que parecía un europeo que había nacido allá “por accidente”, pues su corazón estuvo siempre en las tierras húmedas y calientes del Sur del planeta, a las cuales siempre consideró como la mejor escuela y manifestación de la exuberancia del mundo natural. Hasta su salud personal –nunca la ideal- se sintió siempre mejor en dicho hábitat. En todo momento observó gran respeto por el antiguo mundo indígena local .

En América tuvo la oportunidad de conocer y trabajar con destacados naturalistas hispanoamericanos y, aún, conocer y relacionarse con Simón Bolívar, cuya causa emancipadora apoyó.

“Humboldt – nos dice convencido Frank Bracho, activista ecológico y defensor ambiental venezolano y admirador del científico- fue sin duda un adelantado en todos los órdenes: en la ecología (con co-paternidad en ella); en las ciencias naturales (en favor de su estrecha interconexión y multi-disciplinaridad); en la forma de investigar y acopiar conocimiento remarcando, a los fines de su formal empirismo, el valor supremo de lo vivencial y la observación compenetrada directa”.

Humboldt se dedicó a la recopilación, ordenación y publicación del material recogido en su expedición, contenido todo él en treinta volúmenes que llevan por título “Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente”.

Entre los hallazgos científicos derivados de sus expediciones cabe citar el estudio de la corriente oceánica de la costa oeste de Sudamérica-que durante mucho tiempo llevó su nombre- un novedoso sistema de representación climatológica en forma de isobaras e isotermas; los estudios comparativos entre condiciones climáticas y ecológicas y, sobre todo, sus conclusiones sobre el vulcanismo y su relación con la evolución de la corteza terrestre.

“Fue lo que hoy llamaríamos, en todo el sentido de la palabra –apunta Bracho- un real “sabio” por su siempre aguda amplia visión del Todo, al cual el gustó llamar “Cosmos” ó “Naturgemalde”. No poca cosa en un mundo donde “la tiranía de los especialistas” les ha hecho perder dicha visión, y les ha imposibilitado interpretar bien los graves problemas del mundo actual, visión global la cual ellos están hoy, de nuevo, afanosamente tratando de recuperar”.

Hoy, el gran sabio naturalista sería, con toda seguridad, un abanderado de Laudato Si. Estaría creando herramientas para la mayor valoración y concientización de lo ecológico. Si es cierto que el mañana depende de lo que hagamos o dejemos de hacer hoy, la gesta de Humboldt y todo el camino que abrió siguen interpelando a nuestra rezagada conciencia sobre la muy urgente agenda ecológica pendiente para la salvación y re-enrumbamiento del planeta, e incluso más allá.

Precisa Bracho: “Humboldt en verdad no fue un “ser religioso” en el sentido que hoy conoceríamos. En la obra cumbre de su madurez: “Cosmos”, término del original griego “el orden y belleza del Universo” – y que para Humboldt además abarcaba “tanto al cielo como a la tierra”- ni siquiera mencionó en la misma la palabra “Dios” una sola vez. Pero es evidente que Humboldt sí fue un “ser muy espiritual”: de facto, para él, *Cosmos* fue su plano divino”.

Humboldt, sin duda ninguna, se apuntaría a participar en el próximo Sínodo Mundial para la Amazonía, estaría condenando el ecocidio minero y embestiría contra los dañinos combustibles fósiles. Defendería a las comunidades autóctonas y denunciaría el “suicida sopor”- tal y como él mismo lo predijo- en que las generaciones actuales parecen sumidas ante la depredación de nuestro ambiente natural.

“¿Seguiremos callados o rendidos ante el desastre en puertas? –se pregunta Bracho- en cumplimiento de las profecías que hablan del mismo, y de que tocará a apenas una minoría de sobrevivientes reconstruir a partir de las ruinas? ¿Quizá obraremos más bien activamente, para una salvación y cambio de rumbo a tiempo? …antes de que sea demasiado tarde, en cumplimiento del mas ideal “Plan de Dios”.

Como escribió el Papa Francisco, hacia el cierre de su gran encíclica ecológica Laudato Si: “Junto con todas las criaturas, caminamos por esta tierra buscando a Dios porque, si el mundo tiene un principio y ha sido creado, busca al que lo ha creado, busca al que le ha dado inicio, al que es su Creador….Caminemos cantando. Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten el gozo de la Esperanza”.

Y como dijo el mismo Humboldt –cierra sus comentarios Frank Bracho- en su último aliento postrero antes de morir (todavía muy activo y pendiente, casi hasta la edad de 90 años): “Cuan gloriosos son estos rayos de sol en mi habitación. Parecen un llamado a la Tierra para que alcance al Cielo” .

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