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El cura que emigró en patera: “Hay que crear trabajo en África”

P KENNETH

Ayuda a la Iglesia Necesitada

Jorge Martínez Lucena - publicado el 24/10/18

El sacerdote de origen nigeriano Kenneth Iloabuchi cree que la vida cómoda y fácil ha llevado a la pérdida de la fe y ofrece una solución

Kenneth Iloabuchi nació el 8 de diciembre de 1979 en Adaci Nnukwu, en el Estado nigeriano de Anambra. Es el séptimo de siete hermanos.

Como tantos otros en su país y su continente emprendió el camino de Europa. Quería estudiar derecho en Inglaterra y volver para ejercer en su país.

Tras muchas penurias consiguió llegar a Marruecos. Intentó cruzar y fue detenido por la policía. Estuvo en la cárcel del reino Alauí durante 3 semanas y fue deportado a Argelia. Sobrevivió en los bosques de Orán durante 8 meses.

Y gracias a su trabajo y al dinero que le envió su familia consiguió volver a Tánger, donde, tras varios intentos, consiguió embarcarse para España.

Iban dos pateras grandes. El motor de la otra falló y la bravura del mar los hizo volcar. 132 personas murieron ahogadas ante sus ojos.

En mitad de aquella tormenta él hizo una promesa: si sobrevivía dedicaría su vida a servir a Dios. Cuando desembarcó se olvidó de todo aquello. Consiguió trabajo y se echó novia, Esperanza.

La cosa iba viento en popa hasta que llegó la crisis y para los inmigrantes dejó de ser tan fácil conseguir trabajo.

Frente a las penurias su madre le animó por teléfono a ir a la Iglesia de la que estaba alejado hacía tiempo. Por lo menos así aprendería el idioma, le decía.

Cuando entró en la Parroquia le sorprendió la acogida. Se sintió como el hijo pródigo. El sacerdote, Jesús, que estaba oficiando, le invitó a sentarse delante y a rezar en su dialecto.

A partir de ese momento empezó una amistad cargada de fascinación que le llevó a preguntarle al párroco qué tendría que hacer un amigo suyo si quería hacerse cura, como él.

El padre Jesús entendió en seguida e hizo porque entrase en el curso de discernimiento del seminario de Cartagena.

Tras asistir al año preparatorio a hurtadillas de su novia escuchó una predicación en la que se le preguntaba si tenía miedo de asumir su vocación.

Se dio cuenta de que así era y decidió confesarle a Esperanza su deseo de entrar en el seminario. Ella le dijo que le apoyaba, si eso era lo que él quería y le iba a hacer feliz.

Pasados los años, es sacerdote en Lorca, en la Comunidad Autónoma de Murcia (España). Allí acompaña en su fe a los lugareños y a muchos inmigrantes llegados de África, algunos de los cuales vienen de su país Nigeria.

Según nos cuentan misioneros en África, Nigeria es uno de los grandes semilleros de la fe en el mundo. Su crecimiento demográfico se muestra imparable.

En mi región el 99% por ciento de la población pertenece a la Iglesia, aunque en el resto de Nigeria solo son católicos el 35%, frente a un 45% de musulmanes.

He crecido en una familia donde se respiraba la fe, donde se conocía a Dios y se hacía lo que pedía la Iglesia: ir a misa, rezar y dar la vida por los demás.

¿Cuál es su relación actual con su país?

Voy de vez en cuando, aunque mi lugar está en España, con mis parroquianos. Cuando visito mi tierra, a las tres semanas ya estoy añorando Lorca.

Pero tengo a Nigeria en el corazón. Allí hay mucho sufrimiento y mucha pobreza. Por eso colaboro con Ayuda a la Iglesia Necesitada, porque ellos tienen proyectos en Nigeria y están haciendo un gran trabajo allí.

Ayudan a la población ante Boko Haram, que considera que la educación occidental es pecaminosa y que se dedica a matar cristianos, a secuestrar y violar niñas, a quemar iglesias, etc.

AIN vela porque los más pobres y los seminaristas puedan recibir una educación en mi tierra. Por eso me considero un privilegiado por ayudar a esta fundación que hace tanto por mis hermanos.

¿Qué diferencia percibe entre la fe europea y la africana?

La pérdida de la fe en Europa ha sucedido porque aquí la vida es muy cómoda y fácil. En África se conoce más el valor de las cosas. Se está más cerca de la realidad. Cuando uno tiene problemas se pone a buscar a Dios, aun sin darse cuenta.

Allí la Iglesia responde: mitiga el sufrimiento y devuelve la esperanza a personas que lo han perdido todo. Por eso hay tanta fe en mi continente.

Los nigerianos, además, celebramos los domingos de un modo especialmente festivo. Podemos hacer misas cantando y bailando que pueden durar hasta 4 horas, que pasan sin que nos demos cuenta.

¿Qué puede revigorizar nuestra fe de hombres occidentales?

El papa Francisco lo repite. Una buena medicina para una Iglesia dormida es el contacto con las periferias, es convertirla en Hospital de Campaña, es reconectarla a realidades sociales que a veces preferimos no mirar.

Es bueno que el cristiano parta de esta experiencia de que no todo está solucionado.

¿Cómo ve la situación en España?

España es un país donde podemos decir que todavía hay fe. Personalmente tengo que alabar el gran corazón de los españoles. Si no fuese por sus aportaciones, Ayuda a la Iglesia Necesitada no podría trabajar.

En mi pueblo veo fe. Tengo que agradecer a Dios la Iglesia en España, de donde han salido tantos santos. Aquí en España la fe sigue siendo un tesoro.

Lo que tenemos que hacer es potenciar lo que tenemos. Caritas hoy está regalándole la vida a todos, sean de la religión que sea.

¿Y con respecto a África?

En este sentido, conozco familias misioneras españolas que van a África y propician un intercambio interesante.

Por un lado reciben: misionando allí ven revigorizada su fe en contacto con la pobreza y la fe que allí se vive. Por el otro dan, ya que testimonian su fe a los africanos, conviviendo y construyendo con ellos.

Desgraciadamente, uno de los colectivos más numerosos de nigerianas en España e Italia es el de la prostitución.

El problema de Nigeria es la pobreza. Las chicas son captadas por las mafias con promesas de una vida mejor en Europa. La mayoría fueron engañadas y no sabían que iban a ser prostitutas.

Te ofrecen un puesto de trabajo en Europa para ayudar a la familia. Como las chicas están sufriendo, se prestan a una cosa así.

La explotación es tremenda y me parte el corazón que haya gente de allí y de aquí que las engaña. La Iglesia está trabajando mucho para mentalizar en Nigeria de la falsedad de esas promesas.

La inmigración se está convirtiendo en uno de los temas más importantes en la agenda política mundial. Vivimos un momento de movimientos migratorios similar a la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo crees que podemos mejorar la situación?

Si queremos frenar la inmigración, hay que crear trabajo en África. No hay que dejar esa tarea a los gobiernos africanos porque son corruptos. Si les das dinero a los políticos se lo quedan para otras cosas y acaba en bancos suizos. Tenemos que ir nosotros allí e invertir.

¿Podemos hacer algo más?

España, Alemania, Francia, USA y Rusia son de los que venden más armas en África. Ganamos dinero y cerramos los ojos a lo que está sucediendo allí mientras nos llenamos la boca con los derechos humanos. No hay que vender armas.

Hace poco en España hemos visto lo que sucede cuando se decide no vender armas a Arabia Saudí para la guerra en Yemen. Los mismos sindicatos españoles han acabado presionando para que se realice la venta. Siempre hay otro país productor de armas no tan interesado en los derechos humanos dispuesto a hacer la venta. A veces, eso hace perder la esperanza de que pueda cambiar la situación en su continente.

Roma no fue construida en un día. Hay que luchar por las cosas buenas y comprometerse con ellas. Si arrojamos la toalla no se hace nada. Tenemos que comenzar y poco a poco se irán viendo frutos.

Pongo un ejemplo: cuando la Iglesia dice que hay que denunciar y trabajar por la justicia, sabe que los misioneros no pueden ir a convertir a la población de los países misionados con una varita mágica.

Hay que ir, escuchar durante años, integrarse y cambiar la vida de las personas a partir del cambio que se produce en la tuya.

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