El populismo no tiene definición. Así lo asegura el autor John B. Judis en su libro La explosión populista (Deusto, 2018), en el que analiza y desentraña el origen de esta tendencia política, su pasado, presente y desarrollo.
Para Judis, “no existe un conjunto de rasgos que definan exclusivamente a las personas, movimientos y partidos llamados populistas”. Sin embargo, estos actores presentan algunos parecidos que sí que son comunes entre ellos. Por este motivo, la publicación se dedica a repasar cuáles son estos elementos, a distinguirlos en los distintos países y momentos de la historia y a averiguar sus causas y consecuencias.
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Las claves para entender el populismo que Judis promulga son:
– Se debe entender como un lenguaje
Según Michael Kazin, es un lenguaje cuyos portavoces conciben a la gente común y corriente como un noble grupo que no está estrictamente vinculado a una clase; a sus adversarios elitistas los considera interesados y antidemocráticos, e intenta movilizar a los primeros contra los segundos”.
– No es de derecha, ni de izquierda, ni de centro
Existen partidos populistas de todos los colores políticos. Para Judis, tanto el Podemos de Pablo Iglesias como el Frente Nacional de Marine Le Pen son populistas.
– Populismo diádico frente a populismo triádico
Existe una clara diferencia entre el populismo de izquierdas de Iglesias con el populismo de derechas de Le Pen. Según el autor, el de izquierdas es diádico; defiende al pueblo de frente a una élite o establishment. En cambio, el populismo de derechas es triádico, en el sentido que los populistas de derechas defienden al pueblo frente a una élite a la que acusan de mimar a un tercer grupo, que pueden ser, por ejemplo, inmigrantes, activistas, etc. Este populismo se caracteriza por el desprecio a este tercer grupo que considera ajeno.
– No existen referentes exactos sobre quién es el “pueblo” y quién es la “élite”
No hay un electorado único que constituya y materialice el concepto de “pueblo”. Hay votantes populistas de todos los perfiles y clases. Igualmente, no hay un consenso sobre quién o qué es la “élite”; puede ser el poder del dinero, “los intelectuales de cabeza puntiaguda” que definía George Wallace o “la casta” contra la que va Podemos. Estos referentes no definen el populismo, para Judis, lo define la conflictiva relación entre los dos grupos, basada en el enfrentamiento por una serie de requisitos que los populistas plantean a la élite y que ésta no siempre está dispuesta a garantizar.
– Fuerza en la oposición
Muchos de los movimientos populistas de Estados Unidos y de la Europa occidental han florecido a estar en la oposición, pero han experimentado una crisis de identidad cuando han entrado a formar parte del gobierno.
– Son señales de advertencia de una crisis política
Para el autor, se dan cuando el pueblo ve que las normas políticas se contradicen con sus esperanzas y preocupaciones. Las ven desatendidas y así, estos partidos se convierten en catalizadores de un cambio.
– No siempre consiguen sus objetivos
Judis señala que este tipo de partidos no suele caracterizarse por tener éxito en sus esperados logros. Sin embargo, sí que son los que agitan las aguas para que los partidos mayoritarios adopten ciertos cambios.
A partir de estas claves, el autor analiza en su libro la lógica del populismo estadounidense, el neoliberalismo y sus enemigos (Perot, Buchanan, Tea Party y el movimiento Occupy Wall Street), la mayoría silenciosa y la revolución política de Donald Trump y Bernie Sanders, el auge del populismo europeo, los límites del populismo de izquierdas (Syriza y Podemos) y el avance del populismo de derechas por Europa del norte.