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Comprar alimentos de ‘comercio justo’ nos hace consumidores inteligentes y solidarios

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Rawpixel.com - Shutterstock

María Eugenia Brun - publicado el 25/05/18

Con la compra de productos de comercio justo todos salimos favorecidos: los productores de zonas desfavorecidas; la Tierra y los consumidores

No es algo nuevo ya que empezó en las décadas de 1940 y 1950 en Estados Unidos, pero sí se puede decir que cada vez más personas se suman a esta forma de adquirir productos inteligente y responsablemente.

El ‘comercio justo’ es un sistema de compra y venta solidario cuyo objetivo es ayudar a disminuir la desigualdad en el mundo, que aquellos productores y personas desfavorecidas que trabajan produciendo nuestros alimentos logren acceder al mercado en condiciones justas.

Es una alternativa al comercio tradicional, que cambia con las reglas del comercio internacional, quedando la comercialización y la producción al servicio de las personas y no prioriza lo económico, que además permite a estas poblaciones más desfavorecidas del planeta se desarrollen.

Compra con valores

Con esta forma de compra se promueven valores éticos que abarcan no solo el aspecto social, sino también ecológico, y esta fundamentado en 10 principios básicos establecidos por Working Togheter for a Fairer World (WFTO).

El papa Francisco se pronunció en el Congreso ‘Invertir en los pobres‘, organizado por el Consejo Pontificio de la Justicia y de la Paz en 2015 diciendo que el inversor que utiliza este método, es “consciente de la existencia de graves situaciones de inequidad, de profundas desigualdades sociales y de las penosas condiciones de desventaja que afectan a poblaciones enteras”.

Afirmó además que “no podemos tolerar más que los mercados financieros gobiernen la suerte de los pueblos en vez de satisfacer sus necesidades o que unos pocos prosperen recurriendo a la especulación financiera mientras muchos padecen las consecuencias”.

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nestor rizhniak - Shutterstock

Beneficios a los trabajadores y al consumidor

A los productores les ayuda a ser autosuficientes para poder competir en el mercado internacional, ayudando por ende a disminuir la pobreza, favorece el crecimiento y protege su identidad cultural, precios justos acordados previamente por ambas partes, se evita el trabajo forzoso e infantil.

A los consumidores que pueden comprar en mercados locales alimentos que son producidos de manera sostenible (sin pesticidas, con embalajes biodegradables, de bajo gasto energético y emisión de gases nocivos a la atmósfera), ofrece productos más variados, con sabores y nutrientes distintos que respetan la identidad de la zona del mundo de donde se producen, de gran calidad y producción artesanal.

No solo se venden alimentos sino otro tipo de productos como textiles, artesanías, muebles, entre muchos más. Y hasta el papa Francisco se viste con prendas de Comercio Justo, ya que su visión es “poner la economía al servicio de los pueblos” ver más en




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¿Cómo saber si es de “Comercio Justo”?

Normalmente la mayoría de los productos son no perecederos como, por ejemplo, café, frutos secos, legumbres, té, pero también hay quesos, vegetales, frutas, vinos, entre muchos más.

Debemos fijarnos si tienen sellos de garantía de comercio justo como: Fairtrade Internacional (es la más utilizada a nivel mundial), ECOCERT, FUNDEPPO, IMO-Fair for Life o Naturland.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) realizaron un estudio recientemente para fortalecer los sistemas alimentarios sostenibles a través del etiquetado con Identificación Geográfica (IG). Este estudio concluye que los productos alimentarios vinculados a su lugar de origen ofrecen beneficios a nivel económico y social para las áreas rurales y promueven el desarrollo sostenible.

Este etiquetado promueve productos de calidad y de gran valor nutricional, así como también preserva el patrimonio alimentario contribuyendo a una alimentación saludable. Fomenta el aumento de los ingresos y trabajos de los agricultores rurales y para el consumidor es una manera sencilla de reconocer a través de esta etiqueta con IG el lugar de origen del producto.

Un ejemplo es si se compra un café con IG que dice Colombia, identificaremos que tendrá características organolépticas de mejor calidad (sabor, aromas, texturas).

Hoy en día se pueden encontrar cada vez empresas que se unen en diversas partes del mundo, algunas grandes cadenas como Eroski, Bon Preu, Día, Alcampo, Carrefour o El Corte Inglés han decidido trabajar este tipo de propuestas de Comercio Justo y ofrecen en sus tiendas gamas de alimentación basadas en una relación equitativa con los productores.

Por lo tanto, pensemos en esta forma de compra y comencemos a fijarnos en estas etiquetas de los alimentos. Es una manera inteligente, amigable con la “casa común” y solidaria en la que todos somos favorecidos, nosotros porque obtenemos productos de calidad nutricional y variados.

Pero lo más importante ayudamos a la igualdad, a que los pequeños productores y campesinos de zonas empobrecidas vivan dignamente de su trabajo.

Además, se recupera de alguna manera el vínculo perdido entre productor y consumidor y se demuestra que es posible hacer compatibles los criterios económicos, nutricionales y los principios éticos.

Tags:
agriculturaalimentacióncomerciocomprarconsumoeticajusticia socialmedio ambientevalores
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