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¿Cómo sé si mi pareja es la indicada?

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Emanuele Toscano-cc

El Blog de Emma y Didier - publicado el 25/02/17

Las preguntas a plantearse para enfocar un buen matrimonio

“¿Cómo sabías que Didier era el indicado para ti?”, me preguntó una joven de diecisiete años. “Lucho para saber si un chico es el indicado para mí. Todos los días le pido a Dios que me ayude a resolver mi confusión”.

Navegar por el mundo de las citas, especialmente hoy en día, resulta para muchos jóvenes católicos que viven en castidad y esperan en el amor verdadero, un reto y una lucha contra la frustración.

Sabemos por fe que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios (1 Juan 4: 8), llamados a amar y ser amados; y cuando estudiaba sobre Teología del Cuerpo, aprendí que todos tenemos en nuestros corazones el anhelo de convertirnos en un “regalo” para otro, un propósito.

Sin embargo, la angustia llega a medida que pasa el tiempo, vemos a nuestros amigos casarse y sentimos la tentación de conformarnos con cualquier relación con tal de no estar solos. En resumen: anhelamos el amor verdadero pero no creemos que sea algo real.

Cuando esto pasa, caemos en lo que yo llamo “el primer error en una cadena de errores”: comenzamos a tomar malas decisiones, empezando por la desesperación y la falta de confianza que nos hacen entrar en modo “cacería” y considerar a cualquier  sujeto del sexo opuesto católico como el posible “elegido”.

Vemos señales donde no las hay. Interpretamos conductas basándonos más en nuestra impaciencia que en la realidad. Nos ilusionamos sin ningún tipo de fundamento.

No estamos llamados a casarnos con cuanto soltero católico te encuentres, si tu vocación es el matrimonio: estás llamado a casarte con UNA persona. Dios ya sabe quién es nuestro futuro cónyuge y verdaderamente quiere lo mejor para nosotros. Lo último que quiere que hagamos es que echemos a perder el proceso conformándonos por miedo, por lujuria o por inseguridad.

Él tiene “planes de prosperidad y no de desgracia, para asegurarnos un porvenir y una esperanza.” (Jeremías 29:11) – y sí, sé que puede ser frustrante esperar en el horario de Dios, pero bien valdrá la pena ya que su tiempo es el mejor.

Cuando estaba soltera y preguntaba a mis amigas casadas cómo habían descubierto que su esposo era la persona indicada me respondían diciendo “uno simplemente lo sabe” y esto me parecía molesto porque al final no me decía nada. Sin embargo, la frase tuvo todo el sentido cuando llegó la persona indicada.

Después de toda una vida de discernimiento, de un proceso por el seminario, de unos cuantos años estudiando psicología y filosofía, de citas románticas, de un noviazgo cristiano y de caminar todo esto con Dios, tenemos algunos consejos para compartirles cuando se trata de discernir si Dios te está llamando o no al matrimonio con esa persona.

Partimos del hecho de que asumimos que quienes lea esto:

1) Discernieron ya su vocación, 2) Buscan un noviazgo en santidad y 3) Anhelan más que nada en el mundo el Cielo tanto para ellos como para la persona que aman.

Así que, aquí hay tres signos para descubrir si esta es la persona indicada:

• Paz y alegría verdaderas. Dos importantes frutos del Espíritu Santo son la paz y la alegría. No importa cuánto intentemos engañarnos a nosotros mismos, nuestros corazones saben cuándo algo está mal y punto, si no por qué razón intentamos tanto buscar excusas y explicaciones a aquellas cosas que sabemos son señales claras de que ésta no es la relación adecuada para mí. Esa ansiedad, ese “vacío en el estómago”, el temor, la preocupación, la tristeza, los intentos por racionalizar nuestra relación y las acciones de mi pareja que me hacen daño no pueden pasar desapercibidos. Por ejemplo, tal vez has escuchado a alguna amiga (o incluso a ti mismo) decir frases como: “Bueno, no comparte la fe como yo, pero con el tiempo le puedo ayudar a estar más cerca de Dios“, “es que es tan poco cariñoso, pero toda su familia es así” o “me engañó, pero se arrepintió y dice que no volverá a pasar después de estas últimas dos veces“, y la más irónica “no es perfecto, pero mejor algo que no nada“. Ciertamente no buscamos la pareja perfecta (porque no existe). ¡Pero sí la indicada! (y de esto hasta el mismo Dios habla, si no, revisa Génesis 2, 18).

•Uno de los aportes espirituales más grandes que Didier ha hecho en mi vida es el discernimiento ignaciano, allí aprendí que uno de los elementos centrales de los ejercicios espirituales es aprender a distinguir la presencia (o ausencia) de paz  en las decisiones que tomamos en la vida, que en el fondo es resultado de la escucha y abandono en la voluntad de Dios. Actuar conforme al corazón de Cristo y no en contra de ÉL. Cuando creamos excusas para racionalizar el comportamiento del otro, o empezamos a comprometer nuestros estándares y valores, son alarmas fundamentales para saber que esa falta de paz en nuestro corazón es debido a que ésta no es la relación que ÉL anhela para nosotros y menos para nuestra vocación. De igual manera esa alegría y dicha que nace de la paz, cuando estamos en una relación que nos invita a ser santos es crucial para determinar si esta persona es o no la indicada. Y en esto nuestro familiares y amigos son de gran ayuda porque esa dicha en nuestras vidas no puede pasar desapercibida (en contraste con una relación meramente emocional).

• La relación te invita a sacar lo mejor de ti. En una relación, naturalmente habrá momentos en los que alguno de los dos sea más fuerte en una área que otro – espiritual, emocional, intelectual, física-; sin embargo es importante que estén en la misma página, es decir que ninguno se ponga a la tarea de querer cambiar al otro o mejorarlo, sino que cada uno a manera personal se siente impulsado por el testimonio del otro a crecer.

Hay una gran diferencia en esto, ya que cuando intentamos arrastrar al otro para que se convierta en la versión que tengo en mi cabeza luchamos constantemente con la negación de no aceptar la situación tal y como es, y terminamos perdiéndonos a nosotros mismos. Si no te gusta algo de la relación o de la otra persona y sabes que esto es importante para ti, no recurras a mecanismos de defensa para negar la realidad.

No prolongues algo que sabes no es lo que anhelas de verdad. Imagina el matrimonio como “una carrera al Cielo” tal cual lo llama san Pablo. Su cónyuge ha de correr a su lado, juntos hacia la meta del Cielo. Cuando el cansancio llegue se han de animar mutuamente, cuando uno caiga el otro le ayudará a levantarse. La idea no es correr la vocación con alguien que va a millas de distancia de usted o que ni tan siquiera desea perseverar en la carrera. El matrimonio en sí ya es un reto, incluso cuando ambos están en la misma página, ahora piense cuánto más difícil o incluso imposible sería si no existe esta sintonía.

•Algo que nos puede ayudar es ver la relación a la luz de la amistad, después de todo un noviazgo sano es aquél en la que la amistad y el romance van de la mano. Al igual que los verdaderos amigos sacan lo mejor de ti, la amistad en la pareja debería ser una amistad virtuosa que te ayude a poner la mirada en un objetivo común: el Cielo.

•En el matrimonio católico los cónyuges están llamados a llevarse el uno al otro hacia Dios. Con este propósito en el alma, nuestra pareja debe ayudarnos a crecer en santidad y motivarnos a fructificar nuestros dones y talentos. Si hay algo que empobrece nuestra espiritualidad es dejar la vida de oración. Y si sientes que no creces con tu pareja (o que no le ayudas al otro a crecer) entonces puede que esta no sea la persona que Dios tenga en mente para ti.

• Un amor en libertad.El amor verdadero crece solo en el terreno de la libertad, y esta se manifiesta en dos sentidos. 1) Cuando te das cuenta de que pueden estar el uno sin el otro, no se necesitan, ni tampoco hay apegos que los aten, sin embargo, quieren vivir unidos libremente para siempre por la única razón de que quieres aprovechar cada día como una oportunidad para hacerle feliz y que sea santo. Construyendo juntos un futuro en donde quepan los sueños de los dos y los sueños de Dios 2) Cuando llegas al punto en que finalmente puedes revelar tu verdadero yo, sin máscaras ni engaños, estando ante el otro tal cual eres sin temor ni vergüenza. Tu pareja conoce lo mejor y lo peor de ti, y te ama a pesar de tus defectos y fragilidades. Tu conoces lo mejor y lo peor del otro, y aún le amas, incluso más, por ellos. Nadie es perfecto y la persona indicada lo sabrá mejor que nadie. Estas son las actitudes que revelan esa libertad que muestra un amor según Dios.

Por último sólo queremos decirles que no tengan miedo a dejar a Dios escribir su historia de amor. Confíen en que sus planes son mejores que los nuestros.

Didier y yo somos testigos junto con muchos otros consagrados en matrimonio de que sí es posible encontrar a alguien con quien puedas ser tú mismo y disfrutar de la paz, la alegría y  la libertad que provienen de vivir según el corazón de Cristo.

Dentro de poco, si Dios lo permite, estaremos cumpliendo nuestro segundo aniversario de bodas, y pueden estar seguros de que rezaremos por ustedes, por sus propios discernimientos y que caminen confiados en que un Dios que les ama les lleva de su mano.

Artículo publicado en el blog de Emma & Didier

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