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La relación entre San Francisco de Asís, Papa Francisco y la Casa Común

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Píldoras de fe - publicado el 11/02/17

Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra Casa Común como en los últimos dos siglos

Su Santidad el Papa Francisco, desde que fue elegido Pontífice, vino rompiendo esquemas y paradigmas. Desde el momento de su elección, seleccionó un nombre que nunca antes había sido elegido: Francisco en honor a San Francisco de Asís.

Es el primer Papa del continente americano y el primer miembro de la compañía de Jesús en dirigir la Iglesia Católica. Además, es el segundo Papa no europeo (el primero fue el sirio Gregorio III en 741).

El Papa Franciso es conocido por su humildad, conservadurismo doctrinal y su compromiso con la justicia social. Estas actitudes las traduce perfectamente a su vida diaria – decidió no vivir en la residencia oficial del Papa en el Palacio Apostólico; pidió que su anillo del pescador fuese de plata dorada en lugar de oro macizo; cambió el trono dorado por un sencillo sillón blanco; etc.

Considerando esto, el nombre de Francisco parece muy apropiado. San Francisco de Asís fue un hombre enamorado de la pobreza y de la humildad.

A pesar de haber nacido en una familia con mucha riqueza, Francisco de Asís no dudaba en despojarse de cuanto tenía para dárselo al necesitado – aún incluso antes de consagrar su vida al servicio de Dios y aun cuando esto le significase problemas posteriormente.

Uno de los momentos decisivos en la vida de San Francisco de Asís, fue cuando, un día, rezando frente a un crucifijo en la Iglesia de San Damián, le pareció oír que Dios le decía tres veces: “Francisco tienes que reparar mi casa, porque está en ruinas”. Y así comenzó una vida de entrega, humildad, servicio y amor al prójimo, de fraternidad y felicidad.

Tuvo que sufrir burlas, desprecios, juicios, menosprecios, pero todos los superó con la gracia de la oración y la intercesión de la Santísima Madre María. Tenía la rara cualidad de hacerse querer por los animales. Dicen que un lobo feroz hasta le obedeció cuando el santo pidió que dejara de atacar gente.

“Francisco salió: al lobo buscó en su madriguera. Cerca de la cueva encontró a la fiera enorme, que al verle se lanzó feroz contra él. Francisco, con su dulce voz, alzando la mano, al lobo furioso dijo: – ¡Paz, hermano lobo! –

El animal contempló al varón de tosco sayal; dejó su aire arisco, cerró las abiertas fauces agresivas, y dijo: – ¡Está bien, hermano Francisco! –

– ¡Cómo! – exclamó el santo. – ¿Es ley que tú vivas de horror y de muerte? ¿La sangre que vierte tu hocico diabólico, el duelo y espanto que esparces, el llanto de los campesinos, el grito, el dolor de tanta criatura de Nuestro Señor, no han de contener tu encono infernal? ¿Vienes del infierno? ¿Te ha infundido acaso su rencor eterno Luzbel o Belial? –

Y el gran lobo, humilde: ¡Es duro el invierno, y es horrible el hambre! En el bosque helado no hallé qué comer; y busqué el ganado, y en veces comí ganado y pastor. ¿La sangre? Yo vi más de un cazador sobre su caballo, llevando el azor al puño; o correr tras el jabalí, el oso o el ciervo; y a más de uno vi mancharse de sangre, herir, torturar, de las roncas trompas al sordo clamor, a los animales de Nuestro Señor. Y no era por hambre, que iban a cazar –.

Francisco responde: – En el hombre existe mala levadura. Cuando nace viene con pecado. Es triste. Mas el alma simple de la bestia es pura. Tú vas a tener desde hoy qué comer. Dejarás en paz rebaños y gente en este país. ¡Que Dios melifique tu ser montaraz!

– Está bien, hermano Francisco de Asís.

Ante el Señor, que todo ata y desata, en fe de promesa tiéndeme la pata.

El lobo tendió la pata al hermano de Asís, que a su vez le alargó la mano.” (Fragmento de “Los motivos del lobo” – Poemas de Rubén Darío)

San Francisco de Asís compuso un poema conocido como “Cántico de las Criaturas”:

“Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.

Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.

Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.” (Fragmento “Cántico de las Criaturas, San Francisco de Asís, 1225)

Este canto, “Alabado Seas, mi Señor” (Laudato si’, mi’ Signore), fue retomado por su Santidad el Papa Francisco hace aproximadamente un año para escribir la encíclica del mismo nombre.

Ahora que nos encontramos en la festividad de San Francisco de Asís, me parece muy apropiado retomar algunos mensajes claves de este escrito.

En su canto, San Francisco de Asís nos recordaba que nuestra casa común – ésa que el mismo Dios le pidió que reparara porque estaba en ruinas – es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos.

Hoy por hoy, el Papa Francisco nos recuerda que:

“…es esta hermana que clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla.

La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes.

Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra que ‘gime y sufre dolores de parto’ (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7).

Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.” (Laudato Si, n° 2)

En la festividad de San Francisco de Asís, me gustaría que reflexionáramos en nuestro papel de administradores de esta Casa Común.

Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra Casa Común como en los últimos dos siglos. Estamos llamados a ser los instrumentos del Padre Dios para que nuestro planeta sea lo que Él soñó al crearlo y responda a su proyecto de paz, belleza y plenitud.

Pidamos a la Santísima Virgen María su intercesión para cumplir con la voluntad del Padre y para conseguir la gracia del discernimiento de manera que nos comprometamos en el cuido de nuestra hermana y madre Tierra.

María Mercedes Vanegas
Artículo originalmente publicado por pildorasdefe.net

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