¿Ser o no ser? ¿Habrá o no habrá segunda temporada de Goliath? Los rumores en un sentido u otro parecen ya casi una estrategia de marketing. Que no, que no ha tenido el éxito esperado… Que sí, que hay más historias por contar… Que bueno, que después de que Billy Bob Thornton haya ganado el Globo al mejor actor de serie habrá que pensarlo… Que puede, y que habrá nuevos personajes… Que nosotros-autores confiamos en su continuación pero que Amazon no lo ha confirmado…
Tiene que haber otra temporada de Goliath. Lo merecemos. Siendo el drama más seguido en Amazon, seguro que la habrá. Sin duda estamos ante la mejor serie original de la plataforma, como mínimo de la que se han dado mayor atracón sus seguidores.
Fresca, intensa, genial, inteligente, variopinta, Goliath es un drama legal lleno de frikis y de contrapuntos cómicos, con ritmo y con un elenco superlativo de actorazos que aciertan siempre, con Thornton en cabeza.
La serie además viene apadrinada por David E. Kelly, conocido por dos gestas: ser el creador del también drama judicial Ally McBeal y por estar casado desde el 1993 con Michelle Pfeiffer, toda una proeza. Kelley además se alista con Saphiro (Boston Legal) para brindarnos unos diálogos más que ágiles.
Esta es una de esas series que no necesitan el famoso tercer o cuarto capítulo, ese en el que los espectadores se enganchan. Aquí la cosa te pilla ya en el primer capítulo, máximo en el segundo.
Goliath no quiere vendernos el atractivo de abogados con trajes, sino que presenta una entretenida propuesta a lo Perry Mason, eso es, la de un abogado que ama la verdad.
Aquí el abogado es Billy McBride (Billy Bob Thornton), un mindundi cuyo despacho es una barra de bar, y sus ayudantes, una prostituta yonqui (Tania Raymonde), una choni hortera recién licenciada en Derecho (Nina Arianda) y un equipo de obesos y heaviatas sin norte; vaya, todo un ejército para la abogacía.
McBride busca redención, quiere empezar a poner orden a su vida. Lo hará asumiendo un caso imposible en un sistema judicial donde la justicia y la verdad se han convertido en oportunismo, sofismo y dinero.
Y ahí está la oportunidad de su vida: una demanda por homicidio y negocio ilegal de armas contra el bufete que él mismo fundó, McBride & Cooperman. Una lucha entre el minúsculo McBride y el tétrico y diabólico Cooperman (William Hurt); esto es David contra Goliat. La verdad contra un sistema pervertido.
Billy cayó en desgracia y perdió bufete y mujer. Por eso, el caso se le presenta al pequeño abogado como una oportunidad de matar a dos gigantes de un tiro de piedra: por un lado, salir del alcohol y renacer de las cenizas; por el otro, poner de nuevo la justicia en el estrado. Su tiro pondrá en jaque al bufete, dominado por el hipnótico Cooperman, una especie de Freddy Krueger.
En Goliath ese diablo que Thornton interpretaba en Fargo se convierte en un limitado picapleitos de buen corazón que con su ejército de mentecatos emprende litigio contra el mal y la mentira.
En efecto, su antiguo bufete ahora no es más que una caterva de abogados apasionados por el dinero-a-cualquier-precio, con chicas ambiciosas que medran con sexo, y socias de vuelta de todo que se han pasado a la homosexualidad a la caza de algo.
Goliath es una buena propuesta. Es una apuesta por los nobles de corazón, por los samaritanos que acogen prostitutas y curan enfermos. Un embate contra escribas y fariseos del sistema. Una serie abierta a la trascendencia basada en una premisa: el bien y el amor al otro son la base de toda sociedad.
Hoy celebramos a...