No es de extrañar que alguien no acabe de comprender bien qué significa el Reino de Dios, pues la lectura de los Evangelios pone de manifiesto que ni siquiera los mismos Apóstoles antes de Pentecostés lo habían entendido bien, y es una de las nociones que más ha generado a lo largo de la historia discusiones y discrepancias. Pero, a pesar de ello, podemos hacernos una idea.
En primer lugar, hay que decir que el significado de la expresión no es unívoco. Es decir, que en realidad significa varias cosas, aunque todas ellas relacionadas y con algo en común.
Así, podemos ver en los Evangelios que Jesucristo dice en una ocasión mi reino no es de este mundo (Juan 18, 36), y en otro momento el Reino de Dios está ya en medio de vosotros (Lucas 17, 21). A primera vista, dan ganas de replicar con un “¿en qué quedamos?”, pues parecen cosas contrapuestas.
Te puede interesar:
¿Qué quería decir Jesús con la expresión “Reino de Dios”?
En realidad, no son contrapuestas, pero son un poco distintas.
En segundo lugar, para entender bien lo que sigue hay que tener en cuenta que el Reino de Dios lo trae consigo Cristo, con su victoria en la Cruz.
Te puede interesar:
Santa Teresita, ¿mensajera del Apocalipsis?
¿Y quién era el oponente? No eran los reyes de este mundo, como el Señor deja claro a Pilato. El rival era, y lo sigue siendo, el demonio. Desde el principio de la humanidad, es quien ha querido reinar sobre los hombres, arrebatándoselos a Dios.
Pues vayamos ya a los diversos significados. En su sentido más pleno, hay que esperar al juicio final para encontrarlo. Allí se dará la exaltación completa de Jesucristo como Rey universal y eterno.
Lo dijo Él mismo:
Cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria y acompañado de todos los ángeles, se sentará entonces en el trono de su gloria (Mateo 25, 31).
También la nuestra, como partícipes de ese reino, siempre que hayamos salido airosos de ese juicio:
Entonces dirá el Rey a los que están a su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo” (Mateo 25, 34).
Ahora bien, lo que va a culminar en el más allá ya empieza en este mundo. La victoria de Cristo empieza ya con su llegada al mundo, y se consuma en la Cruz.