Cuando estamos en una situación difícil necesitamos escuchar más que hablar
Sócrates, el sabio filósofo griego, decía que la elocuencia es, muchas veces, una manera de exaltar falsamente lo que es pequeño y disminuir lo que, de hecho, es grande.
La palabra puede ser mal usada, enmascarada y emplearse para el disimulo. Es por eso que los sabios siempre han enseñado que sólo debemos hablar “cuando nuestras palabras sean más valiosas que nuestro silencio”.
La razón es simple: nuestras palabras tienen poder para construir o para destruir. Éstas pueden generar paz, concordia, comodidad, consuelo, pero también pueden generar odio, resentimiento, angustia, tristeza y mucho más.
“Hasta al necio, si calla, se le tiene por sabio, por inteligente, si cierra los labios” (Pr 17, 28).
El silencio es valioso, y cuando estamos en una situación difícil necesitamos escuchar más que hablar, pensar más que actuar, meditar más que correr.
Tanto la palabra como el silencio revelan nuestro ser, nuestra alma, aquello que está dentro de nosotros.
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