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El obispo que fue refugiado

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Salvador Aragonés - publicado el 05/06/16

El papa Francisco pone a Long Van Nguyen a dirigir una diócesis poblada por inmigrantes

El papa Francisco ha nombrado obispo de una de las diócesis más importantes de Australia, Parramatta, a un refugiado vietnamita, el padre Vincent Long Van Nguyen (55), franciscano conventual.

La diócesis se encuentra en el interland de Sidney, a 30 kilómetros de la capital, y está habitada por una populosa población de inmigrantes, entre ellos no pocos irregulares.

Vicent Long (Vietnam 1961) llegó a Australia en 1981, procedente del Vietnam. Había nacido veinte años atrás en la ciudad de Gia-Kiem, a 90 kilómetros al nordeste de la ciudad Ho-Chi-Minh (Saigón).

Antes de llegar a Australia, la familia de Long pasó por un campo de refugiados durante año y medio en Malasia.

Cuando terminó la guerra del Vietnam (1975) y llegó el régimen comunista, su familia, como la de muchos centenares de millares de vietnamitas, se embarcó en una barcaza mar adentro para encontrar otras tierras y otros países más libres.

Fue el éxodo del llamado “boat people” (balseros), con barcazas y botes repletos de gente en busca de otras orillas lejos de Vietnam. En los mares del sudeste asiático murieron muchos miles de personas.

Es parecido al éxodo de los africanos y asiáticos que quieren llegar a las costas de Europa o a sus fronteras. Muchos mueren y otros son acogidos en campos de refugiados.

Lo mismo ocurrió con los vietnamitas que huyeron del régimen comunista del Viet-Cong y del Vietnam del Norte. Estos vietnamitas recalaron en Malasia, Filipinas, Taiwán, Borneo, Nueva Zelanda, Indonesia y Australia, entre otros países.

Long ingresó en los frailes franciscanos en 1983. Fue ordenado sacerdote en Melbourne en 1989, y después fue a ampliar sus estudios a Roma, donde se licenció en Cristología y Espiritualidad en la Universidad de San Buenaventura, regida por los padres franciscanos.

Al volver de Roma, sirvió como párroco y fue elegido superior de los franciscanos conventuales de Australia en 2005 y posteriormente Benedicto XVI lo nombró obispo auxiliar de Melbourne, en 2011, hasta hace unas semanas en que fue elegido obispo de la diócesis de Perramatta.

La diócesis tiene 330.000 católicos y 80 colegios católicos con 45.000 alumnos.

El nuevo obispo de Perramatta, nombrado el 5 de mayo, conoce muy bien la situación de los refugiados, de los sin papeles.

La diócesis de Perramatta, creada hace 30 años, está poblada precisamente por inmigrantes, que se han ido asentando e el interland de Sidney, en el interior.

Vicent Long ha tenido numerosas intervenciones en favor de los inmigrantes y de los refugiados clandestinos.

Según declaraciones e informaciones publicadas por los órganos de prensa australianos, Long ha denunciado que los campos de refugiados se han convertido en “cárceles” y “lugares de angustia, pena y desesperación para gente que ya ha sufrido tanto y que ha sobrevivido a duras penas en su patria y después en la fuga hacia Australia”.

Los centros para inmigrantes más controvertidos son los que ha realizado el gobierno de Camberra en la isla-estado de Nauru en la lejana micronesia, y en la isla de Manus en Papúa Nueva Guinea.

Según Long, es necesario sensibilizar a la gente para que comprendan el drama de los refugiados, y trabajar con el fin de dar a los jóvenes, sobre todo musulmanes,espacios de agregación e identidad para evitar su radicalización, y también promover la colaboración y el diálogo con los otros líderes religiosos.

Las condiciones de aislamiento de los migrantes clandestinos son -dice el nuevo obispo de Perramatta- “duras y crueles”, y en Nauru se han registrado dos intentos de suicidio entre los internados.

En Manus, el Tribunal Supremo decidió el 26 de abril cerrar el campo, sin lograr convencer al gobierno australiano para buscar una solución alternativa en el mismo territorio.

Las palabras de denuncia de Long bien se podrían aplicar a los campos de refugiados europeos y a los gobiernos de los respectivos países, así como de los refugiados americanos que emigran hacia el norte.

Ante los fenómenos migratorios el mundo parece más deshumanizado y pensando cada país solo en su propio bienestar.

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