Sor Carol tuvo que abandonar Siria en septiembre de 2012 y hoy reside en Italia con su comunidad. Todas sus vacaciones las pasa en la nueva fundación monástica de la comunidad, Deir Maryam el Adhra, en Souleymanieh, en el Kurdistán iraquí, para ayudar a familias refugiadas cristianas y musulmanas.
Con una marcada personalidad, Sor Carol se expresa con dulzura. En una entrevista cara a cara, Aleteia ha podido recoger su testimonio aprovechando una de sus conferencias en la iglesia Saint Merri de París.
El horror de 13 años de guerra fratricida en el Líbano
De niña, Sor Carol se codeaba con los amigos musulmanes de su madre. A pesar de una armonía aparente, a menudo observó un sentimiento de superioridad de los cristianos frente a los musulmanes y viceversa.
En 1975 estalló la guerra del Líbano. Ella tenía 7 años: “Vi milicias cristianas torturar de manera bárbara a presos musulmanes. Por la mañana, rezaba en mi habitación por ellos. Saber que debía mi supervivencia a milicias que cometían tales atrocidades me hacía entrar en crisis. Cuando se vive en peligro constante, uno reprime su miedo. Yo me decía que me burlaba de la muerte pero cuando caía una bomba, corría a buscar refugio”.
De estos 13 años de conflicto, creció en ella una aprehensión a vivir en minoría cristiana en un país de mayoría musulmana. Adolescente, decidió con algunos amigos comprometerse en una asociación para ayudar a los niños de campos de refugiados palestinos.
“Muchos pequeños no sabían ni si quiera quiénes eran sus madres y sus padres –recuerda-. Nosotros queríamos ayudar a estos niños y permitirles proseguir una escolarización normal”.
En Mar Moussa, en la escuela del padre Dall’Oglio
Finalizada la guerra, Sor Carol salió del Líbano para ir a Siria. Durante una parada en Mar Musa, recibió en la oración una llamada muy fuerte a unirse a la comunidad.
“El Señor me hizo entender que era necesario que lo dejara todo para convertirme en monja. Eso provocó una gran conmoción en mi vida: yo pasé entonces del rechazo al amor al islam y los musulmanes”.
Monasterio de Mar Musa
Mar Musa fue fundada en Siria en 1982 por el padre Paolo Dall’Oglio para ser un lugar de diálogo y de construcción de la armonía entre musulmanes y cristianos.
Monástica, ecuménica y mixto, de rito siriaco católico, la comunidad está actualmente constituida por una decena de hombres y de mujeres que viven su día a día de oración, actividades manuales y hospitalidad.
En Siria, en Mar Musa, la comunidad existe hoy mientras que su otro monasterio sirio de Mar Elian en al-Qaryatayn fue destruido por Daesh en agosto de 2015.
Tanto en Irak como en Italia, la comunidad actúa más que nunca por la paz entre musulmanes y cristianos instaurando, especialmente, una oración común en los oficios.
El fundador de la comunidad, el padre Paolo Dall’Oglio desapareció hace dos años en Raqqa, en el norte de Siria. Fue capturado cuando iba a un encuentro con un grupo islamista para negociar la liberación de rehenes.
“Sembrar semillas en una tierra llena de guijarros y malas hierbas”
Durante la guerra, la comunidad ha continuado acogiendo a familias cristianas y musulmanas. Primero en Mar Elian, en al-Qaryatayn; después, tras la destrucción del monasterio, en Deir Maryam el Adhra, en Souleymanieh, en el Kurdistán iraquí.
La comunidad vive de donativos recibidos del extranjero, especialmente a través de la asociación de Amigos de Mar Moussa. Pone a la venta aceite de oliva, huevos y hierbas, así como queso cuando tiene cabras.
La oración, en el centro de todo, da ritmo a los días tanto de cristianos como de musulmanes. “Rezamos por todos, por las víctimas con las que nos identificamos y por los verdugos, a los que tememos u odiamos. Cuando se reza, el odio desaparece”.
Finalmente, la hospitalidad y la acogida de refugiados toma un lugar cada vez más importante a medida que pasan las semanas y los meses.
“Una familia o una persona sola es acogida el primero y el segundo día, así reciben la hospitalidad los recién llegados”, explica Sor Carol.
Para resumir, esta es la vocación de la comunidad en plena guerra: “Nuestro trabajo, hoy, es sembrar semillas en una tierra llena de guijarros y malas hierbas”.
Y añade: “Por otra parte, las víctimas de hoy son a veces los verdugos de ayer y se convierten a menudo en los de mañana. La violencia no es exclusiva del islam; el hombre proyecta en la interpretación de su libro sagrado lo que lleva en sí mismo de humanidad o al revés”.
El diálogo islámico-cristiano debe construirse en Europa
Para Sor Carol, hoy es en Europa y en Francia donde se juega todo. Sus conferencias dan testimonio de ello: para la comunidad, el diálogo interreligioso tiene lugar en el viejo continente, porque en Oriente Medio es más difícil que se establezca.
Sin embargo, este diálogo, según Sor Carol, es primordial en la acogida de refugiados, porque “los migrantes sirios musulmanes llegados a Francia necesitan ser dirigidos a las buenas mezquitas, estar bien rodeados, no estar solos para no ser blanco de los salafistas que pueden intentar adoctrinar a los recién llegados”.
Mar Musa
Para Sor Carol, el diálogo interreligioso pasa por la amistad: “Es estableciendo vínculos con musulmanes como se aprende a amarlos y a distinguir el islam del islamismo”, afirma.
“Hay trampas que hay que evitar –añade-: acoger sólo a los cristianos o sólo a los musulmanes que corresponden a nuestra imagen”.
Y concluye: “Si los cristianos, acogéis a los musulmanes sirios, no los releguéis a las periferias, superad vuestros prejuicios sobre ellos y ellos los suyos sobre vosotros. Así lucharéis contra el extremismo. Es urgente en Europa dialogar con los musulmanes”.
Por Marie Lorne