El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla ha escrito una original artículo en el Diario Vasco, en el que pide “ayunar de críticas y cotilleos” y se hace eco de los llamamientos del Papa Francisco a que, como cristianos, nos abstengamos de criticar y de hablar mal de nuestros semejantes.
“Comencemos por reconocer que llama la atención la “cruzada” que el Papa Francisco ha emprendido contra el vicio de la crítica y el cotilleo”, inicia su artículo el obispo de San Sebastián recordando las palabras del Pontífice en algunas de sus homilías en Santa Marta: “El mal de la cháchara, la murmuración y el cotilleo, es una enfermedad grave que se va apoderando de la persona hasta convertirla en sembradora de cizaña, y muchas veces en homicida de la fama de sus propios colegas y hermanos”.
“Ciertamente, no creo que haya habido nunca un Papa tan comprometido con la denuncia y la erradicación de esta lacra”, explica el obispo que añade: “El cotilla y el murmurador tiende a justificarse diciendo que se limitan a informar, y que en esta vida es necesario tener un juicio crítico”.
“Bajo las críticas y los cotilleos se camuflan pecados como el rencor, la envidia o la vanidad”, aclara monseñor Munilla, que además muestra cómo se enconden “nuestros complejos, inseguridades y heridas”.
Para el obispo de San Sebastián: “la crítica esconde con frecuencia envidia y celos, y que estos encierran falta de autoestima”, pero no quiere que estas implicaciones eludan la responsabilidad: “Somos sujetos libres, aunque nuestra libertad esté herida; y por lo tanto, somos responsables de las palabras que salen de nuestra boca”.
En su artículo continúa con una cita evangélica: Juan 21, 23. Lo explica: “El contexto de este episodio es el encuentro final entre Jesús y Pedro, en el que este es perdonado por su triple negación, además de confirmado en su misión. A punto de concluir el diálogo, cuando Jesús ha revelado a Pedro su futuro martirio, este vuelve su mirada a Juan —el discípulo al que el Señor amaba especialmente— y le pregunta a Jesús: “Señor, y este, ¿qué?”. A lo que el Señor, en una respuesta sin precedentes, contesta: “Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme”.
“¡¡Es impresionante escuchar a Jesús decirle a Pedro: “¿a ti qué?” (expresión equivalente a nuestro popular “¿a ti qué te importa?”)!!”, añade el prelado: “Y es que, mientras estamos pendientes indebidamente de los demás, podemos permanecer ciegos ante nuestros problemas y responsabilidades. ¡Vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro! (cfr. Mt 7, 3)”.
Termina recordando una anécdota con un hermano suyo, un obispo que expresaba que “se podría elevar a los altares, sin necesidad de proceso de canonización, a aquel de quien pudiera decirse: “nunca le escuchamos hablar mal de nadie”. “Ciertamente, ¡el ayuno que agrada al Señor es controlar nuestra lengua!”, finaliza el artículo.