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Bolívar no apartó la religión de la sociedad venezolana

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Aleteia Team - publicado el 21/10/13

Alocución del cardenal Urosa en un encuentro interreligioso

Agradezco de corazón la gentil invitación del Rabino Pynchas Brener, Presidente de CRISEV, a  compartir con ustedes algunas reflexiones sobre la cualidad, actitud y virtud de la decencia. ¿Qué es ser decente? Ser decente es mucho más que ser bien educado y amable. Es ser honesto, justo y correcto, respetar a los demás, practicar la laboriosidad y la veracidad, sentir solidaridad y compasión, rechazar la mentira y la corrupción, en fin, rechazar todo tipo de mal. Aquí  enfoco la decencia  desde el ángulo  específico de las virtudes necesarias para la pacífica convivencia social.

LA RELIGION EN LA SOCIEDAD

Este es un encuentro promovido por  líderes religiosos. Por ello, en primer lugar, quiero hacer una breve reflexión sobre el papel dela Religión en la convivencia social. La Religión, la práctica dela Religión es, fundamentalmente el relacionamiento amistoso y filial, racional y a la vez emotivo, pero también  comprometedor, que se establece entre el ser humano, individual y socialmente, con Dios, concebido como ser personal, padre amoroso y común de todos los seres humanos. Esta vivencia religiosa necesariamente conlleva el relacionamiento fraterno entre los integrantes de un grupo social, de la sociedad del pueblo. Por ello es tan importante la Religión. Bolívar lo asumió plenamente en una frase muy conocida: “Sin la Religión, la moral carece de su fundamento”.

Por supuesto, los líderes religiosos debemos ser, en primer lugar ejemplo y testigos de la práctica religiosa y, en consecuencia,  de una actitud fraterna, solidaria, constructiva, en la sociedad. Y estamos llamados a promover una convivencia social fraterna, justa, amable y pacífica. Se distorsiona la Religión cuando indebidamente se la utiliza para promover el conflicto, la destrucción, la guerra. Tal actitud es totalmente contraria a  la naturaleza dela Religión, de cualquier Religión.

OLVIDO DE DIOS Y DESTRUCCION DE LA SOCIEDAD

La práctica religiosa es una fuerza aglutinante de la sociedad. Por el contrario, el olvido de Dios, la indiferencia religiosa lleva a su disolución y destrucción.

La tendencia secularizante del  mundo moderno, especialmente en Occidente, – es decir, el querer a sacar a Dios de la vida pública -, con su tendencia relativista, promotora de una libertad absoluta, que se manifiesta luego en individualismo y arbitrariedad, es cada vez mas contraria a  la convivencia social y a la  decencia.

Al subrayar y sacralizar el individualismo y el gusto personal como la norma moral, lleva consiguientemente al  egoísmo, al desprecio de las formas, de las normas morales generales, incluso de las reglas de conducta y urbanidad, al menosprecio de la “buena educación”. Pero sobre todo, desata las fuerzas desintegradoras –  las pasiones-  que inclinan al ser humano a su propio provecho, a olvidarse de los demás, a despreciar a la comunidad, en diversos niveles, sin importar incluso el mandato moral hebreo y cristiano, –  más aún, de la ley natural presente en la conciencia de cada ser humano -, de no matarás.

Y esto lo vemos diariamente en el cambio de conducta de la gente, en la conducta en el Metro, en  los conflictos que se forman en las colas, en el irrespeto verbal hacia las personas, en las infracciones permanentes a las leyes de tránsito. Se manifiesta en  la falta de solidaridad y en la creciente agresividad y violencia de todo tipo, practicada incluso con crueldad. Y no olvidemos el desenfreno de la procacidad, la vulgaridad y la inmoralidad en el campo sexual, promovido también lamentablemente por algunos programas o notas de Medios de comunicación social.

El olvido de Dios se manifiesta también  en el irrespeto a las normas que rigen la actividad económica: Sin Dios y sin ley moral,  quien puede aprovecharse del dinero ajeno lo hace sin reparo, y así se desata no solamente la injusticia y la opresión al más débil, sino también  el asalto al tesoro público, a los bienes comunes de una nación,  es decir, la descarada corrupción administrativa.

CONVIVENCIA SOCIAL Y FRATERNIDAD

La convivencia social exige decencia, esto es, fraternidad y solidaridad, respeto a todas las personas, adhesión a normas morales comunes, buen trato a todos y, claro, normas de conducta y urbanidad. Todo ello tiene que ver con lo que llamamos decencia, y que es simplemente tener una conducta moral correcta, de práctica del bien y rechazo del mal.

En este sentido, quisiera compartir con ustedes una hermosa enseñanza de Pablo de Tarso, el Apóstol San Pablo. El nos  dice, en su carta a los Gálatas: “Las obras de la carne – el mal, el pecado – son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría hechicería, odios, discordia, celos, iras, ambición, divisiones, disensiones, rivalidades…. El fruto del Espíritu es amor, alegría paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí… (Ga, 5,19-23)

La  reflexión sobre la convivencia social es muy necesaria en Venezuela, pues estamos sufriendo de algunos antivalores en la vida social.  Los obispos católicos venezolanos, en el documento sobre   “La Contribución de la Iglesia a la construcción de una nueva sociedad” de nuestro Concilio Plenario, señalábamos ya en el año 2001 graves fallas en nuestra convivencia:

“A pesar de esto, es preciso señalar algunas debilidades. En primer lugar, una fuerte influencia de modelos culturales foráneos, donde el mercantilismo se impone sobre los valores morales. En este contexto, se afianzan los criterios economicistas que fortalecen el culto al individualismo y al consumismo, desplazando las formas tradicionales de expresión comunitaria. Además, muchos espacios en los medios de comunicación social son fuertemente permisivos y promueven no solamente la vulgaridad, sino también la violencia, la cual se proyecta al seno de la familia, y las primeras víctimas de ellos son las mujeres y los niños.

Nuestra cultura vive una crisis de los valores morales, especialmente de la verdad y de la justicia, del respeto a la vida, del amor al trabajo. Esto se experimenta en el aumento de la violencia y la corrupción, la mentira, el facilismo, el aprovechamiento ilícito en los negocios y el atropello a los valores familiares, que ha invadido todo el ámbito social, político y económico, con gravísimas consecuencias en el empobrecimiento, en el ejercicio de la actividad política y económica, y en la perversión del sentido moral de muchos venezolanos”.

CONCLUSIÓN

Estimadas amigas y amigos:

No cabe duda de que tenemos muchos problemas, y que hemos de hacer algo al respecto, es decir, actuar para promover una convivencia social fraterna, justa y pacífica

Por esto creo que los líderes religiosos en Venezuela estamos llamados hoy  a hacernos sentir con más fuerza en la vida de nuestra gente.  Creo que estamos llamados a insistir en la felicidad de acoger a Dios como guía de nuestra vida, con las normas morales que promueven y hacen posible la convivencia social.

Estamos llamados a combatir el secularismo. Y al mismo tiempo, es  indispensable que recalquemos los valores de fraternidad, de grandeza y respeto a la vida, de sujeción a la Ley de Dios, – que es camino hacia la felicidad- ,  de respeto a las personas, independientemente de su condición social, política o económica.

Nos toca, hoy más que nunca, mostrar la vigencia de la Religión como fuerza trascendente que eleva la condición del hombre, y que hace posible la convivencia social.

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