La ciudad francesa de Le Puy-en-Velay, situada en la región del Alto Loira, es el punto de partida de la Via Podiensis, uno de los caminos que llevan a Santiago de Compostela. Su Catedral románica, a la que se accede después de subir una gran escalera de 134 peldaños, guarda en su interior a la famosa Virgen Negra de Le Puy.
Pero también es muy conocida la monumental estatua de Notre Dame de France, situada en lo alto de la Roca Corneille, un peñasco volcánico de 757 metros de altura en medio del centro histórico de la población.
Idea de erigir una estatua
Esta impresionante imagen, pintada de rojo y con una altura de 23 metros, domina las vistas de la ciudad y de la región desde que fue inaugurada en septiembre de 1860 ante unos 120 mil peregrinos y bendecida por el obispo local, Auguste de Morlhon.
Fue un jesuita, el padre Xavier de Ravignan, quien tuvo la idea de situar en lo alto de la Roca Corneille la imagen de una Virgen. Fue durante una visita a la ciudad, a la que acudió para realizar unos ejercicios espirituales.
Inmediatamente, en julio de 1850, propuso el proyecto al obispo Morlhon y a otros sacerdotes de la diócesis que acogieron la idea con entusiasmo. Se creó una comisión para preparar el proyecto y se organizó una campaña de donaciones para poder hacer frente a los gastos.
Concurso para elegir proyecto
Esta comisión de la obra de Notre-Dame de Francia promovió un concurso europeo, dotado con tres mil francos, destinado a elegir el modelo de la estatua.
Se presentaron 53 propuestas y todas ellas fueron expuestas en el Ayuntamiento de Le Puy. En noviembre de 1853 el jurado, presidido por el obispo Morlhon, eligió el modelo propuesto por Jean Marie Bonnassieux.
A partir de ese momento se empezó a trabajar sobre el terreno y en diciembre de 1854 se colocó la primera piedra.
Donación de 213 cañones
A pesar de las donaciones recibidas, el proyecto presentaba dificultades financieras así que el obispo Morlhon viajó hasta París para defenderlo ante al emperador Napoleón III.
Éste le ofreció 10 mil francos y el compromiso de cederle el metal de los cañones incautados al Ejército ruso si el asedio de Sebastopol tenía éxito y se imponía la paz en la Guerra de Crimea que se estaba librando en esos días.
Y así fue, en marzo de 1856 se firmó el Tratado de París y el emperador cumplió su promesa, entregando 150 mil kg de hierro procedente de los cañones navales.
Más alta que la Estatua de la Libertad
La construcción de la estatua fue una verdadera proeza técnica en su tiempo. La fundición del metal se realizó en los altos hornos de Givors, cerca de Lyon, y desde allí se enviaban las piezas a Le Puy.
Se comenzó a construir el pedestal, de 6’70 m de altura y 680 toneladas de peso. Y sobre el, se levantó la estatua de la Virgen, de 16 metros, que aparece coronada de estrellas, de pie sobre un medio globo donde aplasta con su pie una serpiente. María sostiene con su brazo derecho al Niño Jesús, que bendice la ciudad y toda Francia.
Su tamaño era tan grandioso para la época -23 m- que la estatua de Notre Dame de France fue la más grande del mundo hasta 1886, fecha en la que se construyó la Estatua de la Libertad, que mide 93 m.