Mata el "ojímetro".
Muchos principantes cometen este error: cocinar "a ojo". En algunos platos es posible que no se note si cambias las cantidades, pero en otros es vital seguirlas. Por ejemplo, en repostería. Si vas a ojo con la levadura, el peso del azúcar o el número de yemas de huevo, tu pastel puede acabar duro como el hormigón.
Lo mismo digo para el pan, ahora que se ha puesto de moda hacerlo en casa. Cumple a rajatabla el peso para cada ingrediente tal como te indica la receta si no quieres castigar a tu familia con un pan.
Lo mismo ocurre con los tiempos y las temperaturas.
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