La abadía de la ciudad austríaca de Melk, al oeste de la capital, Viena, es el hogar de la santa reliquia de san Federico, desenterrado de las catacumbas romanas y donado a la abadía por la emperatriz austríaca Maria Teresa. El esqueleto de san Federico, colocado en posición reclinada, se conserva dentro de un relicario y está adornado con oro y joyas. Lleva en sus manos una rama de laurel, símbolo de victoria.