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Tener valores comunes
“Dios los cría y ellos se juntan”, “Los opuestos se atraen…”. ¿Y si lo ideal fuera encontrar el punto medio, el que se basa en compartir unos valores esenciales? Nuestros valores derivan de la educación recibida, de nuestro entorno sociocultural, de nuestras experiencias… Por definición, rara vez son comunes para dos personas. Sin embargo, si los valores son radicalmente opuestos, la pareja tendrá problemas para perdurar en el tiempo. Porque esos valores van a guiar la vida de cada uno con los demás, pero también con “esa persona” concretamente. ¿La fidelidad es importante para él? ¿Ella considera la colaboración un valor fundamental o le da más importancia a la competición? ¿Él le concede la misma importancia al dinero? ¿La familia es sagrada a sus ojos? Cuando las diferencias son demasiado radicales, la compatibilidad de la pareja puede volverse problemática, sobre todo cuando nace el primer hijo. Las normas educativas se establecerán entonces en función de lo que cada cónyuge juzgue primordial. Para evitar el choque de los valores, la mejor solución es dedicar de verdad tiempo a conocerse, a compartir y a hablar de todo. A través de conversaciones sobre la vida, la sociedad, la familia, etc. pueden expresarse los valores, pero también las disonancias entre los dos.
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