San Tarsicio fue sepultado en las catacumbas de san Calixto, donde el papa Dámaso hizo colocar un epígrafe que dice lo siguiente:
“Mientras un grupo de malvados atacaba a Tarsicio para profanar la Eucaristía que él traía, muerto a golpes, prefirió perder la vida antes que entregar a los perros rabiosos los miembros celestiales de Cristo”