10. Para conversar con Dios hay quien se va al desierto. Ese "lugar apartado"· del que habla la Biblia, para adentrarse en el corazón de uno mismo, puede ser también el campo. Porque ahí resulta más fácil tomar conciencia de quién es uno (y de lo poco que es uno). Nos lleva a esa acción tan atávica como es la adoración en su sentido más primordial.
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