Tener auténticas y profundas convicciones. Quien más se comunica es aquel que saca de su propia vida aquello que dice. En otras palabras, quien no está convencido de lo que dice, nunca podrá ser un buen comunicador. Lo esencial es lograr que detrás de las palabras se perciba la presencia de una persona, cuya fuerza proviene de sus creencias y valores.
Se trata de fidelidad y coherencia con las propias convicciones ya que estas deben formar parte de nuestra manera de ser, hacer y pensar.